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Los días en el barco sin duda se convirtieron en una nueva aventura para Alexandria desde el momento en que decidió subirse a aquel mástil. Nunca había estado tan segura de algo en su vida como en ese momento. Había tomado la decisión correcta al huir de esa boda y había llegado a un lugar donde podía ser ella misma sin miedo a ser juzgada. Al menos Aspen no la hacía sentir así.

Desde el día que hizo su gran hazaña, varios tripulantes parecieron congraciarse con ella. Ya no la miraban con tanto recelo e incluso eran mucho más cordiales, a excepción de Rupert, el único que no dejaba de mirarla con odio y desconfianza.

Era cierto que había obtenido el respeto de varios hombres a bordo, pero todavía nadie parecía ir más allá de esa cordialidad. Nadie estaba dispuesto a entablar una conversación con ella, excepto Aspen.

Era ya tarde y el sol comenzaba a desaparecer en el cielo cuando se encontró con un joven que seguía a Aspen a todos lados. Había escuchado su nombre muchas veces: Willemby.

Parecía ocupado con un par de cajas de madera que estaban en la cubierta, pero nadie lo estaba ayudando, así que Alexandria se acercó y recogió otra. El joven, al notar su presencia y quien lo ayudaba, abrió sus ojos mostrando sorpresa.

—Está bien, señorita, no tiene que hacerlo.

—No me molesta hacerlo. Willemby, ¿cierto?

El joven asintió.

—Usted es una dama y no debería preocuparse por estas cosas.

—Oh, no tengo ningún problema con ello. ¿A dónde llevamos estas? —señaló las cajas.

Willemby se quedó mirándola por un par de segundos, como intentando entender la situación, y después dijo:—A la cocina.

Pareció aceptar que ella le ayudara y entre los dos llevaron el material a la cocina, donde estaba el chef del barco preparando la cena de esa noche. Willemby y Alexandria regresaron a la cubierta, donde estaban los demás trabajando,. El joven le dio una tímida sonrisa.

—Gracias por su ayuda, no tenía que hacerlo.

—No es nada, es un placer ayudar. Después de todo, lo debo por la estadía aquí.

Sentía que tenía que ayudar en algo en respuesta a que Aspen la dejara quedarse. De otra forma, se sentiría como un parásito. Willemby asintió y Alexandria notó que el joven no parecía hablar mucho. Usualmente lo veía dar vueltas todos los días alrededor de Aspen, recibiendo órdenes y siendo el perfecto ejemplo de la disciplina. Le parecía un joven muy leal y honesto.

Ya en cubierta, observando desde la orilla el mar y el cielo ya oscuro, le dio una sonrisa a Willemby.

—Veo que usted es muy cercano al joven Aspen.

La pregunta lo sacó de sus pensamientos, porque enseguida mostró una sonrisa que demostraba afecto.

—Él me ha apoyado más que nadie en este mundo.

Fue una oración simple, pero para Alexandria eso decía muchas cosas. El joven Willemby parecía estar en un eterno estado de gratitud hacia su capitán, lo notó al ver el brillo de afecto en sus ojos ante su mención. Algo le decía muy en el fondo de su corazón que Aspen debió hacer algo grande para que este le diera toda su lealtad.

—El joven Aspen es… —se detuvo por un segundo pensando en las palabras correctas—. Me parece alguien interesante. Estoy muy agradecida con él por dejarme estar aquí.

—Es lo que él hace, siempre busca apoyar a todos. En realidad, no hay persona en este barco que no haya sido apoyada por él de alguna forma. Usted se sorprendería al ver la bondad de mi capitán.

El mar que nos atrapa | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora