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Si alguien le hubiera dicho a Aspen que una mujer acababa de subir el mástil de su barco hace días, él los hubiera tildado de locos. Había dejado a Alexandria en el transcurso del día para que pudiera disfrutar de los alrededores del barco, estuvo demasiado concentrado en sus actividades que no prestó atención de la joven hasta que escuchó gritos y silbidos de parte de sus hombres.

Todos se habían arremolinado alrededor del mástil, mirando hacia arriba. 

Tal fue su sorpresa de verla a ella ahí, trepando por una soga intentando llegar hasta arriba.

Sin duda aquel fue un espectáculo para todos, ya que no paraban de gritar idioteces y burlarse de ella. Aspen no daba crédito a lo que sus ojos veían y se puso tenso cuando la vio a punto de caer un par de veces.

¿Acaso había perdido la cabeza?

Pero no, ahí estaba ella mirando sonriente hacia el cielo y hablando con los jóvenes que estaban ahí. Sin duda, parecía que cada día con esa mujer iba a ser una aventura o un peligro inminente. Cualquiera que estuviera cerca de ella podía ser arrastrado y no dejaba de pensar que nunca conoció a alguien tan valiente. Las mujeres que conocía eran siempre tan educadas, bien habladas y delicadas. Alexandria, por otro lado, aunque parecía delicada y pequeña demostraba con sus actitudes tener una fuerza inquebrantable.

Podía ser educada y al mismo tiempo tener la audacia de lanzarse al mar profundo sin saber nadar. Eso le provocó una sonrisa.

Sí, estaba loca de remate.

El resto de la tarde se la pasó arriba, enrollando la vela del mástil sin dejar de sonreír. Rupert también la observaba con atención.

—Esa mujer nos va a traer muchos problemas, capitán.

—Dejala ser Rupert, es valiente, eso no le hace daño a nadie.

Ese comentario pareció ofenderlo.

—Es testaruda y parece creer que tiene el mundo a sus pies. Una mujer no puede actuar así.

Aspen estaba acostumbrado a escuchar ese tipo de cosas todo el tiempo de parte de sus tripulantes. Llevaba años haciéndolo y seguía causándole el mismo tipo de molestia. ¿Por qué siempre tenían que referirse hacia el género femenino como débil o problemático? 

Odiaba tener que escuchar como minimizaban a las mujeres o las reducían solo a el papel de esposas y madres. Él más que nadie estaba seguro de que las mujeres eran fuertes y que sin ellas el mundo no podría girar. Su madre en algún tiempo fue justo así, como Alexandria, valiente y determinada sin importar qué.

—Las mujeres deberían actuar como ellas quieran y nosotros no tenemos ningún derecho sobre ellas para decirles cómo hacerlo, Rupert.

Sabía que Rupert era un hombre ya grande, pero no dejaba de pensar en las mujeres solo como monedas de cambio. Para él no tenían más valor que en la cama, no más. No respondió al comentario de Aspen y se fue molesto.

Escuchó gritos de nuevo y vio que Alexandria estaba intentando bajar, Aspen se acercó a la multitud para verla bajar con más facilidad. Vio como muchos de sus hombres la observaban con una atención diferente, en algunos había admiración. ¿Era posible que se hubiera ganado su simpatía por aquel acto?

No supo en qué momento, solo terminó estando tan cerca del mástil para verla bajar que ella no lo notó, logró bajar sin problemas al menos hasta que estuvo a punto de tocar el suelo tropezó un poco y Aspen ya estaba ahí para sostenerla. Alexandria se quedó mirándolo con sorpresa.

Una sonrisa curvó los labios de Aspen.

—Es curioso…qué no se haya caído cuando estaba a metros del suelo, pero se viene a tropezar justo cuando ya llegó al suelo —comentó divertido.

El mar que nos atrapa | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora