29 | SUS PALABRAS
Hazel
Me desperté de un golpe al sentir algo en la espalda. Dando un respingo, miré a todos lados, desconcertada. Sentía la mano totalmente dormida, y entonces entendí por qué.
Había estado agarrando la de Logan durante todo el tiempo.
Una vez mis ojos se acostumbraron a la escasa luz que se colaba por la ventana, intuí que no debían ser más de las seis o siete de la mañana.
—No pretendía despertarte —el señor Scott, todavía con la ropa de anoche, estaba de pie, con las manos en los bolsillos y las ojeras marcadas. Señaló mi espalda —. Se te había caído la manta.
Tragué con fuerza, notando la suavidad de la tela.
—Gracias —musité, notando la garganta seca.
Ambos nos quedamos en silencio, mirando a Logan. Tenía el ceño ligeramente fruncido, como anoche. Las constantes permanecían relajadas, a un ritmo normal. El nudo de mi estómago se aflojó un poco.
—¿Se han ido todos? —me escuché preguntar tras un silencio incómodo.
—Brendan llevó a Mara y Jack al campus, y le he pedido a Matt hace cosa de una hora que se fuera a casa —¿Matt se había quedado toda la noche? —. Te ha traído un café, lo tienes ahí.
Sorprendida, advertí el vaso de cartón de café. Lo agarré, notando que ya estaba frío, pero agradecida igualmente.
—Lo siento —me disculpé, poniéndome en pie con los músculos agarrotados —. Debí quedarme dormida, y...
—No importa —me interrumpió —. Puedes quedarte todo lo que quieras, Hazel, pero deberías llamar a tus padres. Tu padre me ha llamado muy preocupado porque no contestabas a sus mensajes.
Mierda. Saqué el teléfono del bolso, que estaba en el suelo junto al sillón. Tenía quince llamadas perdidas de mi padre y otras cinco de Jake, además de un par de mensajes de parte de Mara y otros tres de un número desconocido, diciéndome que era Matt y que se había marchado.
De pronto me sentí de lo más egoísta por no haber contestado y haber preocupado a mis padres. Probablemente, mi padre vio el partido y lo que sucedió con Logan, y el señor Scott le habría puesto al día.
Lo guardé de nuevo. En cuanto saliese del hospital, lo primero que haría sería llamarlos.
—Está bien —comentó con voz rasposa, mirando hacia Logan con la mirada apagada —. El golpe fue tan fuerte que perdió el conocimiento. También han encontrado una pequeña lesión en el manguito rotador del hombro. Al parecer, llevaba teniéndolo durante un tiempo —dijo con la mandíbula apretada.
No pude evitar notar la rabia que teñía su voz, como si se culpara de lo que había ocurrido. Se me hizo completamente imposible, teniendo en cuenta la difícil relación que entablaba Logan con sus padres, quienes no parecían interesarse demasiado en quién era él, Logan Scott, el chico que adoraba el hockey, las matemáticas, los niños y dar lo mejor de sí mismo, y solo parecían quedarse con su aclamada reputación.
A veces tenía la sensación de que solo querían lo mejor para él para poder alardear de ello y mejorar su estatus social. Y era una verdadera pena, porque tenían un hijo maravilloso y no parecían darse cuenta de ello.
Pero, en ese momento, en el momento en el que Logan estaba en la pista...
Lo vi en sus ojos. El orgullo cada vez que marcaba un gol o hacía un buen pase. El terror segundos después, cuando su padre corrió hacia allí, en pánico. En cómo sus ojos perdieron esa chispa que compartían padre e hijo tan característica. En cómo ahora lo miraba como si se arrepintiese de no haber hecho algo antes de todo esto.
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El destino de Scott
Ficção AdolescenteLa vida de Logan Scott es demasiado perfecta para ser real, o al menos es lo que siempre ha pensado, hasta que su carrera como jugador de hockey en la NHL empieza a culminar la fama tal y como su padre lo hizo años atrás, lo que conlleva algún que o...