En las tierras vibrantes de Tenochtitlan, donde los ecos del pasado aún susurran historias de valentía y amor, llegó una mujer de lejanas tierras llamada Enid.
A pesar de ser obligada por los españoles, su corazón, lleno de curiosidad y anhelo por...
—Puedo sentir tu mirada—. Murmuré sin abrí los ojos.
—Solo te admiro Cihuacuacualtzin—.
La sonrisa que broto en mi rostro no se puedo contener así que abrí los ojos tallando un poco con mis manos para luego girar a mi lado izquierdo. Notando a Wednesday mirándome fijamente con una mano debajo de su mentón, sus ojos marrones oscuros siempre han provocado cierto nerviosismo de mi parte.
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—Te amo—. Murmuré para luego rodar por el tapete para atacar su rostro a besos haciéndola reír.
—Tambien te amo mujer blanca—. Se burló haciendo que hiciera un puchero.
Wednesday jamás dejará de decirme de esa manera por más que le diga que no lo haga, ahora... Tendré que buscar su propio apodo pero... ¿Qué?.
Deje de pensar en ello recostándome encima de su cuerpo, sus manos acariciaron mi espalda y yo me acerque un poco besando el tatuaje en su hombro derecho. Mi guerrera tiene varios tatuajes por todo su cuerpo, algunos que no había visto hasta el día en que nos entregamos mutuamente. ¿Y sinedo sincera? Eso la hace mucho más atractiva ante mis ojos.
—Si no... Si no estuvieras aquí contigo, ¿Estarías con los demás peleando contra los invasores?—. Pregunté dando un pequeño beso en su mentón.
—Si, mi deber es proteger a mi gente—.
—Y ahora... Lo has abandonado por mi, lo siento—. Murmuré con pesar acariciando las puntas de su cabello.
—Yo no lo siento, Enid... Eres mi muchacha, eres importante para mí. Nuestros caminos estaban dictados por los dioses y no va haber nada más importante para mí que tú—. Habló con firmeza haciendo que mi corazón estallara de amor.
—Eres todo lo bueno que ha sucedido en mi vida, te amo más de lo que pensé que amaría a alguien e incluso me has enseñado... Lo que es estar en completa libertad y sobre todo... Ser yo misma—. Susurré para luego elevarme un poco para juntar nuestros labios en un beso suave.
Me estaba volviendo completamente adicta a sus labios, a sus caricias, a la forma ronca en que habla cuando estamos en vueltas en un momento de pasión, su forma de mirarme es sublime y a su lado me siento... Única y especial.
¿Cómo es que estar enamorada de una mujer podría estar mal?.
—Vamos mi mujer, debemos seguir avanzando—. Susurró tomando mi mano derecha para besar los nudillos colocándome muy sonrojada.
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