CAPÍTULO 24: NO QUIERO ESTAR A SOLAS CONTIGO

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Para Maxine estar en esa cabaña era como un extraño dejavú. Su corazón latía acelerado, recordando lo que había pasado con su amigo la última vez que se quedaron a solas en una casa.

Tragó en seco e intentó pretender que no estaba nerviosa de poner un pie en ese lugar.

Jackson por su parte solo pensaba en el proyecto en ese momento. Su cabeza daba vueltas y no podía aclarar los pensamientos. Necesitaba saber qué había pasado con la información, los prototipos y, sobre todo, con David.

Odiaba que su padre lo hubiese mandado a un lugar alejado, otra vez, como si él no fuese capaz de manejar la situación.

Entró a la pequeña casa sin pensarlo demasiado y arrojó el bolso que traía colgado del brazo. El efecto de esa acción fue que una fina capa de polvo se levantó del suelo.

Jackson se giró esperando ver a Maxine dentro de la cabaña, pero, para su sorpresa, ella seguía afuera, temerosa de entrar.

—¿Qué haces ahí? Vamos.

—Hay una cámara de circuito cerrado en este lugar —dijo ella señalando el techo.

—¿Qué? —Jackson se asomó fuera y vio donde le indicaba.

Había un cable tan delgado y transparente que era casi imperceptible y se conectaba a una pequeña camarita de al menos tres centímetros.

»No puede ser —murmuró en shock.

—¿Qué?

—¿Sabes a cuantas chicas traje a este lugar?

Maxine lo miró con cara de pocos amigos y rodó los ojos.

—No puedo creerlo —refunfuñó y dio media vuelta lista para alejarse de ahí.

—Espera, Max, ¿a dónde vas?

Jackson la siguió, tomó su brazo para evitar que se fuera, pero ella no quería detenerse.

»¡Max! No te vayas, ¡vamos, no seas tan infantil!

El comentario la hizo explotar. Se dio media vuelta y sacudió su brazo para deshacerse del agarre de su amigo.

—¡¿Es en serio?! El único que se comporta como un niño aquí eres tú. Ni siquiera eres capaz de respetar el santuario de tu padre —espetó hirviendo de celos.

Y es que Maxine estaba harta de enterarse de todas las conquistas de Jackson, pero, por encima de todo eso, estaba harta de ver como su hermana se le lanzaba encima cada vez que tenía oportunidad, en especial después de lo que había pasado entre ellos.

—Maxine Williams, ¿estás celosa acaso? —cuestionó con una sonrisa divertida.

—No todo en el mundo gira a tu alrededor, ¡insufrible niño rico y privilegiado!

—¿Ah no? ¿Entonces vas a hacer de cuenta como que la noche que pasamos no existió? —soltó de pronto.

Maxine no esperaba tener que hablar de eso con él tan pronto. Sintió un frío recorrer su espalda, y ya no supo qué decir.

—Eso no tiene nada que ver. —Fue todo lo que se le ocurrió decir.

Jackson se acercó peligrosamente a la chica, que, de repente se sintió diminuta, e incapaz de poner distancia entre los dos. Su corazón iba a toda velocidad, pues Jackson parecía dispuesto a derribar todas las defensas que ella se esforzaba por levantar.

—¿Me vas a decir que no sentiste nada?

Los pensamientos de Maxine eran un torbellino, se debatía entre las ganas que tenía de arrojarse a sus brazos y el deber que sabía que tenía que cumplir con la lealtad a su hermana. Negó con la cabeza lentamente y tragó saliva.

La Guardaespaldas del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora