Esa mañana Jackson se despertó con un terrible dolor de cabeza. Poco a poco fue recobrando la conciencia de la noche anterior. No estaba demasiado seguro de lo que había sucedido; ligeras pinceladas de luces, bebidas, cuerpos femeninos y música llegaron a su mente, causándole aún más confusión.
Cuando consiguió abrir los ojos por fin, se dio cuenta de que tenía una mujer a su lado. El único problema es que no sabía ni quién era. Decidió no darle importancia, se levantó de la cama y se puso los pantalones apresuradamente. Un vistazo rápido al reloj del despertador lo puso en jaque, pues su padre lo había citado para ese día.
Seguramente porque hacía dos noches, Jackson había sufrido un terrible atentado. Un par de hombres habían querido secuestrarlo, aunque por fortuna, no consiguieron su cometido.
Sin embargo, Percival, el padre de Jackson, no pensaba permitir que algo así volviera a suceder. Por eso, había tomado cartas en el asunto para prevenir un nuevo ataque.
Esa idea no le gustó para nada a Jackson, ¿ponerle un guardaespaldas a él? ¿Un genio de la ingeniería, próximo a tomar el mando de la empresa ArmTech Labs Company? No, él no podría verse débil, ni dejarse amedrentar por un par de intentos de maleantes.
Pero, a pesar de su negativa, su padre insistió. Así que no le quedó más que aceptar la reunión para conocer a la persona que designó para él.
Jackson bajó las escaleras apenas colocándose la camisa blanca por encima. Se sorprendió cuando encontró a la mucama abriéndole la puerta a su padre. Estuvo a punto de decir que no lo hiciera, pero fue demasiado tarde, Percival ya había entrado.
—¿Todavía no te has vestido? Ya están por llegar —reprendió molesto.
—¡Bah! Ya te dije que no necesito un guardaespaldas, mucho menos una niñera. Si querías ayudar al señor Colt, puedo hacerle una donación especial a su compañía.
Ya él sabía que le iban a designar a una mujer como su cuidadora, pues la ridícula idea de su padre (a su pensar), era que así pasaría más desapercibido.
—No digas ridiculeces Jackson, y cuidadito con faltarle el respeto a Colt o a...
Percival no pudo terminar de hablar pues en ese momento tocaron el timbre de la entrada. La mucama de nuevo se acercó a abrir y el hombre del que tanto hablaba Jackson entró en la casa, acompañado de alguien más.
A Jackson le importaba tan poco saber quién sería su nueva guardaespaldas que se dedicó a mirar el celular que tenía guardado en su bolsillo, en lugar de levantar la mirada hacia la mujer. "Seguramente debe ser una marimacha", pensó hastiado.
Solo le preocupaba su reputación de playboy, pues con treinta años, Jackson era uno de los hombres de negocios más deseables de la ciudad de Washington D.C.
—¡Tanto tiempo sin verte! ¡Y a ti! Has cambiado mucho —exclamó su padre.
Aquello hizo que su atención se viera más involucrada, pues hablaba como si la conociera de toda la vida.
Al levantar la mirada, los ojos azules de Jackson se encontraron con los de ella. Había algo en su mirada que se le hacía familiar, pero no fue capaz de reconocerla como sí lo hizo su padre.
—Hola, Jackson —saludó la chica con cierta timidez.
Por mucho que él trató de buscar alguna familiaridad en su rostro, no le sonaba más allá de nada. Sin embargo, no pudo negar que había algo en ella que le parecía ligeramente atractivo.
A él ninguna mujer se le podía resistir, y por sus pensamientos surgió la idea de que seguramente esa guardaespaldas terminaría igual que todas las demás. No obstante, jamás estaría con alguien como ella.
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La Guardaespaldas del CEO
RomanceJackson es el CEO más atractivo y codiciado de Washington D.C. pero no solo es perfecto físicamente, también es un genio; sus negocios van de la mano de la industria armamentista. Luego de estudiar ingeniería muchos años en el extranjero, regresa co...