Epílogo

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EPÍLOGO

Dos semanas después

Hazel

Corrí hacia el salón con el corazón en el puño, completamente atacada, y el portátil preparado en la mesita frente al sofá, preparado.

Me temblaban las manos. Las tenía frías.

Podría tratarse de un momento totalmente normal, pero no estaba en mi casa. No era mi sofá, mi salón y, de hecho, tampoco era mi casa. Para ser honestos, ni siquiera llevaba mi ropa.

Una vez abrí el portátil y tecleé a toda velocidad, fui a preparar la página, pero un número naranja y bastante amplio captó mi atención por completo.

De la noche a la mañana, La peor apuesta había recibido más de siete mil lecturas y mil comentarios en la plataforma.

Me quedé completamente congelada.

Todavía con más necesidad de soltarlo a los cuatro vientos, minimicé con una pequeña sonrisa la ventana de la plataforma y, antes de clicar, tomé una gran bocanada de aire.

Eran las nueve y cincuenta y cuatro de la noche, pero él ya estaba conectado.

Con los dedos temblorosos, finalmente pulsé el icono gris, y en la pantalla apareció mi sonrisa favorita del mundo.

—Creía que nos veíamos a las diez —le recordé, el pulso acelerado retumbando en mis oídos y en todo mi maldito cuerpo.

—Yo también me alegro de verte —la voz adormilada de Logan envió una descarga eléctrica a mi cuerpo al instante. Estaba tumbado en su nueva cama, con un brazo tras la cabeza mostrando un bíceps bronceado y en forma. Tenía una sonrisa perezosa extendida en el rostro, además de una gorra del revés sobre su cabello dorado. Sonreí automáticamente —. ¿Cómo está mi chica hoy?

Acelerada, agarré el portátil y lo dejé sobre mis piernas, recostándome sobre el sofá.

Logan llevaba dos semanas en Vancouver, y aunque la mayoría de los días pasara demasiado tiempo pensando en él y echándolo de menos, hacíamos videollamada todos los días en cuanto llegaba a casa de sus entrenamientos y yo terminaba mi jornada de escribir tras mis clases. Era el único momento del día en el que podíamos coincidir para charlar y, aunque la mayoría de los días nos despertábamos y seguíamos todavía en videollamada, solíamos durar solamente un par de horas despiertos.

Sabía que era un tanto egoísta, pero sabía a poco. No era suficiente, aunque era mejor eso que nada.

—A punto de suspender otro examen de gramática —confesé con no tanta emoción.

—¿Va todo bien? —se preocupó al instante en el que vio mi sonrisa desaparecer, acomodándose él también —. ¿Quieres hablar de ello?

—La verdad es que no. Simplemente, odio esa asignatura y el profesor me odia a mí. Es algo irremediable —me encogí de hombros, estudiándolo. Parecía un poco más animado que los anteriores días —. Las cifras de la novela han subido mucho durante esta noche. Parece que a la gente le está gustando mucho —confesé un poco sin aliento, todavía sin asimilarlo.

Tras haber rechazado el contrato de Lauren, creí que muchas de mis lectoras de confianza me abandonarían en ese mismo momento. La noticia de que mi primera novela saldría en físico llegó a muchas de ellas, y mi primer instinto nada más dejarlo fue que me hundiría. Que no seguirían dándonos una oportunidad a mí y a mis historias. Que las había fallado a todas y cada una de ellas.

Pero tanto mi inseguridad como yo estábamos muy equivocadas.

Mi libro estaba en pleno auge, recibiendo cada vez más y más nuevas lectoras, y aunque pareciese un tanto superficial alegrarme por los números, por lo que realmente estaba contenta era por el recibimiento y el cariño con el que la habían acogido, ya que estaba aterrorizada porque Ethan y Harper no alcanzasen la expectativa que tenían en mí.

El destino de ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora