Maxine esperó una hora en esa cabaña como una completa tonta. Luego de echarse a llorar por lo que había sucedido con Jackson, se limpió las lágrimas y decidió que no se quedaría más tiempo.
Ya había establecido un límite con él, y no podía estar retrocediendo cada vez que sus sentimientos le ganasen. Buscó el dinero que le había dicho y llamó un taxi que demoró diez minutos en llegar.
Sabía que no podía regresar a casa, además no quería enfrentarse a Georgia. El taxi la llevó hasta una zona más transitada de la ciudad; terminó por bajarse en la "Freedom Plaza" y vagó por el lugar sin tener idea de a dónde ir.
Su mente y su corazón estaban confundidos, se sentía realmente mal por haberle dicho a Jackson que solo quería una amistad, pero no podía dejar de pensar en Georgia, después de todo, ella era su hermanita menor, se suponía que tenía que protegerla, no ser la causante de verla sufrir.
Suspiró con pesadez mientras veía hacia el imponente edificio del capitolio, de pronto, su celular vibró en el bolsillo de su pantalón. Era Ryan.
—Hola, soldado, ¿a qué debo su llamada? —preguntó con una sonrisa en los labios.
—Me quedé preocupado por ti, quería saber cómo estabas.
—Gracias por eso, de hecho, no tienes idea de lo bien que me hace escuchar tu voz ahora —le dijo sintiendo que ya sabía a dónde debía acudir.
Si ella misma había levantado un muro para alejar a Jackson, entonces debía cumplir con ello y olvidarlo de una buena vez. Pensó que quizá Ryan era la clave para eso.
—¡Oh! Qué sorpresa saber eso —le admitió. Él también sonreía al teléfono, sabiendo que ahora podía estar más cerca de su amiga.
Y es que su llamada no fue producto de la mera casualidad. Ryan sabía perfectamente dónde se encontraba Maxine, todavía tenía en su poder el teléfono clonado con el que monitoreaba sus movimientos. Sabía que una llamada adecuada en el momento exacto podía acercarlo a su verdadero objetivo.
—En realidad, estoy un poco perdida, ¿estás ocupado?
—Para nada, ya he terminado mis labores.
—¿Puedo quedarme en tu casa esta noche? —preguntó directamente.
—Claro que sí, mi casa siempre estará disponible para ti.
Maxine sonrió, y luego de ubicar otro taxi, se fue hasta la casa de Ryan.
El rubio ya la esperaba en la puerta, vio cuando se bajó del auto y esperó a que ella tocase. La casa de Ryan era modesta y del común, pintada de un azul royal con blanco y sus banderas de los Estados Unidos ondeando en cada extremo del techo, era imposible confundirla.
Ella caminó hasta la entrada y apreció el pequeño porche con una mecedora vieja y una planta de helecho colgante. Aguardó un minuto entero antes de que su amigo abriese la puerta.
—Bienvenida —saludó.
Esa era la primera vez que ella pisaba esa casa, aunque él le había contado sobre su hogar muchas veces. Se supone que le pertenecía a su abuela, pero ella ya había fallecido y se la heredó. Los padres de Ryan eran un misterio para Maxine, pues él nunca hablaba del tema.
Se sorprendió al descubrir que estaba muy bien cuidada, aunque se notaba que le había pertenecido a una señora antes que a él.
—Gracias por dejarme quedar en tu casa, no tenía a dónde ir —admitió con un suspiro.
—Sabes que siempre puedes contar conmigo. Aunque, creí que te habías ido con Jackson.
—Solo lo acompañé —mintió—, necesitaba mi ayuda después de lo que pasó.
ESTÁS LEYENDO
La Guardaespaldas del CEO
RomanceJackson es el CEO más atractivo y codiciado de Washington D.C. pero no solo es perfecto físicamente, también es un genio; sus negocios van de la mano de la industria armamentista. Luego de estudiar ingeniería muchos años en el extranjero, regresa co...