Habían pasado un par de días luego de aquel almuerzo tan incómodo entre los Williams y los Walton. Sin embargo, Jackson no paraba de pensar en lo último que había visto. A Maxine sonriéndole a Luke y su amigo, peligrosamente cerca de ella.
Definitivamente no le había gustado nada de eso, pero ni siquiera había tenido tiempo para confrontar a Luke, después de todo, ¿qué se supone que iba a decirle? «Luke, aléjate de ella. Sé que no tenemos nada, a pesar de que pasaron cosas, y que estoy con su hermana, pero no te quiero ver ni respirando cerca de Maxine porque reviento de celos», pensó de forma irónica y bufó.
Ese día estaba en una oficina aledaña, todavía la policía no le había dado ninguna señal acerca del paradero de David Ferdinand, el ingeniero desaparecido en el incendio. De lo que sí estaban seguros, era de que no había fallecido en el laboratorio.
Jackson jugueteaba en sus manos con un microchip donde tenía toda la información almacenada sobre el proyecto SAEM. Agradeció a su ingenio, haber podido recopilar todo allí, para él no era un problema volver a hacer todo, sino, empezar desde cero, y aparentemente, esta vez iba a tener que hacerlo solo.
Se debatía internamente con una idea que le venía rondando desde hacía un tiempo. Esconder ese chip a simple vista y asegurarlo en un lugar donde; si es que los terroristas lograban dar con él, entonces se llevaría a la tumba todo, y solo quedaría el chip bien asegurado.
Ahora que el panorama para su empresa y su invento se veían muy amenazados, la decisión se le hacía más clara que nunca.
Sacó del cajón cerrado con llave en su escritorio, un pequeño collar con una piedra brillante, un zafiro azul intenso puesto en un delicado collar color plata. Jackson había mandado a fabricarle una pequeña entrada en la parte superior, imperceptible a simple vista.
Tomó el microchip y lo introdujo en el espacio con suavidad. Nadie lo vería, nadie sabría que estaba ahí. Ahora debía conseguir a alguien para portarlo.
La opción más obvia, y la que cualquiera diría en su situación, hubiese sido su novia, Georgia. Sin embargo, Jackson miraba el zafiro y sabía qué cuello era el adecuado para portarlo. Ella era la única que podía tenerlo y estar seguro, sin siquiera saber lo que cargaba.
Tomó su celular y estuvo a punto de llamar a Maxine, no obstante, se arrepintió, temeroso de recibir una respuesta negativa de su parte.
El día de mañana iba a ser el día del aniversario de muerte de su madre. Desde que se fue a los dieciocho, no había vuelto a pasar un día como ese a su lado, pero ahora, su corazón le decía que lo correcto sería acompañarla. Sin embargo, se vio como un tonto mirando su número en la pantalla, incapaz de presionar el botón.
—¿Qué diablos me pasa contigo, Max? ¿Por qué no puedo simplemente llamarte? —se preguntó en voz alta.
En eso, el intercomunicador que lo conectaba con su secretaria se activó.
—Dime, Rose.
—Señor, tiene una visita de su madre.
«¿Qué querrá esta mujer ahora?», se preguntó.
—Dile que pase.
—Muy bien señor Walton.
A los pocos segundos, la madre de Jackson entró en la oficina con una sonrisa y contoneando las caderas, como era típico de ella.
—Hola, hijo mío —saludó.
—Hola, madre —respondió escondiendo la cajita con el collar en el cajón otra vez.
—¿Así me vas a saludar? Ponte de pie y recibe a tu madre como se debe.
Jackson se echó a reír e hizo lo que su madre le pidió.
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La Guardaespaldas del CEO
RomanceJackson es el CEO más atractivo y codiciado de Washington D.C. pero no solo es perfecto físicamente, también es un genio; sus negocios van de la mano de la industria armamentista. Luego de estudiar ingeniería muchos años en el extranjero, regresa co...