21.- Huir

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 850.


21.- Huir

Los Éclair habían dado paso una sorprendente lluvia de ideas. Nath siguió bordeando el tema de incluir a Inverso, lanzando motivos para su akumatización a los que Marc respondía con una suave sonrisa antes de cambiar de tema.

Quería enmendar su error, más allá de poder trabajar juntos en aquel proyecto, quería recompensarle por haberle obligado a conocer su peor versión. Restituir su dignidad en cierto sentido.

Todo aquello había empezado con el diario de Ladybug. Sin ese cuaderno él habría seguido mirando de vez en cuando al chico raro con maquillaje que prefería estar sentado a solas en las escaleras, y jamás habría tenido un compañero con el que podía trabajar y que escribía unas historias increíbles.

—¿Podrías prestármelo? —preguntó señalando su almohada.

Marc observó con timidez el cuaderno que contenía el diario de Ladybug, las páginas que Nath había arrancado seguían asomando entre las demás como si le estuviera sacando la lengua, burlándose de él y de aquella idea estúpida de proyectar sus sentimientos en Ladybug.

—Sólo son tonterías —musitó inseguro.

—Me gustaría poder leerlo de nuevo —continuó como si Marc no hubiese hablado—. Esta vez quiero hacerlo desde la perspectiva correcta. Ahora sé que no es de Ladybug, que no es ella quien está hablando.

»Yo... me concentré tanto en creer que ella me quería que no lo leí de verdad.

—Las palabras siguen siendo las mismas, las personas son diferentes.

Los ojos azules de Nath se toparon con los suyos.

Marc se preguntó si había entendido lo que acababa de insinuarle. No quería decirlo abiertamente, no quería echarlo a perder ahora que tenían una amistad que les permitía bromear el uno sobre él otro sin que doliera, tampoco quería dejar de trabajar con él. Se conformaba con eso; con ser amigos y compañeros en un proyecto.

Nath miró el cuaderno, con sus páginas arrancadas mal acomodadas, y estiró el brazo hasta que sus dedos rozaron las tapas negras y lo sacó con cuidado. Abrió la tapa y observó la primera página.

—Has puesto tu nombre.

—Marinette lo borró para que no supiera que era mío —contestó encogiéndose de hombros—. Lo he vuelto a escribir ya no hay ningún secreto que guardar.

»Puedes llevártelo si quieres, no importa.

Así no tendría que esforzarse por ignorar su existencia, mientras estuviera en manos de Nath no estaría tentado a seguir escribiéndolo.

—Gracias, lo cuidaré bien. —Los labios de Marc se curvaron en una sonrisa que le empujó a añadir—: Prometo no arrancar ninguna página, ni hacer nada extraño. Lo cuidaré como si fuera... ah.. ¡mi material de arte!

Marc estalló en una carcajada sincera que quedó interrumpida por un ataque de tos.

No sabía qué era, pero había algo en aquellos enormes ojos verdes vidriosos, en las mejillas teñidas de rubor y los labios enrojecidos por la fiebre, incluso en la nariz irritada que le aceleraba el corazón. Se pegó el diario al pecho como le había visto hacer a Marc. Se sentía nervioso y un poco inseguro. Se levantó de la cama.

—Debería irme ya —soltó de repente—. Tengo que estudiar y hacer un montón de deberes.

—Gracias por haber venido a verme, me moría del aburrimiento.

—Sí, bueno, cómete el Éclair que queda.

—Lo haré.

Iba a revolverle el pelo, pero se detuvo. Se inclinó y presionó sus labios contra los de él.

—L-lo siento. Perdón.

Recogió sus cosas con movimientos rápidos e imprecisos, se colgó la mochila al hombro y caminó deprisa hacia la puerta. Quería poner distancia con él, quería estar lo más lejos que le fuera posible hasta que volviera a casa.

—Perdón. Mejórate.

—Nath.

No se quedó para descubrir qué quería decirle.

Corrió hasta el Louvre, cruzó el control y llamó a la puerta desde la que Alix le miró con una ceja enarcada. La última vez que se había presentado así en el Louvre había sido por lo del diario y ahora, semanas después, lo hacía de nuevo por comportarse como un idiota.

—Dios, qué cara más roja. ¿Te avergüenza haberte perdido mi victoria?

—Alix, le he besado.

—¿Qué? ¿A quién? No, espera. —Se hizo a un lado y le invitó a entrar—. Es mejor que hablemos en el despacho de mi padre.

La siguió por el largo pasillo y agradeció en silencio cuando la puerta se cerró tras ellos.

—He besado a Marc —dijo antes de que ella le preguntase.

—Ni que fuera el primer beso que das. Cuando me das besos a mí no montas este drama.

Nath puso los ojos en blanco, ya sabía que le estaba provocando para que fuera claro, aunque se imaginase lo que había ocurrido.

—A ti no te doy besos en los labios —soltó y sintió como su cara volvía a encenderse.

—¿Y qué ha pasado después?

—Nada. He huido.

—¿Y Marc no ha dicho nada?

—No me he quedado a escucharlo —declaró gesticulando bruscamente—. He salido corriendo como si la casa estuviera ardiendo.

Alix tuvo la deferencia de taparse los labios para ahogar una risita.

—Entonces ¿te gusta Marc?

—-Yo... no lo sé. Estoy hecho un lío.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! No sigáis el ejemplo de Nath y no huyáis tras besar a alguien, tampoco dejéis a la otra persona con la palabra en la boca.
Nos leemos.


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