26.- Rebelión

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 754.


26.- Rebelión

Cuando Marc abrió la puerta de su casa un intenso olor a dulce llenó el rellano.

—Mi madre está en casa —susurró. Entró y le mantuvo la puerta abierta, Nath la cruzó con cierto miedo—. ¿Mamá?

—En la cocina, cariño.

Marc le tomó de la mano, la tenía fría, le sonrió con afecto intentado que se relajase. La mujer les observó entrar, con las manos entrelazadas, y asintió. Parecía contenta, pero eso no le tranquilizó.

—Bienvenido, Nathaniel.

—Mamá, vamos a trabajar un rato en el cómic, ¿te importa si nos quedamos en el comedor? La mesa es más grande que mi escritorio.

—Es toda vuestra, pero... tienes mala cara, ¿te encuentras bien?

Nath tardó un momento en darse cuenta de que le estaba hablando a él. Miró a Marc que había bajado la mirada a la encimera de la cocina.

—Sí, estoy bien. Lo siento.

—No lo estás —susurró Marc.

—¿Os ha pasado algo malo en el instituto? —Señaló sus manos entrelazadas—. ¿Alguien se ha metido con vosotros por esto?

—No —contestó Marc.

—Mi padre —musitó Nath, pero no continuó.

Ella les dio la espalda, abrió el horno y el olor a dulce se extendió por toda la cocina.

—¿Te gustan las cerezas y el helado de vainilla, Nathaniel? —Él asintió desconcertado—. Sentaos, vamos a comer un poco de tarta de cerezas, está recién hecha.

La mesa de la cocina era pequeña, la madera estaba rayada y estropeada. Marc la cubrió con un mantel de cuadros blancos y rojos.

—¿Leche, chocolate, refresco? ¿Qué prefieres para beber? —preguntó dejando tres platos con porciones de tarta y helado—. Pide lo que quieras, estás en tu casa.

—Agua.

Estaba incómodo. Marc le besó en la mejilla. No se relajó, no podía culparle por ello.

—Bien, cuéntamelo, ¿qué ha pasado con tu padre?

No sabía por qué le importaba lo más mínimo a aquella mujer que no le conocía de nada, tampoco porque se sintió tan seguro en aquella cocina con la tarta de cerezas y el helado como para soltarlo todo casi sin pararse a respirar. Ella le escuchó con el ceño fruncido y cuando acabó dio un golpe con la palma de la mano sobre la mesa que hizo temblar los vasos y los platos.

—Siento que hayas tenido que pasar por eso —susurró sujetando su mano por encima de la mesa—. Nadie debería pasar por algo así.

»Sé que esto no va a consolarte, pero aquí siempre serás bienvenido. Y, tú, cariño ¿estás bien?

—Sí, mamá.

No trabajaron en el cómic, la conversación con Camille, la madre de Marc, se alargó hasta que su padre, Philippe, regresó del trabajo. Marc y Camille le presentaron con entusiasmo y tras una breve charla y una broma sobre no aceptar devoluciones que hizo reír a Marc, Nath, decidió que era el momento de volver a su casa y enfrentarse a lo que le esperaba.

La familia de Marc era genial, eran amables y cariñosos, tolerantes y de mente abierta. Apoyaban la creatividad de su hijo y se habían mostrado encantados con la suya. Volver a casa iba a doler, pero no podía evitarlo para siempre.

Metió la llave en la cerradura y deseó que hubiera hecho lo mismo que otras veces en las que se enfurecía, largarse de casa. No tuvo suerte. Le esperaba sentado en una silla, con los brazos cruzados y la mirada chispeando de ira. Se puso en pie, cruzó la sala en dos zancadas y el mundo entero se tambaleó.

La mejilla le ardía y latía por la bofetada que acababa de darle. Las rodillas y el codo le dolían de la fuerza con la que había caído al suelo. Se mordió la cara interna de la mejilla para contener las ganas de llorar. No iba a darle el gusto de echarse a llorar.

—A partir de hoy irás de casa al instituto y del instituto a casa —bramó furioso—. Se ha acabado el pasearte por ahí con ese esperpento. Se acabaron los cómics. Se acabó el perder el tiempo. Vas a estudiar de verdad.

Sentía que le odiaba.

Nunca, hasta aquella tarde, se había atrevido a plantarle cara. Siempre había obedecido y él jamás estaba contento, nunca tenía suficiente, nunca estaba a la altura. Pues se acabó. Él ya no era el mismo Nathaniel de hacía dos semanas, no iba a seguir siendo un cobarde que agachaba la cabeza y obedecía tratando de contentar a su padre.

Aquello era el principio de una rebelión en toda regla.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Volvemos a los contrastes entre ambas familias. Ya sólo quedan cuatro capítulos más para el final.
Nos leemos.


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