Aquella mañana, Aspen estaba seguro que la mayoría de su tripulación seguiría afrontando el hecho de haberse desvelado y la resaca los iba a tener mal. Así que se levantó temprano y subió a revisar el barco.
Logró observar el amanecer y fue algo demasiado magnífico. Nunca se cansaría de verlo.
Estabas por preparar algo para desayunar antes de que los demás se despertarán cuando la vio salir de su camarote. Alexandria había escuchado su consejo y decidió ponerse su ropa. Era obvio que le quedaba grande, pero se las había arreglado para que le ajustara con un cinturón y botas.
Pero eso no fue lo que le sorprendió esa mañana, sino notar que su cabello rubio oscuro ahora no caía más allá de su espalda. Ahora solo llegaba a sus hombros en ondas. No pudo evitar pensar que ese aspecto le quedaba como anillo al dedo. Ahora lucía como una joven pirata que estaba a punto de ir a una nueva aventura.
Habían pocas mujeres que decidieran llevar el cabello corto, pero Alexandria lo llevaba bien y parecía decidida. Eso le agradó, porque se ajustaba a la joven impredecible que conoció. Tras haberle mencionado eso, ella no se enojó ni le gritó, solo se limitó a sonreírle.
Fue el primer gesto amable que vio en ella.
Entonces la invitó a la cocina a preparar el desayuno. Sorpresivamente ella aceptó y los dos fueron hacia la cocina. Aspen le explicó qué tipo de alimentos tenían y Alexandria escuchó con atención.
—No sé cocinar —admitió —. Pero puedo apoyar en lo que usted me diga.
Él no pudo evitar pensar en su origen. Era extraño qué una mujer de su edad no tuviera conocimientos en cocina. Sin embargo, decidió no preguntar.
Sus teorías sobre quién era realmente y de donde provenía comenzaban a aflorar en su cabeza. ¿Podría ser una joven de familia acomodada? Por su aspecto cuando la recibió en el barco, no parecía tener ninguna joya o algo que denotara su clase social. Solo esa ropa harapienta que le quedaba demasiado grande.
Ya en la cocina, Alexandria se quedó viéndolo expectante, así que Aspen sacó los insumos. Ese día se dedicarían a preparar una ensalada que había visto hacer muchas veces al cocinero del barco. No podía decir que era un excelente cocinero, pero no se le daba mal. Comenzó picando las verduras con las técnicas que había visto anteriormente y notó que Alexandria se le quedaba viendo con mucha atención.
—¿Quiere intentarlo?
Ella abrió sus ojos y con cierta cautela tomó el cuchillo qué Aspen le estaba ofreciendo. Él tomó otro y le pasó los tomates, mostrándole como cortarlos con mucha paciencia.
Parecía escuchar con atención y realizó cada cosa que Aspen le dijo a la perfección. Al final, ambos habían logrado terminar el platillo y fueron repartiendo. Habían más de cincuenta tripulantes en el barco, por lo que tuvieron que llevar la cuenta y dividirlo justamente para todos.
Ya debía de ser cerca de media mañana cuando salieron de la cocina y se encontraron ya a todos ocupados con sus diferentes actividades, sin embargo, algunos lucían bastante enfermos, tenían caras cetrinas y muy blancas. Aspen llegó alegremente a saludar a todos y empezaron a entregar los platillos que habían preparado. Muchos no parecían tener el aspecto de querer comer, pero tuvieron que aceptar el plato a regañadientes.
En algún punto del día, Alexandria perdió de vista al capitán, quien estaba en popa trabajando con el timón y otros marineros. Ella se encontró vagando alrededor del barco, buscando algo qué hacer. Comenzaba a aburrirse cuando vio que varios hombres estaban intentando subir por el mástil hacia la vela, algunos había logrado subir, los más delgados para intentar recoger el gran pedazo de tela blanca y enrollarlo. Solo había dos hombres hasta arriba que parecían lo suficientemente ligeros para estar a esa altura. Notó que un hombre mayor de cabello gris estaba gritándoles y buscando más apoyo de hombres que pudieran subir, sin embargo, la mayoría eran muy pesados y robustos.
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El mar que nos atrapa | Completa
RomanceCuando Alexandria Lovelace decide que el mundo en el que se encuentra no es el que ella quiere. Un mundo donde las mujeres siguen siendo monedas de cambio y solo con el objetivo de tener hijos, ella decide que su vida no tomará aquel curso. Así que...