CAPÍTULO 31: UN DÍA ESPECIAL

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Maxine estaba perdida en sus propios pensamientos mientras comía cereal con leche y veía su celular. Su hermana Georgia estaba sentada frente a ella y hablaba sin parar, pero la verdad era que su hermana mayor no la estaba escuchando en lo absoluto.

Su mente divagaba en los pocos y breves recuerdos que tenía de su madre. Constantemente se preguntaba si todo eso en su memoria no era más que producto de su imaginación y las reconstrucciones de lo que su padre le contaba.

—¡Maxi! No me estás escuchando —acusó.

—Lo siento, ¿qué me decías?

—Que a Jackson le pasó algo horrible ayer, le llegó el cuerpo de David a su casa.

A la chica se le aceleró el corazón al escucharlo. No dejaba de preguntarse si es que cometió un error al renunciar a su puesto de guardaespaldas con él. Pero sabía que era un peligro en más de un sentido, seguir a su lado.

—¿Qué? ¿Él está bien?

—Lo sabrías si siguieras cuidándolo como se supone —espetó de pronto.

—No creí que eso te importase.

—Es que todavía no me dices la razón de la renuncia, creí que ustedes eran mejores amigos.

Maxine sintió que su hermana había empezado a sospechar y eso la puso nerviosa.

—No tiene nada que ver con eso, es algo mío —respondió de forma evasiva.

—Bueno, de cualquier forma, no he podido verlo, creo que hoy no nos acompañará al cementerio por lo de mamá.

Georgia se puso de pie y tomó su celular, sin embargo, antes de que la pantalla se apagase, Maxine alcanzó a ver el nombre de Luke en el chat abierto que tenía.

Aquello le pareció extraño, pero no quiso preguntarle.

«Seguramente vi mal», se dijo a sí misma.

En ese momento Charlie salió del baño con una toalla, y entonces Maxine aprovechó para bañarse ella.

—Necesito un departamento para mí sola —susurró.

Luego de haberse duchado, se puso un pantalón de jean y una blusa negra para la ocasión. Acompañaría a su padre y sus hermanas hasta la iglesia para la misa que le habían organizado. Ella no era del tipo creyente, pero su padre sí, así que era su deber estar a su lado.

Luego de eso, irían al cementerio.

Ryan le había escrito en la mañana, ya sabía la ocasión y no podía desaprovechar la oportunidad para acercarse a ella. Se suponía que iban a encontrarse en la iglesia.

Las tres chicas y su padre se subieron a la camioneta negra y de vidrios blindados. Su padre se puso en marcha y en cuestión de veinte minutos ya estaban en la iglesia.

—Vayan entrando, chicas —les dijo Colt.

Charlie y Georgia lo obedecieron, pero Maxine se quedó detrás de él.

—¿Todo está bien, papá?

—Sí, claro que sí —le dijo dándole la espalda. Ella escuchó un sollozo y supo que su padre no estaba bien.

Lo abrazó con ternura, él se limpió las lágrimas y volteó a ver a su hija.

—Lo siento, ya no debería llorar.

—¿Por qué no? Yo la sigo extrañando también, como si se hubiera ido ayer.

—Te pareces tanto a ella —dijo con dulzura, acarició su cabello y le sonrió—. Tú eres la más parecida a Diane, y no solo en el físico, eres igual de testaruda —se rio.

La Guardaespaldas del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora