CAPÍTULO 48: SE CUMPLE EL SUEÑO

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Jackson se llevó a Maxine a un área retirada de la mansión, al otro lado de esta, donde estaba el jardín más privado. El corazón de la chica iba desbocado dentro de su pecho, pues sospechaba lo que él estaba planeando.

A pesar de eso, prefirió no decir nada para mantener la expectativa. El jardín al que la había llevado Jackson estaba adornado con tenues luces resplandecientes y flores azules iguales a las de la recepción. En la pequeña tarima donde detuvieron su andar, se encontraba una mesa con dos copas de vino blanco y una rosa roja puesta justo en medio. El romance se podía palpar en el ambiente, Maxine estaba encantada y no podía parar de sonreír.

—¿Qué es todo esto? —preguntó.

—Es el principio de nuestra historia de amor —declaró tomando su mano con dulzura—. Quiero que te des cuenta de lo enamorado que estoy de ti, que sepas que te amo y que he sido un tonto al no darme cuenta antes de lo que tenía a mi lado.

—Tengo que admitir que también he sido una tonta, todo este tiempo tuve tanto miedo de decirte lo que sentía, que yo... —Jackson se acercó y silenció sus labios con un beso.

Pronto el CEO la estrechó entre sus brazos y afianzó sus manos en las caderas de la chica, mientras sus bocas recorrían hábilmente la del otro en un beso apasionado.

Maxine se sentía en las nubes. Ahí, en el jardín de la mansión, donde las luces suaves y las flores exquisitamente perfumadas creaban una atmósfera de ensueño. Un silencio cómplice había envuelto la noche, mientras sus miradas se cruzaban con una complicidad innegable.

Sin necesidad de palabras, sus labios se volvieron a acercar con una ternura palpable. El mundo pareció detenerse en ese instante mágico. Sus bocas se encontraron con una suavidad que reflejaba años de deseo contenido y sentimientos profundos. El beso comenzó con la delicadeza de una caricia, pero pronto se avivó con una pasión irresistible.

Los labios de Jackson y Maxine se fundieron en un baile de amor y promesas, como si cada beso fuera un verso en el poema de su historia. Sus manos se entrelazaron con ternura, como si quisieran aferrarse a ese momento por la eternidad. El beso romántico se prolongó, como una melodía que se niega a desvanecerse, llenando sus corazones de amor y magia.

—Te amo Maxine Williams, estoy cien por ciento seguro de eso —susurró cerca de sus labios.

Ella acarició su rostro y suspiró desbordada de felicidad.

—Y yo te amo a ti Jackson Walton, eres el único hombre que he amado en mi vida.

Él recostó su frente contra la de ella y, seguro de la decisión que había tomado, se atrevió a sacar del bolsillo de su pantalón una pequeña cajita. Una que contenía un hermoso anillo de compromiso, pero no solo eso, para él era como una promesa contenida, algo que parecía destinado a hacer con ella.

Puso la cajita en frente de Max y la miró a los ojos. Ella no podía creer lo que estaba viendo, se había quedado sin palabras.

—Maxine Williams, eres mi mejor amiga, la única persona que me comprende plenamente. Durante mucho tiempo, te vi como aquella niña con la que compartía risas y secretos, sin imaginar que algún día te vería como la mujer de mis sueños. Ahora, con total certeza, sé que quiero compartir cada aspecto de mi vida contigo, deseando que estés a mi lado en cada nuevo día. Mi amor por ti es infinito, y por esa razón, hoy quiero hacerte la pregunta más importante: ¿Te casarías conmigo?

Max lo miraba con lágrimas en los ojos, una enorme sonrisa se formó en sus labios y solo pudo emitir una palabra...

—¡Sí!

Jackson la tomó nuevamente en sus brazos, se fundieron en un solo y sellaron la promesa de ese amor tan intenso con un beso apasionado.

Lo que siguió después dejó a ambos sorprendidos, pero más a ella, pues él lo había planeado así. Todos los invitados salieron de sus escondites y aplaudieron con euforia el romántico momento.

La Guardaespaldas del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora