Mateo despertó sudando frío. La pesadilla en la que Aiko gritaba mientras la arrastraban fuera de su apartamento no se desvanecía al abrir los ojos. Sentía una presión constante en el pecho, como si la aplicación pudiera aplastarlo en cualquier momento. Decidió que no podía seguir guardando silencio y tomó una decisión que cambiaría su destino.
-Debo hablar con Tomás -murmuró, decidido.
Tomás era su mejor amigo desde la infancia. Habían compartido tantas cosas juntos: risas, sueños y ahora, una aterradora verdad. Se dirigió a su computadora, abriendo una ventana de chat encriptada.
-Tomás, necesito hablar contigo. Es urgente.
-Claro, hermano. ¿Qué pasa?
-Es complicado. No puedo explicarlo todo por aquí. ¿Podemos vernos en persona?
-Por supuesto. ¿Cuándo y dónde?
Mateo sugirió un café en el centro de Buenos Aires. Necesitaba un lugar público, donde se sintiera seguro, aunque esa sensación se había vuelto casi inexistente.
Al llegar al café, Mateo observó a Tomás, su rostro sereno y despreocupado, como siempre. Sentarse frente a él, sintió una mezcla de alivio y culpa.
-Mateo, estás pálido. ¿Qué ocurre?
-Tomás, esto te va a sonar loco, pero necesito que me escuches sin interrumpir.
Tomás asintió, su expresión cambiando a una de preocupación.
Mateo comenzó a relatar todo: la extraña aplicación, las reglas, la desaparición de Aiko, y su intento de hackeo. Cada palabra parecía un peso que se levantaba de sus hombros, pero la mirada de horror de Tomás se intensificaba con cada detalle.
-Mateo, esto suena a una locura. ¿Has pensado en ir a la policía?
-No podemos. La aplicación desaparece si nos acercamos a una estación. Es como si pudiera predecir nuestros movimientos.
Tomás miró alrededor del café, como si esperara ver a alguien observándolos. -¿Y si dejamos de usar los teléfonos? ¿Los tiramos?
-No serviría de nada. La aplicación está incrustada en nuestros dispositivos. No podemos escapar.
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Tomás parecía procesar la información, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y miedo.
-Mateo, ¿cómo puedo ayudarte?
-No lo sé, Tomás. Solo necesitaba contárselo a alguien. Necesito saber que alguien más sabe la verdad.
-Estamos juntos en esto, hermano. No dejaré que te enfrentes a esto solo.
La lealtad de Tomás era reconfortante, pero también aterradora. Mateo sabía que involucrarlo podría ponerlo en peligro. Decidieron cambiar de tema, intentando disfrutar el café como si fuera un día normal, pero la sombra de la aplicación nunca se disipó.
Esa noche, de regreso en su apartamento, Mateo recibió una notificación en su teléfono.
"Violación de las reglas detectada. Consecuencia inminente."
El pánico se apoderó de él. Corrió hacia su computadora, intentando contactar a Jack y Sophie.
-Me equivoqué. Hablé con alguien fuera del grupo. La aplicación lo sabe.
-¡Mateo, no! ¿Qué has hecho? -respondió Jack.
-No pensé que reaccionaría tan rápido. Lo siento.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Sophie, su miedo palpable a través del mensaje.
Antes de que pudiera responder, alguien llamó a la puerta. Mateo sintió un frío helado recorrer su espina dorsal. La puerta se abrió lentamente y entraron diez hombres vestidos de negro, sus rostros cubiertos por máscaras.
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Sobrevivír.
HorrorEn un mundo que parece normal, un grupo de personas lleva una vida común y corriente hasta que un día, cada uno de ellos, de forma individual, se encuentra con una aplicación de mensajería muy extraña. La app aparece de manera aleatoria en sus teléf...