CAPÍTULO 5: ESTOY BIEN

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Los gritos de su amigo se escuchaban tan lejanos para ella que ni siquiera los reconoció, pues en su mente, Maxine se encontraba en otra parte, un lugar tan distante como aterrador, que le traía el recuerdo de la peor experiencia de su vida.

Por un momento lo único que vio fue a sus compañeros cayendo uno a uno, la sangre y los disparos llovían como si fuese lo habitual. El miedo que sintió en ese entonces se apoderó de su cuerpo y la dejó paralizada sin saber qué hacer, y fue ahí cuando de pronto...

—¡Max! —Jackson la sacudió una vez más de los hombros, y en su desespero por ayudarla, lo único que se le ocurrió fue rodearla con sus brazos fuertemente.

La calidez de su abrazo y el palpitar de su pecho la hicieron volver a la realidad.

Se dio cuenta de que no estaba en Irak, y de que, en realidad, estaba segura en los brazos de Jackson. Las lágrimas empapaban sus mejillas, pero le gustó la sensación de su cuerpo contra el de él, así que, contra toda ética de trabajo, aprovechó el momento y se quedó así un rato más.

—¿Te encuentras bien? —preguntó una vez más.

—Sí, perdona por asustarte —susurró y se alejó de su pecho limpiando sus lágrimas.

—¿Qué fue todo eso? De repente parecías... no lo sé, como en otra parte.

Jackson estaba genuinamente preocupado por su amiga. Era la primera vez que la veía tan vulnerable, pues usualmente no era así. Se preguntó si esas explosiones habrán tenido que ver.

—No fue nada, estoy bien —le aseguró Maxine poniéndose de pie.

Él la imitó y también se levantó del sillón para seguirla, pero Maxine caminó a toda prisa hasta la cocina para servirse un vaso con agua.

Desde que volvió de Irak no había querido hablar con nadie de lo sucedido, ni siquiera quiso aceptar la terapia que le ofrecieron en el ejército, porque deseaba mentirse a sí misma y asegurar que estaba bien, pero, en el fondo sabía que esa era una gran mentira, porque ella estaba lejos de encontrarse bien.

—No puedes decir que eso no fue nada, claramente algo te pasa —refutó, persiguiéndola hasta la cocina.

Ella abrió la puerta del refrigerador y se sirvió el vaso con agua, ignorándolo en el proceso. Cuando se giró para encararlo, él todavía estaba esperando una respuesta de su parte.

—Max... —insistió.

—Olvídalo, no es nada.

—No, no puedo olvidarlo, te paralizaste, qué tal que eso te pase cuando esté bajo ataque.

Apenas Jackson soltó esa frase, se dio cuenta de que no sonó nada bien. Solo quiso expresar que le preocupaba que le pasase algo, sin embargo, sonó como que le importaba más su propia seguridad antes del problema de su amiga.

Maxine, por supuesto, interpretó aquello de la segunda forma. Frunció el ceño y puso el vaso de agua con más fuerza de la necesaria sobre la mesa.

—Si eso es lo que te preocupa, puedes estar tranquilo, no sucederá.

Se dio media vuelta y corrió hasta su habitación, cerró la puerta con fuerza y entonces se arrojó sobre el colchón sintiéndose estúpida y miserable.

¿Cómo es posible que no haya podido olvidar a Jackson después de todo ese tiempo? Su corazón se arrugó dentro de su pecho y quiso llorar, pero se contuvo.

Era claro que se había vuelto un idiota, así que tendría que arrancárselo del pecho si quería hacer bien su trabajo.

Con esa idea en mente, se echó a dormir hasta que su despertador sonó a la mañana siguiente con el típico sonido de trompeta militar.

La Guardaespaldas del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora