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Le gustaría poder decir que la decisión fue fácil, que se alejó del primer hombre al que había amado como si nada, pero lo cierto es que no dejaba de sentir un vacío en el pecho. Cuando Edmund regresó al almacén, la decisión ya estaba hecha. Alexandria sabía que la única forma de sacar a Aspen de eso era aceptar su destino.

Se casaría con Edmund Grayson.

Si tenía que sacrificarse para salvar a Aspen, lo haría. Solo debía convencer a Edmund de que dejara la idea de pedir dinero a cambio de Aspen. Sin embargo, le asustaba la idea de que casándose con él, Edmund se negara a liberarlo. Negó con la cabeza, tenía que convencerlo y sino eso sería lo último que haría. Habían pasado dos días desde que llegó ahí y no podía dejar a Aspen así de herido por más tiempo.

Así que ese día esperó a Edmund y cuando lo vio ingresar, se levantó tan rápido que lo agarró por sorpresa. Él le dio una mirada cargada de desconfianza al entrecerrar sus ojos, como si supiera que algo planeaba.

—Edmund, necesito hablar contigo.

Él se giró hacia sus hombres antes de dirigirle una mirada.

—Si voy a escuchar más de tus insultos, puedes ahorrártelo —dijo él.

—Me casaré contigo, haré todo lo que pidas solo cambio de una cosa: libéralo —señaló a Aspen.

Eso pareció llamar la atención de su ahora prometido porque se acercó a ella, sus ojos buscando algo de miedo en su expresión o el truco en sus palabras. Ella alzó la mirada hacia él, mostrándose lo más dócil que podía.

Entonces Edmund comenzó a reírse.

Alexandria cerró sus ojos por unos segundos, deseando con todas sus fuerzas quitar a golpes esa estúpida sonrisa. Como era de esperarse, para Edmund Grayson todo era un juego, un chiste. El dolor de los demás no era suficiente para generar empatía, él no conocía nada de eso.

—¿En qué momento has pensado que tienes algún poder para negociar conmigo?

Ella juntó sus labios, de verdad estaba intentando con todas sus fuerzas contener su temperamento. Edmund estaba tentando a la suerte. Sin embargo, la última vez que dejó que su temperamento la controlara el que pagó las consecuencias fue Aspen. Así que apretó sus manos en puños, conteniéndose.

—Si no es así, entonces ¿por qué me sigues amenazando con él?

—Necesitaba una forma de hacerte cooperar.

—Y ya lo estoy haciendo, ya no lo necesitas. Tú mismo lo has dicho, de igual forma nunca he tenido un poder para negociar contigo ¿o sí? Al parecer me iba a casar contigo así quisiera o no.

Él analizó sus palabras por unos segundos.

—Entonces ¿aceptarás cualquier término que proponga a cambio de salvarlo a él?

Si decía que sí, prácticamente estaría a su merced. Al deseo de que Edmund Grayson la destruyera de cualquier forma. Miró a Aspen inconsciente, si la única forma de salvarlo era esta. Era hacer un trato con el mismo demonio, lo haría.

Asintió.

—Solo si lo dejas irse.

—Tenía planeas muy interesantes, su familia podría darme una fortuna.

—Aun puedes cobrarla, mientras él siga vivo. Solo tienes que saber negociar y eso es algo que sabes hacer muy bien ¿no?

Se odiaba así misma por tener que recurrir a eso último, pero Edmund era un hombre bastante predecible. Solo él pensaría que es lo bastante inteligente para dominarla. Si ella se mostraba dócil y callada, quizá tenía una oportunidad.

El mar que nos atrapa | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora