Capítulo 4

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Una semana después de la primera conversación, la aplicación volvió a hacerse notar en la vida de Aiko, Jack, Sophie y Mateo. Esa mañana, al despertar, cada uno recibió una notificación que captó su atención de inmediato.

"¿Quieres obtener más mensajes? Roba algo y envía el vídeo. El valor del objeto robado se convertirá en mensajes adicionales."

Aiko leyó el mensaje mientras tomaba su té verde en la cocina de su pequeño apartamento en Tokio.

-Esto tiene que ser una broma -murmuró, desconcertada.

En Nueva York, Jack estaba en medio de su carrera matutina cuando la notificación apareció en su pantalla.

-¿Qué clase de aplicación es esta? -se preguntó, deteniéndose para leer el mensaje con atención.

Sophie, en París, revisaba su teléfono en su estudio cuando la notificación apareció.

-¿Robar algo? Esto no puede ser real -leyó, riéndose con incredulidad.

Mateo, en Buenos Aires, estaba en el campus universitario cuando leyó el mensaje.

-Debe ser un truco, pero no entiendo por qué alguien haría esto -pensó en voz alta.

Esa noche, todos se reunieron en el chat del grupo para discutir la extraña notificación.

-¿Alguien más recibió el mensaje de la aplicación? -preguntó Aiko, abriendo la conversación.

-Sí, lo vi esta mañana -respondió Jack-. Es ridículo, ¿verdad?

-Totalmente -confirmó Sophie-. Pero también es inquietante.

-Deberíamos ignorarlo -sugirió Mateo-. Probablemente sea una broma de mal gusto.

La conversación giró en torno a teorías y suposiciones. Algunos pensaban que era un error o una especie de truco de la aplicación, mientras que otros comenzaban a sentirse incómodos con la situación.

-¿Y si lo probamos? -propuso Jack, un poco en broma-. Algo pequeño, solo para ver qué pasa.

-No sé si es una buena idea -respondió Aiko-. Podría ser peligroso.

-Lo haré yo -estableció Mateo, determinadamente-. Puedo probar con algo insignificante y ver qué sucede.

Mateo decidió actuar. Al día siguiente, en una tienda de conveniencia cerca de su universidad, tomó una pequeña barra de chocolate, asegurándose de que nadie lo viera. Grabó el acto con su teléfono y, más tarde, subió el video al grupo de la aplicación.

-Acabo de subir el video -escribió en el chat-. Vamos a ver qué pasa.

Para su sorpresa, y la de todos, la aplicación respondió de inmediato. El contador de mensajes de Mateo aumentó en 1.

-Funcionó. Tengo un mensaje extra -escribió, sorprendido.

-¡Esto es una locura! -confesó Sophie-. Pero, ¿cómo es posible?

-Esto no tiene sentido -comentó Aiko-. Debemos tener cuidado.

-Creo que hay algo más detrás de esto -agregó Jack-. No podemos simplemente ignorarlo.

A pesar del miedo y la incertidumbre, la curiosidad y la necesidad de mantener su capacidad de comunicación los llevó a actuar de manera similar. Aiko robó una pequeña planta de una tienda de artículos para el hogar, Sophie tomó una revista de un quiosco, y Jack se llevó un bolígrafo de lujo de una tienda de oficina. Cada uno subió su video al grupo y vio cómo sus contadores de mensajes aumentaban.

-Esto es demasiado extraño -comentó Aiko-. Tenemos que entender qué está pasando.

-De acuerdo -respondió Jack-. Pero no podemos seguir robando cosas. Es peligroso.

-Estoy de acuerdo -agregó Sophie-. Pero necesitamos más mensajes para investigar más a fondo.

-¿Y si intentamos contactar al creador de la aplicación? -propuso Mateo-. Tal vez haya una forma de desactivar esto.

Mientras discutían, gastaron otros 80 mensajes cada uno, pero con los mensajes obtenidos de sus pequeños robos, sus contadores se mantenían relativamente estables.

Aiko, con su mente analítica, decidió investigar más a fondo. Usó sus habilidades en programación para intentar rastrear el origen de la aplicación, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. La aplicación parecía estar protegida por capas de seguridad impenetrables.

-No puedo encontrar nada -escribió en el chat-. Esta aplicación está muy bien protegida.

-Eso significa que alguien con muchos recursos está detrás de esto -declaró Jack-. Esto no es una simple broma.

Sophie, con su naturaleza creativa, propuso otra idea.

-Podríamos usar los mensajes restantes para recopilar información entre nosotros. Tal vez haya pistas en nuestras experiencias individuales.

Cada uno comenzó a compartir más detalles sobre sus vidas y las circunstancias en las que encontraron la aplicación. Mientras hablaban, intentaban encontrar algún patrón o conexión que pudiera explicar lo que estaba sucediendo.

-Aiko, ¿dónde y cómo encontraste la aplicación? -preguntó Mateo.

-Simplemente apareció en mi teléfono una mañana. No recuerdo haberla descargado.

-Lo mismo aquí -afirmó Jack-. Es como si hubiera sido instalada remotamente.

-Para mí fue igual -agregó Sophie-. ¿Y tú, Mateo?

-Exactamente lo mismo. Esto es realmente inquietante.

Mientras compartían más detalles, se dieron cuenta de que la aplicación se había instalado en sus teléfonos el mismo día, a la misma hora. Esta revelación aumentó su sensación de inquietud.

-Esto no es una coincidencia -anunció Jack-. Alguien nos eligió específicamente.

-¿Pero por qué? -preguntó Sophie-. ¿Qué tenemos en común?

-Quizás no es algo que tengamos en común, sino algo que cada uno de nosotros puede hacer -sugirió Aiko-. Como si fuéramos piezas de un rompecabezas.

La teoría de Aiko resonó con los demás. Cada uno tenía habilidades y conocimientos únicos que podían ser útiles en situaciones específicas. Pero todavía no entendían el propósito final de la aplicación.

-Necesitamos más mensajes para seguir investigando -aseguró Mateo-. Pero no quiero seguir robando cosas.

-Podemos intentar encontrar otra manera -propuso Sophie-. Tal vez haya otra forma de obtener mensajes.

La conversación continuó hasta altas horas de la noche. A medida que compartían teorías y buscaban respuestas, cada uno sentía una creciente camaradería y solidaridad.

Al final de la noche, acordaron ser más cautelosos con sus mensajes restantes y seguir investigando por otros medios. Sabían que el tiempo corría y que debían encontrar una solución antes de que sus contadores se agotaran nuevamente.

La aplicación, aparentemente inofensiva, había revelado una parte de su oscuro propósito. Ahora, Aiko, Jack, Sophie y Mateo estaban más decididos que nunca a descubrir la verdad, sin importar el costo.

Mientras dormían, la inquietante realidad de su situación seguía presente en sus mentes. La aplicación, silenciosa pero vigilante, continuaba esperando su próxima jugada.

Sobrevivír.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora