Qué pasó... (I)

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Rodaje nocturno

Petición de Twitter, y ya que lo tenemos fresco y es CORTO (no os acostumbreis, estoy loca), lo subo ya <3

Cuando acaba su última escena de la noche, a Blanca y a Carlos aún le queda casi una hora para terminar de grabar, pero le permiten irse. Lo desmaquillan, estando él casi en trance por el sueño acumulado, y se pone su ropa cómoda.

Una vez se ha montado en el Bolt e indicado la dirección de su piso, sus ojos se cierran como si llevara sobre las pestañas una pesada losa. Ha sido un día de locos.

Se ha permitido despertarse tarde, aunque sea por el rodaje nocturno que iba a tener, pero ha acabado pasándole factura cuando han salido a trompicones de casa para llegar a la entrevista con Chenoa. Aunque le haya encantado, ahora lleva un dolor de cabeza que no mejoró cuando tuvo que cambiarse después de una pequeña siesta para irse a un evento de los Javis.

Y de ahí ni siquiera ha podido quedarse al catering, sino que lo han recogido para las grabaciones. Por mucho que esté viviendo su sueño, ahora mismo lo único que le apetece es pillar la cama.

Paga con el móvil cuando está a punto de llegar, rascándose los ojos en el proceso. No ha querido mirar mucho las redes sociales, porque la pantalla siempre lo despeja en exceso y la única persona con la que le apetece hablar debe estar en el quinto sueño.

Se baja con un suave "adiós" y entra en el edificio a pasos pequeños. En el ascensor, se mantiene apoyado en una de las barras, mientras observa su cara en el espejo frente a él. Pone una mueca que se refleja al instante. Joder, con las ojeras que lleva podría vivir una familia de gnomos.

Entra en el piso con pasos pequeños y labios apretados. Deja la chaqueta donde primero pilla y echa un vistazo al único dormitorio de la casa. la sonrisa se abre paso por su rostro cansado con facilidad. Se ha quedado dormido esperándolo y con el móvil sin cargar sobre el pecho.

Pone ambos a cargar, con cuidado al quitárselo para no despertarlo, y vuelve a salir para ir al baño y cambiarse. Le llama la atención un cartel mal puesto en vertical sobre la mesa donde comen.

Se acerca con cuidado, descubriendo la caligrafía de su novio:

"Por si no te alimentan bien en ese rodaje. Tq, JJ"

Ha dejado un par de galletas gordas y un vaso de leche. Martin mira la hora. Ha llegado ya casi a las seis de la madrugada. Cenó sobre las once, en un descanso entre escenas, así que se muere de hambre después de tanto tiempo y tantas grabaciones.

Se zampa las dos galletas mientras se desviste y se queda en calzoncillos. No recupera su camiseta de tirantes blanca hasta volver a entrar a la habitación. Desliza los pies por el parqué hasta que llega al borde de su lado de la cama. Con cuidado de no despertarlo, apoya una rodilla en el colchón y se mete dentro, sin taparse con las sábanas que a estas alturas han quedado relegadas a los pies de ambos.

Su plan es acurrucarse lo más posible, pero sin pegarse demasiado para que no tenga calor y se despierte, o al menos que no le despeje su tacto.

Juanjo tiene otros planes. En cuanto Martin se coloca de lado hacia él, el maño suspira hondo y se gira sobre sí mismo. Aún tiene los ojos cerrados, quizá demasiado apretados para estar en el punto más profundo del sueño, pero eso no le impide estirar el brazo y, cuando localiza el cuerpo junto a él, atraerlo contra sí.

Con una facilidad casi pasmosa, sus cuerpos se entrelazan como si mucho tiempo antes hubieran sido uno, y el rompecabezas estuviera unido de nuevo. Así lo siente Martin, que suspira de alivio y se abraza más a él, pasando un brazo por su espalda.

De pronto él también siente caricias en el brazo desnudo, lentas y cuidadosas, seguidas por un beso sonoro en el lado del cuello donde el mayor se ha refugiado.

—Duérmete —pide, con un susurro que solo él podría descifrar.

—Lo mismo digo... —Su voz suena más ronca cuando susurra. Martin no necesita mirar para saber que frunce el ceño, aún con los ojos cerrados.

Se mueve un poco para acercarse más al cuerpo ajeno, ahora que sabe que a este no le molesta, y enreda sus piernas, a la vez que deposita un suave beso en el trozo de cuello al que tiene acceso.

Poco a poco y con esa calma que los caracteriza, sus respiraciones se acompasan, cayendo ambos en un sueño profundo.

Lo primero que distingue Martin cuando despierta es olor a guiso. Así, guiso, indeterminado, porque sus sentidos todavía están adormecidos. Lo segundo en lo que se fija es que ya no está rodeado por una marabunta de brazos y piel que lo hacen sentir en casa. Sin abrir los ojos, solo tiene que estirarse un poco para darse cuenta de que está solo en la cama.

Pone un puchero y se gira sobre sí mismo, estirándose de nuevo, mientras se replantea su vida. Si quiere irse el miércoles a ver a Stella Maris, le queda otra noche en vela para compensar la que no podrá estar en Madrid. Se mataría, pero le gusta demasiado lo que está haciendo.

—¿Estás despierto? —Escucha una voz susurrada, casi con miedo a poder estar perturbando su sueño.

—Sí... —Se pasa una mano por los ojos para quitar el sueño y las legañas—. ¿Qué hora es?

—Casi las dos de la tarde —musita—. A lo mejor ahora no te apetece una comida de cuchara, pero...

—No, es perfecto. —Se atreve, como un valiente, a abrir los ojos. Sonríe al verlo con su camiseta vieja y estira un brazo en su dirección—. Ven. ¡Ven, do! —insiste al verlo dudar.

Mordiéndose el labio, Juanjo no duda en meterse de nuevo en la cama, en su lado, y dejarse abrazar por un muy mimoso Martin. Es raro que él sea quien inicie el cariño, cuando lo hace es para pedirlo, más que para hacerlo él, así que lo disfruta y lo devuelve con besos por toda la cara.

—¿Cómo has dormido? —pregunta, cuando el último beso ha caído sobre sus labios más tiempo que el estrictamente necesario.

—Bastante bien. Y de una sentada.

Sonríe de forma automática. Está adorable hasta cuando le cuenta lo mucho que ha dormido. No puede no comérselo a besos. Primero la frente, luego muchos en la mejilla, uno en la nariz, hasta depositar el último en su boca, que lo espera con ansias.

El vasco profundiza el beso mientras sus manos vuelan solas a la parte inferior de su espalda, donde tiene acceso a piel suave. Juanjo suspira cuando los dedos de su novio acarician su espalda en círculos desordenados, hasta acabar haciendo desaparecer la camiseta.

El chico permite los besos unos segundos más, pero no tarda en volver a su lado de la cama, sonriendo ante el puchero de su novio.

—¿Qué tal el rodaje?

Los ojos de Martin no tardan en iluminarse, y durante los siguientes minutos la habitación se llena de caricias por parte del mayor, mientras el pequeño habla como nunca sobre las escenas que ha grabado, lo espectacular que está quedando todo y lo bien que se lo pasa. Todo esto acompañado de una mirada orgullosa que solo lo hace levitar un poco más.

Acaba su explicación volviendo a acercarse a su novio, besando su barbilla y quedándose semiabrazado a su cintura y rozando la nariz con la mejilla contraria.

—Sí que me apetece comer —habla, cuando llevan un rato sumidos en un silencio agradable—. Eso huele que alimenta.

—Normal, porque soy un súper chef.

—Tampoco te motives mucho, que te dicen a ti cosas muy bonitas... —Aprieta sus manos cuando lo levanta—. Y te las mereces todas —susurra a dos centímetros de su cara, le roba un beso y se va correteando hacia el espacio común del piso.

—Vaya cara tienes.

Solo le sale reír como un niño pequeño, con una sonrisa que no le cabe en la cara ni en el pecho, y volver a acercarse a él, antes de descubrir con qué nueva receta lo va a sorprender ese día.


Espero que os haya gustado. Estoy abierta a sugerencias, pero el próximo será otro qué pasó del que tenía ganas de dar mi versión

tú, yo y nuestras posibilidades - juantin /majosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora