EPÍLOGO.

107 22 62
                                    

 El día estaba adornado por un cielo azul intenso y una suave brisa que acariciaba el rostro de los invitados reunidos en la granja 'Namu'. Era el escenario perfecto para la boda de Minho y Taemin. El sendero hacia el altar estaba delicadamente adornado con peonías de colores suaves, sus pétalos esparcidos por el viento, creando un camino de ensueño que conducía al centro de la ceremonia.

Molan y Félix, los hijos de ambos, caminaban delante, lanzando pétalos de peonías con un  entusiasmo infantil. Sus pequeños rostros reflejaban la importancia del momento, conscientes de que estaban siendo parte de un día especial para sus padres. Molan, tenía su semblante serio mientras esparcía las flores con cuidado, mientras que Félix, sonreía alegremente, encantado por la atención curiosa que recibía de los invitados, sobre todo por sus rasgos físicos totalmente europeos, cabello rubio y ojos azules.

Taemin avanzaba con paso firme pero sereno, su traje perfectamente ajustado resaltaba su figura esbelta. Su mirada estaba fija en Minho, quien lo esperaba en el altar, vestido también de manera impecable. Minho, a pesar de su usual confianza, no podía evitar que una sonrisa tímida apareciera en su rostro al ver a Taemin acercarse. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, el mundo pareció detenerse para ellos. Había una conexión palpable entre los dos, un amor profundo y genuino que llenaba el aire.

Los empleados de la granja, y algunos compañeros de Taemin del hospital, estaban emocionados y conmovidos al ver a la pareja a punto de unir sus vidas. Se respiraba un ambiente de felicidad compartida.

El juez, un hombre de aspecto serio pero con un brillo cálido en sus ojos, se adelantó para comenzar la ceremonia. Tras unos momentos de formalidades, llegó la tradicional pregunta: —¿Hay alguien aquí presente que tenga algo que decir en contra de esta unión?

Antes de que el silencio se asentara por completo, Taemin, con una chispa de picardía en sus ojos, alzó una ceja y preguntó en tono divertido: —¿Seguro que es un juez de verdad?

El comentario inesperado provocó una ola de risas entre los presentes. Minho, quien rara vez se sentía avergonzado, se puso rojo, mientras trataba de mantener su compostura. Su habitual seguridad se desmoronó por un segundo, y solo pudo mirar a Taemin con una mezcla de sorpresa y adoración.

El juez, manteniendo una expresión serena pero con una media sonrisa, respondió con firmeza pero también con humor: —Sí, soy un juez de verdad, y estoy aquí para casarlos. ¿Quiere ver mi licencia? —Taemin negó, con la cabeza. —No, yo le creo.

Las risas se desvanecieron lentamente, dejando un eco de alegría que envolvió a todos los presentes. Minho, todavía con las mejillas ligeramente sonrojadas, apretó suavemente la mano de Taemin, mientras ambos se preparaban para decir sus votos. El amor que se profesaban era evidente, y con las palabras del juez, finalmente el matrimonio se formalizó.

La ceremonia había concluido con una explosión de aplausos y abrazos llenos de emoción. Sin embargo, el día apenas comenzaba. Los invitados se dirigieron a una gran carpa blanca situada a pocos metros del altar, donde la fiesta de celebración estaba a punto de comenzar. La decoración era de elegancia rústica, luces colgantes que titilaban como estrellas, y centros de mesa compuestos por peonías y vainilla, que llenaban el aire con su fragancia fresca y suave.

Las mesas estaban dispuestas en forma de herradura, creando un espacio amplio en el centro, destinado al baile. A un lado, una banda local, afinaba sus instrumentos, preparados para llenar la tarde con música alegre. Un banquete abundante se extendía a lo largo de una mesa larga, cubierto con platos tradicionales coreanos y delicias hechas con ingredientes frescos de la misma granja. Había algo para todos los gustos, todo preparado con esmero para honrar la ocasión.

DESILUSIÓN (2MIN)🌈🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora