Era una tarde tranquila en Konoha, y por una vez, no había emergencias ni papeles que firmar. Tsunade, aburrida, se paseaba por su oficina, mientras Shizune organizaba algunos documentos en silencio. El sonido de las hojas siendo colocadas meticulosamente en su lugar llenaba la sala, pero Tsunade ya no podía soportarlo.
—Shizune, esto es un aburrimiento total —dijo Tsunade con su voz grave, estirándose en su silla—. Necesito algo de acción.
Shizune sonrió para sí, sin dejar de apilar los papeles.
—Bueno, quizás podrías salir a dar un paseo —sugirió amablemente, sin apartar la vista de su tarea.
—Paseos... No, no es suficiente —refutó Tsunade, cruzando los brazos—. ¿Qué te parece si hacemos una apuesta?
Shizune levantó la mirada, parpadeando con curiosidad.
—¿Una apuesta? ¿Sobre qué?
Tsunade sonrió con picardía, esa sonrisa que siempre presagiaba problemas, pero también diversión. Se levantó de su silla y caminó hacia la pequeña mesa que tenían en la esquina, donde se encontraban una baraja de cartas y un par de dados de algún juego abandonado.
—Vamos a jugar a las cartas. Nada complicado, solo unos cuantos juegos rápidos. El que gane tres rondas seguidas, decide lo que quiera que el otro haga —propuso, mientras barajaba con habilidad las cartas entre sus dedos.
Shizune la observó por un momento, algo dudosa. Sabía que Tsunade tenía un lado muy competitivo y, aunque la amaba, sus apuestas siempre terminaban siendo arriesgadas.
—No sé si es una buena idea… —murmuró Shizune, caminando lentamente hacia la mesa.
Tsunade la miró directamente a los ojos, su voz ronca volviendo a sonar mientras desafiaba suavemente a su compañera.
—¿Qué pasa, Shizune? ¿Tienes miedo de perder? —Tsunade levantó una ceja, claramente disfrutando de la tensión en el aire.
Shizune soltó un suspiro, pero una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios. No iba a dejar que Tsunade la provocara tan fácilmente.
—Está bien —dijo finalmente, tomando asiento frente a ella—. Pero no te quejes si gano y luego no te gusta lo que pido.
Tsunade rió de manera exagerada, confiada.
—Trato hecho. Pero ya sabes que siempre gano.
Con eso, comenzaron a jugar. Al principio, Tsunade estaba dominando como había predicho. Ganó la primera ronda fácilmente, y Shizune no pudo evitar rodar los ojos ante la expresión satisfecha de su mentora.
—Te lo dije, Shizune. No tienes ninguna posibilidad —dijo Tsunade, riendo mientras barajaba nuevamente las cartas para la siguiente ronda.
Pero Shizune no era de las que se daban por vencidas tan rápido. En la segunda ronda, comenzó a enfocarse más, observando cada movimiento de Tsunade. Aunque parecía estar dejando que Tsunade tomara ventaja, pronto su habilidad y concentración se manifestaron.
—¿Qué pasa, Tsunade-sama? —preguntó Shizune con una sonrisa maliciosa mientras ganaba la segunda ronda con una maniobra inesperada—. Pareces un poco distraída.
Tsunade frunció el ceño, claramente molesta por el cambio repentino. Pero aún confiaba en que ganaría la siguiente.
—No te emociones tanto, todavía queda otra ronda —gruñó mientras repartía las cartas de nuevo.
La tercera ronda comenzó, y Tsunade empezó a mostrar signos de tensión, algo que Shizune notó de inmediato. La confianza que había tenido al principio se desmoronaba poco a poco, y cuando Shizune jugó la carta final, asegurando su victoria, el asombro en el rostro de Tsunade fue evidente.
Shizune se inclinó hacia adelante, disfrutando del momento, mientras le sonreía con dulzura, pero con un toque de burla.
—Parece que he ganado, Tsunade-sama. Tres rondas seguidas.
Tsunade la miró con incredulidad, parpadeando rápidamente como si no pudiera creerlo.
—¡Eso fue pura suerte! —protestó, intentando defender su orgullo.
—Lo que sea que te haga sentir mejor —respondió Shizune con un tono juguetón.
Tsunade se recostó en su silla, cruzando los brazos y resoplando.
—Está bien, está bien. ¿Qué quieres? Dilo ya.
Shizune se llevó un dedo al mentón, fingiendo pensar en algo grandioso. Pero en lugar de un pedido complicado, se inclinó suavemente hacia Tsunade, acercando su rostro al de ella, y con una sonrisa suave y coqueta, susurró:
—Solo quiero un beso.
Tsunade, por un momento, quedó en shock. Esperaba cualquier cosa menos eso. Su expresión confiada se desvaneció, y en su lugar, apareció una leve sonrisa.
—¿Un beso? —repitió, como si no pudiera creer la simplicidad del deseo de Shizune.
—Eso es todo —afirmó Shizune con firmeza, sus ojos brillando de travesura.
Tsunade se inclinó hacia adelante, con una sonrisa ladeada en su rostro.
—Podrías haber pedido algo mucho más grande, pero no me quejaré —susurró con su voz ronca.
Antes de que Shizune pudiera responder, Tsunade tomó su rostro entre sus manos y, con una suavidad inesperada, la besó lentamente. Lo que comenzó como un gesto simple se prolongó en algo más profundo, un beso que robó el aliento de Shizune y la hizo sonrojar.
Cuando finalmente se separaron, Tsunade rió con satisfacción, viendo las mejillas ruborizadas de Shizune.
—Creo que me salí con la mía, después de todo.
Shizune no pudo evitar reírse, tocándose los labios suavemente, aún sintiendo el calor del beso.
—Quizás. Pero no te acostumbres —respondió, divertida.
El resto de la tarde, siguieron jugando, pero ahora sin apuestas. Sin embargo, cada vez que Tsunade ganaba una ronda, no dejaba pasar la oportunidad de acercarse y robar otro beso, disfrutando de la dulce victoria que no había anticipado.