¿Qué habría pasado si... (III)

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un beso Alvin hubiera hecho que Juanjo se replanteara todo?


Juanjo no va a negar que el inicio del concurso se le ha hecho muy cuesta arriba. No por las canciones, en general cree que ha tenido bastante suerte y que tiene una capacidad que muchos admiran de aprenderse melodías y letras en cuestión de muy poco tiempo.

Su problema va más de la mano con la adaptación a la academia, a compartir casa con un grupo de gente que, con perdón de todos ellos, son bastante guarros. Apenas siente que puede confiar en Denna y en Martin para que la casa no parezca una pocilga, aunque Naiara también tiene sus arranques de limpieza.

Eso le ha creado un mal humor que está intentando remitir poco a poco, pero que le cuesta cuando todo el día está rodeado de estímulos.

Las noches son otra historia. No solo se siente más cómodo interactuando con Martin, pues sabe que en las habitaciones nadie los graba, sino que el grupo se siente más unido. Hacen juegos, hacen mucho el gilipollas y se conocen más como son ellos, sin los nervios de decir algo que pueda ser malo fuera. No es que ninguno diga nada terrible, pero los insultos y bromas cariñosas fluyen con más facilidad.

En la segunda semana, Naiara trae su cantimplora a la habitación y se planta en mitad de la misma con una solemnidad que ni la presentadora del programa.

—Chicos, he tenido una idea de locos. —Muestra la botella.

—Vas a tener que ser más explícita, porque me he perdido —comenta Suzete.

—¡Juguemos a la botella! —Sus ojos brillan con fuerza, como si estuviera proponiendo su sueño hecho realidad.

—Oye, por favor, que no tenemos doce años —se queja Paul, ya medio metido en la cama.

—No, pero tampoco tenemos mucho que hacer aquí y las cuatro tontadas que hacemos ya están caducando. ¡Venga, será divertido! Unos buenos morreos, que se note el compañerismo. —Da una palmada, con los ojos iluminados.

—De morreos nada —farfulla Juanjo, levantándose de la cama de, como no, Martin. Este ya llevaba un par de minutos de pie, abrazado a Chiara mientras escuchaba a la mayor del grupo.

—Bueno, pues que cada uno elija lo que quiere. Si a ti te hace ilusión un piquito, no seré yo quien te lo quite, pero a mí me apetece comerle la boca a alguien.

—Luego te tocará una tía, doña hetero...

—¿Y qué, Salma? Pues no se me caerán los anillos de comerte la boca si hace falta. —Le guiña un ojo.

—Venga, podemos jugar un par de veces —declara Violeta, arrastrando al resto de las Supernenas.

—Vale, pero ¿cómo nos metemos en un círculo en esta mierda pasillo?

—Hacemos un cilindro raro —empieza a indicarles—. Nos sentamos en las camas los que podamos y los demás en el suelo.

Poco a poco, a regañadientes unos más que otros, se van situando alrededor de la botella, que la maña coloca en el suelo. Juanjo acaba entre Martin y Denna y frente a Álvaro.

—Venga, ¿quién empieza?

—Naiara, por lista.

—Ningún problema, maño. —Se estira para girar la botella.

Todos la observan en silencio hasta que esta se detiene frente a Lucas. Hay un "uh" generalizado y, a pesar de la oscuridad, Juanjo sabe que su compañera se ha sonrojado.

El uruguayo se pone de rodillas para avanzar por el pseudo círculo hasta que puede besarla. A pesar de lo que había dicho la chica, se queda en un pico casto que ella corta enseguida.

tú, yo y nuestras posibilidades - juantin /majosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora