En una tranquila tarde en Konoha, Tsunade y Shizune compartían un raro momento de calma en la oficina de la Hokage. Entre informes y documentos, Tsunade había dejado una caja de chocolates sobre la mesa, un regalo de agradecimiento de un pueblo vecino.
Shizune, como siempre diligente, estaba revisando unos expedientes cuando su mirada se posó en la caja de chocolates. Con una sonrisa discreta, tomó uno de los últimos chocolates y lo llevó a sus labios, saboreando el dulce sabor con deleite. Justo en ese momento, Tsunade levantó la vista de sus papeles y notó lo que había hecho Shizune.
"Tsk, tsk, Shizune. ¿Te crees que puedes comer el último chocolate sin compartirlo?", dijo Tsunade con una ceja alzada, aunque con una chispa traviesa en sus ojos.
Shizune se sonrojó ligeramente, avergonzada por haber sido descubierta, pero antes de que pudiera disculparse, Tsunade se acercó a ella con pasos decididos. Sin previo aviso, Tsunade inclinó la cabeza de Shizune hacia atrás con su mano y, con suavidad pero determinación, selló los labios de Shizune en un beso suave pero apasionado.
El chocolate se derritió entre sus bocas mientras Tsunade lo tomaba de los labios de Shizune. El gesto, más que un acto de compartir el chocolate, era un símbolo de su complicidad y afecto mutuo. Shizune se quedó sin aliento por un momento, sorprendida pero encantada por la iniciativa de Tsunade.
Cuando finalmente se separaron, Shizune miró a Tsunade con ojos brillantes y una sonrisa traviesa. "Supongo que debería haberte preguntado antes de tomar el último chocolate", murmuró Shizune con una risita nerviosa.
Tsunade solo sonrió con satisfacción y le guiñó un ojo. "La próxima vez, Shizune, recuerda que compartir es más divertido", respondió Tsunade con una sonrisa pícara, mientras volvían al trabajo con un ambiente renovado de complicidad y un amor que crecía en cada gesto y mirada cómplice entre ellas.
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Yo quiero compartir un chocolate así