Escribía sentado en la cama
escuché las llaves
abrió la puerta de la entrada
la del frente,
la que dejaba colar el sol,
desde el primer ruido de tacón
se impregnó la casa, y la habitación
con el perfume escandaloso y dulce.
Sin decir una palabra
se puso frente al espejo
de espaldas a mi
desnudó su cuerpo huesudo
el cabello negro caía hasta la cintura
ella bailaba y yo me distraía
no hablaba, sólo me miraba en el reflejo.
Fue a ducharse, y yo escribía mi deseo
hasta que regresó, hizo el mismo gesto
se sentó, me moví hacia ella
le acariciaba la espalda con fuerza,
se volteó y dijo –siempre adivinas lo que quiero,
me besó enérgicamente
entonces me puse frente a ella
succionaba sus senos
y jugaba con los dedos en su sexo,
la penetraba ágilmente
ella se movía al compás
y marqué mi territorio con chupones
la marqué en el cuello, en el pecho
la marqué en el vientre
y ella suspiraba, me miraba
con la misma profundidad que alcanzaba mi mano.
Al terminar se secó con la toalla húmeda
se levantó, se vistió sexy y se fue a la casa de su amante
a exhibir el lienzo de su piel pintado por mi lengua
y yo oliendo a ella también me fui
llegué a la casa grande e invité a la que me amaba
nos fuimos a mi cama
y entonces le hice el amor como si se tratara de una despedida,
no se si notó otro aroma, el perfume escandaloso y dulce,
pero se dejó desmayar en el placer como no lo hizo antes,
aunque se movía encima de mi con tanta rabia.
Dalí del Exilio