El amanecer rompía lentamente en el horizonte mientras los cinco protagonistas remaban con todas sus fuerzas, alejándose cada vez más de la siniestra isla que había sido su prisión. Sus cuerpos estaban al borde del colapso, pero su voluntad inquebrantable les daba el impulso necesario para seguir adelante.
-Estamos muy cerca -susurró Sophie, mirando el horizonte con esperanza-. Solo tenemos que seguir un poco más.
Jack asintió, sus manos ampolladas y sangrantes aferradas a los remos. -No podemos rendirnos ahora. Estamos casi fuera.
En el edificio de Nueva York, Marcus observaba con una mezcla de frustración y furia. Sus inversores estaban cada vez más impacientes, exigiendo resultados sangrientos y espectaculares.
-No pueden escapar -gruñó Marcus, apretando los puños-. No después de todo esto.
Lucas, su fiel asistente, lo miró con preocupación. -¿Qué haremos?
Marcus se levantó de su asiento, su decisión tomada. -Envía a los barcos. Diez de ellos. Quiero que acaben con esos malditos de una vez por todas.
Lucas vaciló un momento antes de asentir. -Sí, señor.
***
En el océano, los cinco seguían remando con todas sus fuerzas, la esperanza en sus corazones cada vez más fuerte. Aiko, que había estado observando el horizonte, de repente señaló hacia lo lejos.
-Miren -anunció con un hilo de voz-. ¿Ven eso?
Todos giraron la cabeza, sus ojos entrecerrados para ver mejor. A lo lejos, podían distinguir la silueta de una tierra desconocida. Sus corazones latieron con fuerza, una nueva ola de esperanza inundándolos.
-¡Es tierra! -exclamó María, una sonrisa debilitada pero auténtica en su rostro-. ¡Estamos cerca!
Jack, sin dejar de remar, sintió una oleada de determinación. -Tenemos que llegar antes de que nos alcancen.
***
Los diez barcos enviados por Marcus avanzaban rápidamente, sus motores rugiendo contra las olas del océano. Cada barco estaba equipado con armas letales, y sus tripulaciones estaban listas para ejecutar las órdenes de su despiadado jefe.
-No hay lugar donde puedan esconderse -murmuró uno de los capitanes, mirando la pantalla del radar-. Los encontraremos y los acabaremos.
***
Mientras tanto, en el bote pequeño, los protagonistas continuaban su lucha contra el océano y su propio agotamiento. La proximidad de tierra les daba la fuerza necesaria para no rendirse.
-No puedo creer que estemos tan cerca -murmuró Sophie, sus ojos brillando con lágrimas de alivio-. Vamos a hacerlo.
-No podemos bajar la guardia -recordó Jack, mirando hacia atrás con preocupación-. No sabemos qué más podrían enviarnos.
Aiko, siempre observadora, notó algo en el horizonte opuesto. -Chicos, miren allí.
Todos giraron la cabeza y vieron las siluetas de los diez barcos que se acercaban rápidamente. Sus corazones se helaron al darse cuenta del peligro que se avecinaba.
-Están aquí -reveló María, el miedo evidente en su voz-. Tenemos que movernos más rápido.
Sophie asintió, tomando uno de los remos con fuerza renovada. -¡Vamos, remen!
***
En uno de los barcos, el capitán miraba fijamente la pantalla del radar. -Están cerca. No pueden escapar de nosotros.
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Sobrevivír.
HorrorEn un mundo que parece normal, un grupo de personas lleva una vida común y corriente hasta que un día, cada uno de ellos, de forma individual, se encuentra con una aplicación de mensajería muy extraña. La app aparece de manera aleatoria en sus teléf...