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El día de Aspen se tornó demasiado ocupado cuando tuvo que quedarse en su despacho revisando mapas y leyendo infinidad de libros. Había estado en busca de nuevas rutas para llevar el Katherine a nuevos sitios. 

Su necesidad por nuevas aventuras lo hacía obsesivo a veces, por eso tendía a encerrarse por horas incluso días sin ver la luz de sol. En realidad, le gustaba estar en el mar, pero cuando se concentraba con sus mapas y libros, lo olvidaba todo. Ese día fue uno de esos, no salió a cubierta hasta entrada la noche porque necesitaba despejarse un poco. 

No era mucho de salir a las celebraciones nocturnas qué tenían sus hombres ya que no era algo que le gustara mucho. Prefería dormir temprano y despertar a primera hora en vez de tener que lidiar con una resaca. Las resacas eran de lo peor en especial cuando se despertaba en medio del mar en un barco que se movía demasiado. Incluso dejó que Willemby tuviera un día de tranquilidad porque no le solicitó ayuda. 

Sino fuera por su más reciente tripulante en el barco, estaba bastante seguro que no saldría tan seguido. Solía estar más tiempo en cubierta cuando ella no estaba, pero también solía encerrarse por días, ahora no lograba hacerlo. 

Solía verla vagar por cubierta, sin hacer mucho ya que sus hombres aún se negaban a dirigirle la palabra incluso cuando le guardaron respeto de aquella vez que subió a la vela del barco. Nadie tenía el valor suficiente y le tenían mucho recelo. Eso le daba solamente a Aspen su atención completa  y eso le gustaba. No sabía porqué. 

Al menos así fue hasta esa noche que decidió salir a saludar. No esperó encontrarse con la escena de Alexandria cantando junto a los marineros, dando vueltas en una danza. Era algo que lo dejó estupefacto de momento, viendo la escena. Ella daba vueltas alrededor, de la mano de Tristan riéndose y cantando con una voz que sonaba demasiado melodiosa. Como el canto de una sirena. Era algo obvio que tenía la atención de todos en ese barco y esa voz… Lo dejó congelado. 

¿Cómo había logrado ganarse la confianza de sus hombres? 

Entonces vio el vaso que sostenía con lo que debía de ser alcohol. No supo cómo ni porqué, pero la escena le provocó irá. ¿Qué creía que estaba haciendo? ¿Por qué le sonreía a todos esos hombres qué apenas conocía? 

Una furia comenzó a formarse como un fuego desde su estómago. Odiando el sentimiento, odiando qué ella apenas estuviera consciente de su presencia. Estaba tan absorta riendo con Tristan y los demás y eso enfureció más a Aspen. Ya sabía que Alexandria no era una mujer predecible, lo vio desde el primer día, pero eso era demasiado. 

De nuevo, su voz, su hermoso canto lo dejó distraído hasta que ella notó su presencia y todos los demás se detuvieron. Alexandria parecía sorprendida, seguro debía de estarlo. Porque esa era la primera vez que realmente veía el carácter de Aspen. Ni siquiera logró mantener una voz amable, solo le dijo a todos que se fueran a dormir y entonces ella salió hacia el camarote. 

No supo cómo pero terminaron encerrados en él con Aspen mirándola furioso. Necesitaba saber que pasaba por esa cabeza suya y porqué eso lo confundía tanto. A pesar de que hablaban todos los días, no conocía mucho de ella. 

—No logro entender qué es lo que quieres que diga, Aspen. 

Esa fue la primera vez que no le habló como capitán, sonó dura y molesta. No dejaba de mirarlo. Él tampoco estaba muy seguro de lo qué quería. 

Solo estaba enojado, furioso. 

—¿Es eso lo qué haces? ¿Vas por allí cantando y bailando con todos? 

Alexandria se echó hacia atrás ante su acusación, luciendo ofendida. 

—¿Qué es lo qué quieres decir con eso? ¿Qué soy una ramera? 

El mar que nos atrapa | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora