22 | Te voy a...

4.5K 332 218
                                    

22 | TE VOY A...

Hazel

—¿Así que sigues teniendo las pelotas en el lugar que tienen que estar?

Jake me lanzó una mirada mordaz. Yo apreté los labios.

—Eres la finura personificada —se burló tumbado en el sofá de su habitación, con una bolsa de guisantes congelados en la entrepierna, los apuntes en una mano y una cerveza en la otra.

—Pero ¿las tienes? —se interesó Shawn, asomándose desde la cocina con interés.

—Sí, las tengo —ladró Jake, quitándose los guisantes de encima y profiriendo un gruñido.

—Deberías dejártela un rato más —opinó Mara con una mueca desde el otro sillón, con su portátil sobre el regazo, cautelosa —. ¿Has ido al médico?

Jake, indignado, se puso en pie, doblándose del dolor.

—¿¡Se puede saber por qué a todo el mundo le interesa de pronto mis pelotas!? —explotó —. ¡Estoy bien!

—Las tienes que tener moradísimas —opinó Reid, metiéndose unos ganchitos en la boca. La herida de su codo ya estaba prácticamente curada, aunque no había vuelto a hablar del tema ni a dirigirle la palabra a Tucker.

Las cosas todavía seguían muy tensas.

Al parecer, el decano de la universidad y la junta directiva lo habían convocado esa mañana temprano para hablar del incidente. Nos habían ofrecido ir a dar nuestra versión pero, por suerte, la madre de Reid, Cecelia Reid, era miembro de la junta y entrenadora de atletismo, y estaba más que al tanto de la situación. Ella consideró coherente y astuto darle la oportunidad a Tuck de sincerarse o, por lo contrario, mentir, y demostrar qué tipo de persona era en realidad.

El tema me tenía bastante alterada. Cada vez que me desconcentraba del temario del examen de la siguiente semana, era porque recordaba a Jake doblándose sobre el regazo después de recibir un rodillazo, a Reid sangrando en el suelo, a Mara asustada y a Logan besándome.

Sí, ese último pensamiento me estaba torturando más de lo que debería.

Pero no había podido dejar de pensar en ello durante todo el día.

Me sentí ridícula. ¿A qué venía esa necesidad de volver a tenerlo sentado junto a mí, en el sofá o, ya puestos, en mi cama, y... charlar de lo que fuera? O comer helado y ver The Office, o escribir de nuevo con él a mi lado, o... no sé, cualquier otra tontería con la que sorprendentemente estaba cómoda con él.

Revisé mi teléfono con disimulo, como si no lo hubiese hecho ya unas cinco veces, para encontrarme las mismas notificaciones de su parte: ninguna. Resoplé, completamente decepcionada.

Vale, definitivamente, estaba paranoica. Por Dios, ¿desde cuándo me interesaba la vida del chico con el que me enrollaba? A ver, no es que fuese una pasota anti-emociones, pero normalmente solía verme con chicos para pasar el rato y ya está.

Lo que pasaba era que la vida de Logan era de todo menos normal y corriente, y aunque mi padre también fuese una celebridad como la suya, nosotros no llevábamos la vida de la familia Scott. No quise ni imaginarme lo aburrido que debía ser acudir a una de esas pujas, aunque, bueno, si tienes la suficiente pasta como para donar tres millones a la beneficencia, yo también lo haría.

¿Estaría allí su madre?

¿Lo estaría Emery?

Sacudí la cabeza y aparté ese pensamiento. No me interesaba en absoluto si lo estaba. No. Nop. Esa chica no me aportaba ni lo más mínimo.

El destino de ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora