La camara de los Secretos

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Entro a la sala, levemente iluminada, con cautela, porque sabía que Ryddle estaba ahí, esperando aparecerse, sabía dónde encontrar a Ginny, caminando recto, con la luz de la varita que iluminaba su paso, sintiendo el paso de sus zapatos, miraba las columnas con forma de serpiente enroscadas que daban la apariencia que lo estaban mirando.

Llego a la última columna, donde estaba la estatua, tan alta como la misma cámara, que se notaba imponente, adosando el fondo. Era curioso, después de verla tantas veces aun parecía un rostro simiesco el de Salazar Slytherin, quizás por la forma de la estatua, o porque no tenía cabello y la fina barba larga que le llegaba casi hasta los pies. Y entre los pies estaba Ginny.

— Ginny, ya llegué — susurro Harry hincándose de rodillas —. No está muerta ¿verdad? No, no lo estas — dejo la varia a un lado, y agarro de los hombros, dándose la vuelta, su rostro era tan blanco y frio como el mármol —. Ginny, despierta, por favor.

— No despertara — dijo la voz suave, Harry se sobresaltó, miro de donde vino la voz, internamente se sintió tonto por no haberse imaginado a aquella figura traslucida, parado a una distancia prudente.

Un muchacho de pelo negro, apoyado contra la columna más cercana, mirándole con desdén. Sus contornos eran claramente borrosos.

— Tom Ryddle — dijo al reconocerlo. Ryddle asintió sin dejar de mirarlo —. ¿Qué quieres decir con que no despertara? — pregunto manteniendo sus ojos concentrados en él.

— Todavía está viva, pero, no por mucho — contesto con una sonrisa torcida, que le recordó a la sonrisa de Lucius Malfoy.

— ¿Eres un fantasma? ¿O quizás menos que uno? — pregunto intentando incitarlo, o enojarlo, o algo, ver esa sonrisa le causaba asco, prefería borrarla.

— Soy un recuerdo — respondió y señalo con sus ojos la punta de los pies, ahí estaba el diario de cuero negro—. Guardado en un diario por cincuenta años.

— Bien, un gusto conocerte y verte, pero...tengo que irme — dijo tajante y luego intento levantar a Ginny —. Ginny necesita ayuda.

Pero Ryddle no se movió, por lo contrario, lo miraba con una sonrisa curva.

— El basilisco no vendrá, si no lo llaman — dijo con tranquilidad y aprovecho para tomar la varita de Harry, que se encontraba en el suelo, y comenzó a jugar con ella pasándola entre sus dedos—. Creo que, no necesitaras la varita.

— Yo creo que sí.

— He esperado mucho tiempo para hablar contigo, Harry Potter.

—¿Hablar conmigo? ¿Para qué?

— Es una larga historia, pero digamos que la pequeña Ginny Weasley abrió su corazón a la persona equivocaba...o a un objeto equivocado.

— El diario.

— Mi diario...la pequeña Ginny, ha escrito en el desde hace muchos meses, contándome sus penas, que sus hermanos se burlaban de ella, que tenía que venir al colegio con túnica y libros de segunda mano, que...

— Ginny — dijo conmovido —. Me hubieras dicho...yo te habría ayudado...

— Oh, que peculiar, ella pensaba que Harry Potter, el famoso...no llegaría nunca a quererla.

— Pero si te quiero, Ginny — replico mientras le peinaba el cabello.

— Esto es aburrido, como escucharla a ella — siguió —. Me armé de paciencia, fui comprensivo, bondadoso, y simplemente me conto todo, se soltó — continuo y comenzó a imitar la voz de Ginny — "nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom...estoy tan contenta de poder confiar en ti...es como tener un amigo que se puede llevar al bolsillo".

The Journey of OpportunityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora