Choi Minho, un granjero millonario, y Lee Taemin, un chico de sociedad venido a menos se conocen a través de un programa de radio. Taemin, con sus insípidos poemas, conquista el corazón de Minho, llevando a una relación virtual llena de sueños y an...
Los padres de Taemin y su hermana fueron llevados a una pequeña casa en el extremo más alejado de la propiedad, un rincón discreto y algo olvidado. La vivienda estaba descuidada, con polvo acumulado en las esquinas y telarañas colgando de las vigas, pero contaba con todos los servicios básicos. La estructura necesitaba una buena limpieza y algunos arreglos menores, pero tenía potencial para ser acogedora.
Aunque Minho había considerado alojarlos en los albergues destinados a los trabajadores temporales, lugares modestos y prácticos, decidió que, por ser la familia del hombre que aún amaba, no lo haría de esa manera, a pesar de que en el fondo sentía que lo merecían por haberle engañado.
En contraste, Taemin fue acogido en la casa principal, en la habitación de Minho. No era ostentosa, pero sí acogedora, reflejando la sencillez y la tranquilidad que Minho valoraba. La cama King Size dominaba el espacio, una necesidad impuesta por la altura imponente de Minho, y el resto del mobiliario era funcional y cómodo.
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—Es muy bonita tu habitación. No pensé que vivieras dentro de la casa principal —dijo Taemin de manera natural, mientras miraba a su alrededor.
—El señor Kim lo decidió. Quiere que siempre esté cerca por si necesita algo urgente y no tener que esperar —respondió Minho.
—Taemin, ¿por qué decidiste quedarte?
—Porque, aunque lo dudes, voy a cumplir mi promesa de pagarte hasta el último won que mi familia y yo te estafamos —dijo Taemin con determinación.
—¿Solo por eso? —preguntó Minho, buscando en los ojos de Taemin una verdad más profunda.
—Minho, si te dijera que también lo hice porque de verdad estoy enamorado de ti, que te amo, ¿me creerías? —Taemin se acercó hasta él, y sus rostros quedaron muy juntos. Sus miradas trataban de expresar sus sentimientos, sus bocas anhelaban los besos que solían darse, y sus manos extrañaban acariciarse. De pronto, la ilusión se rompió.
—Tienes razón, no te creo —dijo Minho, y se alejó, su voz estaba cargada de escepticismo y dolor.
—Lo sé Minho, lo sé de sobra —respondió Taemin con tristeza.
—Puedes dormir en la cama, yo lo haré en el sofá —dijo Minho, intentando mantener la distancia emocional.
—No Minho, si alguien tiene que dormir en el sofá, soy yo —replicó Taemin, insistente.
Minho iba a protestar, pero algo dentro de su pecho se removió y simplemente aceptó—. Está bien, como quieras. En el closet hay edredones y algunas almohadas.
—¿Dónde puedo poner mi ropa? —preguntó Taemin, tratando de no incomodar más de lo necesario.
—En el closet hay espacio —respondió Minho, con un gesto hacia el armario.
Taemin asintió—. ¿Puedo tomar una ducha?
—Taemin, puedes hacer y usar lo que quieras dentro de esta habitación, no tienes que pedirme permiso.
