En la oficina del Hokage, Tsunade, la Quinta Hokage, terminaba de revisar los últimos informes del día. Shizune, su asistente fiel y compañera de muchas batallas, estaba a su lado, organizando algunos documentos.
La atmósfera en la oficina era tranquila, casi íntima. Shizune, concentrada en su trabajo, no se percataba de las miradas que Tsunade le lanzaba de vez en cuando. La Hokage, con una leve sonrisa en los labios, tenía una idea en mente. Una idea traviesa que había estado rondando por su cabeza desde hacía tiempo.
—Shizune, ¿podrías venir un momento? —preguntó Tsunade, su voz suave pero con un tono que denotaba algo más.
—Claro, Tsunade-sama —respondió Shizune, dejando los papeles y acercándose a su maestra.
Tsunade formó un sello con sus manos y, en un instante, varios clones de sombra aparecieron a su alrededor. Shizune se quedó sorprendida, sin saber qué esperar.
—Tsunade-sama, ¿qué está pasando? —preguntó, un leve rubor comenzando a colorear sus mejillas.
—Relájate, Shizune. Es solo un pequeño experimento —dijo Tsunade, sus clones sonriendo de manera enigmática.
Antes de que Shizune pudiera reaccionar, los clones comenzaron a acercarse. Uno de ellos la abrazó por detrás, susurrando en su oído con una voz baja y seductora:
—Eres mía, Shizune. Siempre lo has sido.
Shizune sintió un escalofrío recorrer su espalda. El calor de las palabras de Tsunade y el toque de sus clones la envolvieron, haciéndola temblar ligeramente. Otro clon se colocó frente a ella, levantando su barbilla suavemente y acercándose a sus labios.
—¿Sabes cuánto tiempo he deseado hacer esto? —murmuró el clon antes de capturar sus labios en un beso suave pero apasionado.
Shizune cerró los ojos, perdida en la sensación. Sentía cómo los otros clones la rodeaban, sus manos acariciando su cuerpo con ternura. Un tercer clon besó su cuello, dejando un rastro de besos que la hacían estremecer.
—Tsunade-sama… —murmuró Shizune entre besos, su voz apenas un susurro.
El clon que estaba detrás de ella apretó un poco más su abrazo, su aliento caliente contra su oído.
—Eres tan hermosa, Shizune. No puedo resistirme más. Eres mía, solo mía.
Shizune abrió los ojos, encontrándose con la mirada intensa y llena de deseo del clon frente a ella. Sentía su corazón latir con fuerza, su respiración acelerada. Todo su ser estaba abrumado por las sensaciones que los clones de Tsunade provocaban en ella.
—Tsunade-sama… esto es… —trató de hablar, pero sus palabras se perdieron en otro beso apasionado.
—No tienes que decir nada, Shizune —susurró el clon que estaba detrás, sus labios rozando el lóbulo de su oreja—. Solo siente.
Shizune se rindió a las sensaciones, dejando que el calor y el deseo la envolvieran.
Los clones continuaban su labor de seducción, acariciando y besando a Shizune con una mezcla de ternura y pasión. Shizune, completamente rendida a las sensaciones, apenas podía pensar con claridad. Su corazón latía desbocado y su respiración era irregular.
En medio de esta atmósfera cargada de deseo, la Tsunade real se acercó lentamente, observando con satisfacción cómo sus clones provocaban reacciones intensas en Shizune. Se detuvo justo frente a ella, esperando a que sus ojos se encontraran. Cuando Shizune abrió los ojos, su mirada se encontró con la de Tsunade, llena de cariño y determinación.
—Shizune —dijo Tsunade con suavidad, su voz cargada de emoción.
Shizune apenas podía articular palabras, pero sus ojos reflejaban todos los sentimientos que no podía expresar. Tsunade, con un movimiento lento y deliberado, se inclinó hacia ella y le dio un beso en la frente. Un beso que transmitía más que palabras, lleno de promesas y emociones profundas.
—Tsunade-sama… —murmuró Shizune, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad.
Tsunade sonrió, acariciando suavemente la mejilla de Shizune. Luego, sin romper el contacto visual, se inclinó hacia el cuello de Shizune, dejando un suave pero firme chupetón en su piel. La marca roja en el cuello de Shizune era un símbolo de posesión y amor, un recordatorio de este momento íntimo.
—Eres mía, Shizune. Y siempre lo serás —susurró Tsunade al oído de Shizune, sus palabras cargadas de una promesa inquebrantable.
Shizune cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones. Sentía el calor de los labios de Tsunade en su cuello, el suave cosquilleo de su aliento y la firmeza de sus manos que la sostenían. En ese momento, nada más importaba. Estaban en su propio mundo, un mundo donde el amor y el deseo se entrelazaban en una danza perfecta.
Los clones de Tsunade se desvanecieron lentamente, dejando a la Tsunade real y a Shizune solas en la oficina. Tsunade la abrazó con fuerza, sintiendo el latido acelerado del corazón de Shizune contra el suyo. Era un momento de conexión profunda, donde las barreras se rompían y las almas se encontraban.
—Te amo, Shizune —dijo Tsunade en un susurro, sus palabras llenas de sinceridad y pasión.
—Yo también te amo, Tsunade-sama —respondió Shizune, su voz temblorosa pero firme.
Se quedaron así, abrazadas, en un momento que parecía eterno
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