En las tierras vibrantes de Tenochtitlan, donde los ecos del pasado aún susurran historias de valentía y amor, llegó una mujer de lejanas tierras llamada Enid.
A pesar de ser obligada por los españoles, su corazón, lleno de curiosidad y anhelo por...
Estiré mis brazos por en cima de mi cabeza para luego pasar mis manos por mi rostro, ensuciándome de sangre del puerco que he matado.
—Parece que Xochiquetzal nos quiere mantener juntas—. Señaló esa voz que ahora me molesta, así que me giré un poco aún en cuclillas.
—Xochiquetzal solo me quiere al lado de Enid—. Aseguré mirándola fijamente sin titubeó.
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—¿Y dónde está ella? Te ha abandonado—. Se burló y yo me levanté para quedar frente a frente.
—Ameyali, ambas sabemos porque se alejo de mi, aún está con mis padres y si me he detenido en buscarla y no por falta de deseo. Es porque mis padres me han dicho que le de tiempo y que no me acerque. Fui por Enid al siguiente día que me dejó por tu culpa—. Acusé y está hizo una mueca.
—¿Mi culpa?—.
—Admito mi culpabilidad en todo esto pero estoy segura que te metiste en mi cabeza, debiste usar brujería para confundirme—.
—Eres... La única culpable de todo esto eres tú, ¿Crees que esa mujer blanca va aceptarte de nuevo? Son de mundos diferentes, jamás se van a entender y si quisiera tenerte de nuevo en su vida... Dejaría que te acercaras pero han pasado semanas—.
—Y no tienes porque repetir algo que ya se, conozco mis fallas pero no me detendré hasta obtener su perdón porque es Enid a la mujer que amo con todo lo que soy, con toda mi alma y si... Cometí errores, todos los días voy a casa de mis padres en su búsqueda pero son ellos quienes me piden darle tiempo... No me agrada porque cadia día que pase siento que la perderé pero solo son consecuencias de mis propios actos—.
—Dude de nuestro amor y la lastime. Jamás debí dudarlo porque esa misma noche que me dejó... Me di cuenta o más bien siempre supe que siempre le pertenecía, esa mujer blanca... Es todo lo bueno que existe en ambos mundos y mi corazón está entre sus manos, puede pisotearme y aún así le pediría perdón—. Aseguré enfrentandola y mirando su odio en sus ojos.
—¿Y que pasa con nosotras?—. Dijo achicando los ojos.
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