En las tierras vibrantes de Tenochtitlan, donde los ecos del pasado aún susurran historias de valentía y amor, llegó una mujer de lejanas tierras llamada Enid.
A pesar de ser obligada por los españoles, su corazón, lleno de curiosidad y anhelo por...
—Tengo muchas cosas que hacer—. Murmuró Kent haciendo que deje de ver al hombre artesanal tallando en una piedra cuadrangular.
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—¿Cómo que? ¿Molestar de nuevo a Divina?—. Pregunté con burla haciendo que me mirará molesto.
—Witzitzillin... Eres muy molesto—.
—¿Qué harías si tú corazón se siente dividido amigo mío de mi?—. Dije derrepente haciendo que frunza el ceño.
—Oye... Espera... ¿De dónde sale esto?—. Cuestionó curioso y yo suspiré dando media vuelta para comenzar a caminar.
Kent no tardó en correr detrás de mi y caminar a mi lado mirándome completamente curioso.
—Han estado pasando cosas que no he querido hablar en voz alta—. Señalé y este soltó un sonido molesto.
—¿Es por ella, no? Ameyali te tiene envuelta en sus manos con tonterías y manipulaciones—. Acusó y yo suspiré.
—Amo Enid, de verdad lo hago pero... A veces me siento muy bien estando con Ameyali y solo estoy lastimando aún más a Enid, y jure no hacerlo—.
—Pues tus promesas son muy cuestionables mi amiga, digo... Has dejado que otra mujer se meta en tu cabeza y yo no puedo hacer nada para aconsejarte, debes hablar con Xochiquetzal sobre temas del corazón... Yo no puedo guiarte en ello aunque eres mí amiga, estás haciendo todo mal. ¿Qué te puede dar Ameyali que Enid no te de? ¿Acaso echarás al suelo todo el trabajo que han puesto ambas para llegar hasta donde están por esa mujer?—.
—Yo solo... No entiendo que está pasando en mi cabeza y en mi corazón, es... ¿Tal vez una brujería?—.
—No lo sé, no estoy en tu cabeza—.
Miré fijamente a Kent y yo suspiré porque la única que podía resolver este enorme dilema soy yo misma pero... ¿Cómo puedo hacerlo? Se en mi corazón que a la mujer que amo es a mi mujer blanca pero no puedo evitar... Sentí cierto gusto al estar con Ameyali, y me molesto conmigo misma por pensar en alguien más que no sea mi mujer.
Mi amigo trato de aconsejarme con sus regaños, los apreciaba pero no me ayudaban a resolver mis dilemas. Entramos al bosque y utilizando un arma fuimos a cazar un animal para intercambiar en el mercado, rápidamente alce mi brazo derecho y estire el izquierdo con la flecha, siguiendo al pequeño animal que estaba comiendo hojas.
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