Durante las siguientes semanas, el navío Katherina estuvo atravesando el mar con un clima que amenazaba la seguridad de todos sus tripulantes. La tormenta empezó un jueves de agosto y lo siguiente que vio esa tarde Alexandria fueron las grandes olas que amenazaban con mover el barco de manera que era casi imposible caminar en él.
Jamás en su vida había visto algo parecido.
El mar era enorme y parecía enojado, dispuesto a acabar con todo a su paso. Desde el inicio de la tormenta, todos le advirtieron a Alexandria que no saliera del camarote ya que había muchos peligros de caer al mar picado y ahogarse entre las olas.
No habría forma de salvarse. Estaban en medio de la nada y aquellas olas eran tan agresivas que nadie podría sobrevivir a una caída así. Incluso el pequeño Sam estaba resguardado junto con ella mientras su padre se encargaba de estar en cubierta. Le había pedido a Alexandria que cuidara de su hijo pequeño y ella no podía negarse. No lo haría.
Pero Alexandria se encontraba en una disyuntiva, porque quería ayudar pero no sabía cómo. Quería buscar a Aspen, pero él también se había perdido en la cubierta gritando órdenes a través de la fuerte lluvia y ayudando en la seguridad del barco. Debía de ser ya de noche cuando Sam había ido a la cama y Alexandria se asomó por la puerta.
Todavía podía escuchar la tormenta a través de la puerta y en su mente se reproducía la conversación que tuvo hace días con Aspen, todo sobre el control. Él le había asegurado que creía en su control, ¿entonces por qué no la dejaba ayudar? Miró al pequeño Sam, quien dormitaba en la cama tranquilamente. Había hecho una promesa, debía cuidarlo. Pero también estaba preocupada por todos.
Arropó a Sam como pudo y decidió salir, no sin antes asegurarse de poner seguro a la puerta en caso de que el niño quisiera salirse.
Al salir, no esperó encontrarse con una lluvia torrencial que apenas le permitía ver su camino a cubierta. El suelo estaba demasiado resbaladizo y estuvo a punto de caerse un par de veces. El barco no paraba de moverse hacia los lados debidos a las fuertes olas qué lo golpeaban a los laterales constantemente. Mareada pero decidida, Alexandria siguió en la cubierta en busca del capitán. Todos estaban ocupados bajando las velas y ahí fue donde vio a Aspen. Estaba al timón gritando ordenes a todos.
Apenas podía visualizar algo por la lluvia, pero notó a Aspen sosteniéndose fuerte del timón. Sus hombres corrían alrededor de la cubierta de un lado a otro, obedeciendo. Entonces, entre la lluvia y tormenta Alexandria vio como él viró el timón y el barco dio un giro qué tiró a todos los tripulantes hacia el lado izquierdo.
Ella no tuvo tiempo de reaccionar y su cuerpo cayó duramente contra el suelo. Todos los demás estaban igual. La fuerte tormenta ni siquiera permitía darles una visión. Sintió una mano ayudando a levantarla, era Willemby.
—¡Señorita! ¡no debería estar aquí! —gritó a través de la lluvia.
—¡Quería venir a ayudar! —señaló a Aspen.
Willemby parecía nervioso.
—¡No creo que sea una buena idea, mejor regrese a su camarote!
Intentó tomarla por el brazo para llevarla de regreso pero Alexandria decidió esquivarlo y se las arregló para salir corriendo. Fue en busca de Aspen, quien ya no se encontraba en timón, el joven estaba en una de las orillas del barco jalando una cuerda qué iba hacia el mar, ella llegó a él dando largas respiraciones.
Aspen la miró como si estuviera loca.
—¡Regresa al camarote, Alexandria! —gritó en un tono duro que denotaba frustración.
Ella negó con la cabeza.
—¡Vine a ayudarte! ¡Dime qué hacer!
Aspen negó, parecía bastante molesto.
—¡No! ¡Tienes que regresar, no es seguro!
Esta vez, al igual que Willemby, la tomó de la muñeca y quiso obligarla a regresar. Alexandria forcejeó con él pero le resultaba imposible. Era mucho más alto y fuerte que ella.
—¡Aspen, déjame!
—¡Tienes que regresar! ¡No seas testaruda!
Estuvieron forcejeando por lo que pareció una eternidad hasta que algo los detuvo. Hubo gritos de parte varios tripulantes, todos parecían ir dirigidos a ellos dos. Pero habían estado tan ensimismados en su propia pelea qué no se habían percatado. Cuando ambos giraron sus cabezas hacia el mar, vieron la gran ola que iba directo a ellos, al barco.
No tuvieron tiempo de reaccionar cuando esta los tragó enteros y los tiró por la borda.
Los gritos se escucharon lejanos para Alexandria cuando sintió el agua salada ahogarla varios metros debajo del barco. No podía ver nada, intentó nadar hacia arriba pero la oscuridad de esa noche y el hecho de no saber nadar se lo impedían.
Sentía como poco a poco el agua comenzaba a quitarle el último trago de oxígeno qué le quedaba y el miedo de morir dentro del mar oscuro y profundo la invadió. Entonces algo o alguien la jaló hacia arriba, llevándola a la superficie. Alexandria logró sacar su cabeza hacia afuera del agua y respiró.
Miró desesperada a sus lados, buscando a Aspen..
—¡Aspen!
No podía ver nada más que la luz lejana del barco y ya, logró mantenerse a flote pero las olas seguían hundiéndola de forma violenta. Intentó nadar sin mucho éxito hacia el barco qué no estaba tan lejos, esperando que la ayudaran. Apenas lograba flotar, no tenía experiencia en eso, sin embargo tenía que intentarlo sino quería morir.
El miedo de no ver a Aspen la embargó y cuando se acercó lo suficiente, encontró una de las cuerdas que él estaba jalando. Se agarró de esta como pudo y se amarró a ella solo en caso de que el mar volviera a hundirla, ella pudiera regresar.
Era difícil ver en esa oscuridad incluso con la luz que emanaba el barco, pero algo brilló a unos tres metros. Era la camisa blanca de Aspen.
Alexandria no dudó en lanzarse de regreso ya con la cuerda sosteniéndola y fue hacia donde vio a Aspen. Él estaba flotando por suerte, pero no parecía nadar, solo la corriente lo llevaba. Entonces vio que algo lo había golpeado en la cabeza cuando llegó a él.
—¡Aspen! —gritó desesperada, pero el joven no le dio ninguna respuesta.
Estaba inconsciente y sangraba. No sabía como sacarlo de ahí así que se quitó la cuerda y decidió atarla a él. Intentó llevarlo de regreso hacia el barco y gritó con fuerzas. Uno de los marineros los vio y gritó a los demás.
Las olas eran fuertes y seguían hundiéndolos, pero Alexandria no se iba rendir tan fácil. Necesitaba salvar a Aspen, era lo único que importaba. De alguna forma logró enredar a Aspen entre las cuerdas y los acercaron al barco. Entre varios hombres jalando la cuerda como polea los subieron al barco.
Alexandria sintió como Aspen se derrumbaba a su lado. Jamás en su vida había tenido tanto miedo.
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El mar que nos atrapa | Completa
RomanceCuando Alexandria Lovelace decide que el mundo en el que se encuentra no es el que ella quiere. Un mundo donde las mujeres siguen siendo monedas de cambio y solo con el objetivo de tener hijos, ella decide que su vida no tomará aquel curso. Así que...