-Vamos, Shizune. Solo un poco no te hará daño -dijo Tsunade con una sonrisa, sirviendo un par de vasos.
-No sé... nunca he sido muy buena con el alcohol -respondió Shizune, nerviosa.
-Estás conmigo, ¿qué podría salir mal?
Esa simple afirmación parecía reconfortarla. Shizune tomó un sorbo del sake y frunció el ceño por el sabor fuerte, pero luego, conforme pasaba la noche, empezó a relajarse. Poco a poco, los vasos se iban vaciando y Tsunade hablaba de viejas historias con una sonrisa relajada, mientras Shizune la escuchaba atentamente, cada vez más absorta en su compañía.
Sin embargo, la bebida comenzó a hacer efecto en Shizune más rápido de lo que ella esperaba. Los movimientos se le hacían más lentos, y su cabeza empezaba a sentirse pesada. En un momento, mientras intentaba levantarse para recoger algo de la mesa, trastabilló ligeramente, y Tsunade se dio cuenta de inmediato.
-Shizune, siéntate -le dijo con voz firme pero suave, estirando la mano para detenerla. Shizune, con la vista algo borrosa, rió tontamente.
-Estoy bien, Tsunade-sama... solo un poco mareada... -murmuró mientras se tambaleaba hacia Tsunade.
Antes de que pudiera reaccionar, Shizune perdió el equilibrio y cayó directamente en el regazo de Tsunade, quien la agarró rápidamente de la cintura para evitar que se cayera al suelo.
-¿Ves? Te lo dije. Te has pasado con el sake -murmuró Tsunade, su voz ronca y divertida, mientras sostenía firmemente a Shizune contra ella.
Shizune, en su estado ebrio, solo sonrió, acurrucándose más cerca de Tsunade, sin ser consciente de lo cerca que estaba. Se quedó en silencio por un momento, respirando el cálido aroma de su mentora, sintiendo la fuerza de las manos de Tsunade en su cintura.
De repente, un pequeño maullido interrumpió el momento. Un gatito se había colado por la ventana y se acercaba curiosamente a las dos mujeres. Shizune, con ojos brillantes, se inclinó hacia el animal, su entusiasmo evidente incluso en su estado de ebriedad.
-¡Un gatito! -exclamó con voz suave, extendiendo una mano temblorosa para acariciar al felino, quien ronroneaba bajo su toque.
Tsunade observaba la escena con curiosidad, sin recordar haber visto antes a Shizune tan entusiasmada con los animales.
-No sabía que te gustaban los gatos -comentó Tsunade, levantando una ceja.
Shizune rió ligeramente, con una mezcla de ebriedad y ternura en su expresión.
-Te lo he dicho varias veces, Tsunade-sama... -murmuró mientras continuaba acariciando al gatito, su voz arrastrada por el cansancio-. Pero siempre estás tan ocupada que creo que nunca me escuchas...
Tsunade parpadeó, sorprendida por esa revelación. ¿Era cierto que Shizune le había mencionado esto antes y ella simplemente lo había ignorado? Sintió un ligero remordimiento, pero también una calidez al ver a su asistente en un estado tan vulnerable y sincero.
-Lo siento, Shizune -dijo Tsunade suavemente, aflojando un poco su agarre en la cintura de la joven, pero aún manteniéndola cerca-. Debería escucharte más...
Shizune, medio dormida ya, sonrió y apoyó su cabeza en el hombro de Tsunade, abrazando suavemente al gatito que ahora estaba acurrucado en su regazo.
-Está bien... me escuchas cuando importa -susurró, antes de dejarse llevar por el cansancio y el alcohol.
Tsunade la miró en silencio, sintiendo una extraña mezcla de ternura y responsabilidad. Sabía que Shizune siempre había estado a su lado, incondicionalmente, y tal vez no le había dado el suficiente reconocimiento por ello. Mientras la sostenía y observaba al gatito dormido en sus brazos, Tsunade no pudo evitar sonreír. Había algo increíblemente dulce y vulnerable en ese momento, y aunque sabía que al día siguiente Shizune probablemente no recordaría nada, ella no lo olvidaría tan fácilmente.
-Prometo prestarte más atención -susurró Tsunade, acariciando el cabello de Shizune con delicadeza, asegurándose de que estuviera cómoda.
Y así, en el silencio de la noche, con Shizune dormida en su regazo y un pequeño gatito ronroneando a su lado, Tsunade se permitió disfrutar de la quietud, sabiendo que por una vez, tenía todo lo que necesitaba justo ahí, entre sus brazos.