8 | CAPITÁN NO HAY MÁS QUE UNO
Hazel
Como todos los martes, nos reunimos en mi habitación para ver cualquier partido deportivo que retransmitieran en directo por la televisión mientras cenábamos. Era algo así como una especie de ritual.
Invité a Mara a que se uniera a nosotros, pero me dijo que tenía que terminar algunos trabajos y que estaría hasta tarde en la biblioteca.
—¿Seguro que no quieres quedarte? —le insistí —. ¿Es por los chicos? Porque puedo decirles que no vengan.
—No, no —me interrumpió rápidamente —. No es por ellos, de veras. Es que tengo que terminar unos trabajos.
—Vale —suspiré, algo aliviada —. Pero ya sabes que si te molesta, o...
—Te lo diré —completó por mí. Su sonrisa titiló entre mi mejor amigo y yo y tragó con fuerza —. Pasároslo bien.
—Gracias —contestamos Jake y yo al unísono mientras salía de casa.
Una vez nos quedamos solos, Jake se tumbó sobre el pequeño sofá y comenzó a buscar el canal en el que transmitían el partido. Sus piernas largas sobresalieron por uno de los brazos de este.
—¿Crees que vendrá? —preguntó desde allí.
—Quién, ¿Tucker?
—¿Quién iba a ser sino? —frunció el ceño, concentrado en las noticias —. Ya sabes, ahora las cosas están chungas entre vosotros.
—No hay nada "chungo" entre nosotros —repliqué con los ojos en blanco —. Simplemente no hay nada. Y, la verdad, no sé si vendrá.
Pocos minutos después de preparar unos nachos con guacamole, le abrí la puerta a Shawn, a una torre de cajas de pizza, y a Louis Reid.
—Esto quema la hostia —se quejó Shawn, soltando las cajas de mala manera sobre la diminuta encimera de la cocina.
—¿Qué hay, Wayland? —me saludó Reid, uno de los novatos del equipo de hockey con su marcado acento escocés.
Apenas tuve tiempo para reaccionar y saludarlo de vuelta, porque por la puerta entró una persona más.
Tucker, con su melena castaña echada hacia atrás salvo un mechón rebelde, ocupó la mitad de la puerta.
—Hola —su mirada se incrustó en la mía.
Todos se quedaron en silencio, observándonos. Escuché el "crack" de un nacho siendo masticado.
Me aclaré la garganta y lo dejé pasar.
—Hola.
Tenso, dio un paso adelante y cerré la puerta. El resto se puso cómodo sobre el pequeño sofá, la alfombra y un puf que Jake traía a diario a mi habitación porque nunca tenía dónde sentarse y poco tiempo después decidió dejarlo definitivamente en mi salón.
—¿Dónde está la otra? —se interesó Shawn mientras le daba un trago a su cerveza. Se mesó su pelo negro —. ¿No va a venir con nosotros?
—¿Mara? —ahogué una carcajada —. Odia los deportes, y también la cantidad de testosterona que acumuláis siempre aquí.
Jake enarcó una ceja, apretujado contra Shawn en el sofá.
—No tienes oportunidad, Shawn —le dio una palmada amistosa en la espalda —. Mara preferiría salir con un orangután que contigo.
—Eh, un respeto por tu colega —replicó este, molesto.
El partido todavía no había empezado, así que nos tocó comernos la absurda cantidad de cinco minutos de anuncios.
ESTÁS LEYENDO
El destino de Scott
Novela JuvenilLa vida de Logan Scott es demasiado perfecta para ser real, o al menos es lo que siempre ha pensado, hasta que su carrera como jugador de hockey en la NHL empieza a culminar la fama tal y como su padre lo hizo años atrás, lo que conlleva algún que o...