25.- Esa cosa

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 945.


25.- Esa cosa

Le estaba esperando a la salida de clase, con el peso recargado contra la pared, la mochila al hombro y el ceño fruncido, alerta. El corazón le dio un brinco en el pecho, aunque ahora estaban saliendo juntos no esperaba ese detalle. Nathaniel le vio y le sonrió, no era la misma sonrisa contenida e insegura que le había mostrado hasta el momento, era una abierta y alegre que hacía que las mejillas se le sonrojasen. Le faltó el aire y por un momento temió que apareciese alguien para tirarle papel higiénico mojado y le insultase por maquillarse y fijarse en un chico. Ya no estaba en su anterior instituto, aquello no volvería a repetirse.

Se despidió de sus compañeros de clase y bajó las escaleras junto a quien, ahora, era oficialmente su novio. Se mordió el labio inferior para tratar de sofocar la risita boba que le provocó pensar en Nathaniel como su novio.

—¿Vamos a ir a la cafetería? —le preguntó feliz.

—Hoy no —contestó Nath y enredó sus dedos con los de Marc—. He estado trabajando un poco mientras estabas enfermo. Vamos a mi casa y te lo enseño.

»Son un par de páginas y algo de storyboard, hay mucho trabajo por hacer, pero.. en fin —soltó encogiéndose de hombros—. Tenemos que ver si nuestras ideas encajan.

Y encajarían, Marc no tenia ninguna duda. Nathaniel era un buen dibujante y con el paso del tiempo sería muchísimo mejor, si es que seguir aquel camino era lo que deseaba de verdad. Sería feliz estando a su lado y ayudándole a lograrlo.

—Te aviso que mi habitación es un desastre, no está ordenada como la tuya y que tengo material de dibujo por todas partes —confesó avergonzado, vivía rodeado de su propio caos creativo—. Así que ahórrame las bromas.

—No me importa, sólo son cosas.

Nath vivía realmente cerca del instituto, en un edificio de aspecto lujoso y enormes ventanales. Se sintió un poco intimidado, en un lugar como aquel su familia no podría alquilar ni una habitación. Se dejó llevar hasta el interior y se sorprendió al ver que no era un bloque de pisos, si no que era una casa unifamiliar. Sus padres debían ganarse la vida muy bien para poder costear aquel lugar.

—Nathaniel.

Sintió la mano de Nath crisparse sobre la suya, pero no le soltó. Marc observó con curiosidad al hombre alto de mueca estricta y cortos rizos rojos que les miraba desde el fondo de la sala. Suponía que era su padre, se parecían.

—Venimos a estudiar —mintió, Marc asintió, no sabía porque necesitaba mentirle a su padre, pero él le apoyaría—. Tenemos examen.

—No es Alix.

—Es Marc —musitó, la mano le temblaba, Marc se la apretó con suavidad—. Es mi...

—No te atrevas a pronunciar esa palabra.

El tono brusco y autoritario intimidó a Marc, se esforzó por mantenerse erguido, por no encogerse y tratar de desaparecer. Quería seguir siendo un apoyo para Nath y no lo sería si dejaba que el miedo le doblegase.

—Papá.

—¿Qué haces con esa cosa?

—¡Papá!

—Nathaniel Kutzberg, sube de inmediato a tu cuarto —ordenó, su voz resonó como si viniera de todas partes—. No quiero que esa cosa vuelva a pisar nuestra casa.

Hablaba de él. La primera vez que había dicho aquellas dos palabras «esa cosa» tuvo la impresión de que se las escupía a la cara. Ahora no quedaba ninguna duda de que le consideraba una especie de ser inferior. Ya conocía esa sensación, no era la primera vez que se topaba con ese tipo de rechazo directo y visceral.

—¡No hables así de Marc! —gritó. Marc quiso decirle que no pasaba nada, que volvería a casa y ya se verían por la mañana en clase—. Le quiero, ¿vale?

—Estás diciendo estupideces, Nathaniel. Tú no sabes lo que es querer a alguien.

—¡Basta! ¡Ya basta!

Marc dio un saltito sobresaltado. Nunca había visto a Nath tan enfadado, ni siquiera cuando arrancó las páginas de su cuaderno al creer que se estaba burlando de él. Su mano estaba tensa, sudada y temblorosa. Quería sacarle de allí, pero no se atrevía a decir nada, le daba miedo empeorar la situación.

—¡Me voy! ¡Me largo! ¡Estoy harto!

—Si te atreves a cruzar esa puerta...

No oyeron el resto de la amenaza. Nath le arrastró hasta la calle. Estaba furioso, tanto, que Marc empezó a temer que le akumatizasen. La situación había sido incómoda y muy violenta. No era la primera vez que le faltaban al respeto, pero sí la primera vez que la persona que estaba a su lado le defendía con aquel ímpetu.

—Lo siento —farfulló arrastrándole por la calle—. Mierda. Lo siento. Marc, lo siento.

—Para, Nath. —Clavó los talones en el pavimento y logró que dejase de caminar—. Deja de disculparte. No has hecho nada malo.

—Es culpa mía. Sé que mi padre es intolerante, pero no esperaba que te tratase así.

»Yo, entendería que no quisieras volver a verme. Soy un cobarde, no he podido ni ¡yo que sé! no te he defendido.

—Sí que lo has hecho —contestó—. Y le has dicho que me querías. Eso no es lo que haría un cobarde.

Se le incendió la cara. Era verdad. Lo había dicho y lo sentía así, pero la sensación de que podría haber hecho más por defender a Marc le agobiaba.

—Anda, vamos a mi casa —susurró—. Allí estaremos tranquilos. Por favor.

Asintió, aunque la idea de que los padres de Marc le tratasen de la misma manera en que el suyo acababa de tratar a Marc le cayó encima como una losa.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! A lo mejor los padres de Nath son un amor en el canon, pero necesitaba a gente siendo prejuiciosa y homófoba por aquí.
Nos leemos.


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