Qué pasó... (II)

3.2K 164 26
                                    


La noche del ente

(No, no creo en fantasmas) (o al menos, no en los paranormales)

Las noches en la academia tienen siempre un toque especial. Es ese momento en el que se apagan las cámaras, donde pueden ser más ellos mismos y, sobre todo, permitirse estar más desquiciados. Que son ya cuatro semanas encerrados, y el único estímulo son gritos una vez a la semana en la grupal, sin ningún tipo de contexto. Después de todo el día de trabajo, la adrenalina les impide dormir, al menos hasta primeras horas de la madrugada.

Juanjo no recuerda la última vez que empezó la noche en su cama. Se ha vuelto costumbre, especialmente desde que todos lo saben, meterse en la cama de Martin noche sí y noche también. Su cama es de las más cercanas a la puerta, y no es litera, así que no molestan a nadie si el resto están haciendo el payaso en la otra mitad de la habitación.

Él a veces necesita eso. Sentir besos correspondidos por toda la cara y en su cuello, unas manos que agarran con firmeza lo que les pertenece. Él no se va a quejar, eso está claro. A pesar de todo lo que tienen montado fuera, ha encontrado un lugar seguro en un chico al que le saca diez centímetros y año y medio, pero que tiene la calma y la madurez emocional de alguien mucho más adulto.

Por regla general, Juanjo no se queda toda la noche. Se enrollan un rato, esperan a que al resto se le acabe la batería y vuelve a su cama. No es por gusto, es que las camas de 90 son insoportables para dos personas, por mucho que les guste estar pegados.

Esta semana, hay algo diferente en el ambiente. Los besos no cambian, eso sí, y encuentra un bálsamo calmante de todo drama que tiene fuera en cubrir los labios del vasco con los suyos hasta desgastarlos.

Pero sigue habiendo algo diferente. Da igual lo mucho que lo hablen, en las duchas, entre besos. Sigue aprisionando su pecho, sin dejarlo escapar.

Hace casi cuatro días que recibieron su canción a dúo. «God only knows». Solo Dios sabe.

A él le gustaría que no supieran tanto, porque vio en la mirada de Noemí a Manu antes de decir sus nombres que lo sabían todo. Que esa canción, por mucho que Abril le diera vueltas para sacarles responsabilidad, es porque saben que hay tomate.

Juanjo no sabe si puede lidiar con que lo sepan. Mucho menos cuando él no le ha puesto nombre a nada. A absolutamente nada.

Martin se queda dormido después de besarle mucho, con un brazo rodeándole la cintura, de lado, pierna recogida, pero sin hacer mucho más contacto. No le ha pedido que se vaya, y el agarre no está tan mal, pero eso solo es un recordatorio de que tiene muchos frentes abiertos en casa.

Mientras uno duerme a pierna suelta, el otro parece que tiene los párpados abiertos, mantenidos así con pegamento.

Es consciente de que es muy probable que en su casa lo sepan. Él nunca ha sido muy abierto con sus sentimientos, es de los que sería capaz de contarte su vida entera, pero sin ahondar en el por qué de sus traumas y sus cosas.

Pero lo saben, porque no pueden ser tan tontos, y si no lo sabían, después de la clase de Abril, la primera, está seguro de que ya no tienen dudas. Tampoco es que el pase de micros ayude, está seguro de que los nervios traspasaron la pantalla.

Pero él no ha podido hablar con ellos. Ese no es el orden natural en el que las cosas deberían suceder. Primero conoces a una persona, te gusta, le pones nombre a tus sentimientos y a tu relación en privado, se la presentas a tus padres y esperas que lo amen casi tanto como tú. No poder hablar con ellos, no saber qué están opinando fuera de que esté con un chico, con Martin, lo está matando.

tú, yo y nuestras posibilidades - juantin /majosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora