Alexandria aún estaba asimilando el hecho de que Aspen llevara una vida oculta. Por eso, cuando él le confesó que era un duque, ella no podía creerlo. Siempre había sospechado que Aspen ocultaba algo, especialmente porque nunca mencionaba a su familia en sus conversaciones. Al igual que Alexandria, Aspen pertenecía a un grupo alto de la sociedad, lo que les permitía tener una vida de privilegios. Sin embargo, ambos parecían empeñados en huir de esta.
Ahora, Alexandria se daba cuenta de que tenían más en común de lo que pensaba.
Ella había huido de una eternidad de crueldad que le prometía Edmund y Aspen parecía huir de las reglas que le habían impuesto, de aquella vida planeada. O al menos eso creía ella.
La mano de Aspen tocó suavemente su mejilla, sacándola de sus pensamientos.
Estaba mirándola del otro lado de la cama, esperando su respuesta.
—¿Estás molesta porque no te lo dije antes? —preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
—¿Por qué habría de estarlo?Yo tampoco dije la verdad en un inicio.
Y también tenía una teoría sobre las verdaderas razones de Aspen para no confesarle la verdad. En el fondo, tenía el presentimiento de que él desconfiaba de ella, quizá por el título y poder que eso conllevaba. ¿Era posible que otras mujeres se le acercaran solo por eso?
—Es cierto y ahora estamos a mano, ¿no es así?
Aspen le sonrió, como si se hubiera quitado peso de los hombros. Sus ojos azules brillaron y a Alexandria le recordaron al mar cuando estaba tranquilo y quieto que apenas parecía real. Siempre se encontraba hipnotizada por esa mirada suya.
—Estamos a mano, Aspen Laightment Blackburn.
Él hizo una mueca. Ella sonrió.
—¿Qué sucede?
—Mi nombre suena demasiado bien en tus labios.
Ella se sonrojó. Por alguna razón, cuando él bajaba la voz de esa forma y la miraba de aquella manera intensa, sentía que estaba a punto de arder.
Y solo hasta ese momento, los nervios que venían persiguiendo a Alexandria desde que entraron a esa habitación juntos regresaron. No quería dormir sola, eso era un hecho, pero estar cerca, tan cerca de Aspen era como caminar por una cuerda floja con la posibilidad de caer al vacío. Sus ojos siempre eran esa indicación de que algo estaba a punto de pasar.
Era los ojos de una tormenta a punto de estallar, oscuros como el mar en la noche.
De repente el espacio en aquella cama del hostal era muy pequeño y Aspen estaba a solo centímetros, mirándola con un deseo que la hizo sentirse débil. Todo su cuerpo parecía responder al de él, como si su mera presencia tuviera el poder de controlarla. Él se puso encima de ella, sin aplastarla y la tomó de la cintura. Sus manos eran como estelas de fuego que apenas rozaban su cuerpo, pero que la volvían loca. Entonces Aspen se inclinó a besarla en los labios, un beso controlado, dulce. Como cuando se le da un dulce a un niño, Alexandria deseó más.
Ella se alzó para regresar el beso con más intensidad hasta que Aspen la detuvo, mirándola con sus ojos oscurecidos.
—Alexandria, no podemos...
—Aspen...—suspiró su nombre.
Sabía que cualquier palabra que saliera de sus labios iba a determinar las acciones de después. Era un momento de inflexión, una epifanía en la que Alexandria estaba segura de que no podía alejarse de Aspen y de que lo necesitaba en todos los sentidos.
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El mar que nos atrapa | Completa
RomanceCuando Alexandria Lovelace decide que el mundo en el que se encuentra no es el que ella quiere. Un mundo donde las mujeres siguen siendo monedas de cambio y solo con el objetivo de tener hijos, ella decide que su vida no tomará aquel curso. Así que...