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El momento en el que Aspen dejó de sostenerse contra ella fue cuando sintió verdadero miedo. El joven cayó de bruces contra el suelo y varios de sus hombres corrieron a ayudarlo. Lo levantaron para llevarlo a su camarote, Alexandria los siguió.

Willemby, quién estaba ya a la orden comenzó a quitarle las botas llenas de agua. Alexandria fue hacia el camarote pero Willemby la detuvo.

—Está bien, señorita, yo me haré cargo.

Pero ella no quería dejarlo solo. Se encontró mirando a Aspen con preocupación, seguía inconsciente.

—Quiero ayudar, por favor, Willemby, déjame hacerlo.

Debió notar la desesperación en la mirada de Alexandria porque terminó dejándola en el camarote. Ella se quedó mientras Willemby curaba las heridas de Aspen. Los dejó por un momento a solas ya que debía ir a buscar otras cosas para curar.

Alexandria se sentó en la cama, viendo a Aspen descansar. Willemby se había encargado de limpiar sus heridas y vendar su frente, donde se había lastimado. Un golpe de culpa la hundió al verlo tan indefenso. Si ella no hubiera salido a cubierta, no habrían caído al mar picado. Él se arriesgó por salvarla y logró qué saliera a flote, fue culpa de ella.

Tomó una de las manos de Aspen en las suyas, las lágrimas se acumularon en sus ojos. ¿Por qué había sido tan estúpida? Su impulsividad de nuevo estaba mostrando las consecuencias. A pesar de todo él primer instinto de Aspen fue salvarla, aunque eso significara morir en el intento.

Entonces sintió un leve apretón de mano de Aspen, como si sintiera su toque. Alexandria notó que él empezaba a murmurar en sueños, así que su primer instinto fue acercarse para escuchar lo que decía. Se inclinó sobre su pecho.

Estaba murmurando muchas incoherencias, pero entonces comenzó a decir entre quejas y sueños:

—Alexandria...

Ella apretó su mano.

—¿Aspen? Aspen estoy aquí.

Él volvió a murmurar su nombre, casi como una súplica.

—Estoy aquí, seguiré aquí contigo.

No estaba muy segura de que la siguiera escuchando, porque los sueños del inconsciente Aspen parecían pesadillas. Así que ella decidió quedarse ahí, sosteniendo su mano, esperando que despertara y la viera a ella ahí. No iba a irse hasta que estuviera bien.

Incluso cuando Willemby regresó y le suplicó que se fuera que no era necesario quedarse, Alexandria decidió seguir ahí. De alguna forma logró convencer a Willemby de que se fuera y la dejara cuidar de Aspen toda la noche.

El joven parecía dudoso, pero al final aceptó.

Entonces Alexandria veló por los sueños de Aspen. Se quedó sentada en una de las sillas más cercanas a la cama y en algún punto, el cansancio la venció.

***

Debía de estar en sueños, pensó Aspen, porque lo único que hacía era murmurar su nombre y escuchar a lo lejos una respuesta. Ella lo estaba llamando a la realidad y él trataba de llegar hacia ella, pero algo se lo impedía. No fue hasta horas después que logró abrir sus ojos, estaba en la oscuridad de su camarote y miró hacia los lados desesperado. Recordaba caer junto con ella al mar oscuro y perderla entre las olas. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad de su habitación, la vio y sintió el alivio recorrer su cuerpo.

Estaba sentada en uno de los sillones frente a su cama, al parecer se había quedado dormida porque ahora su cuerpo estaba inclinado del lado, en una posición que parecía incómoda.

El mar que nos atrapa | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora