𝖀 | ❝ But it's so hard. When it feels like my fault When I keep 'em so far. Happens when I go dark
I'm so unsteady ❞
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Annabella Riddle, una formidable aurora temida por su apellido...
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Capítulo 32.
"LAB RAT"
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Annabella's perspective
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DICIEMBRE 2013
El primer sonido que registré fue el pitido rítmico de máquinas. Mi mente, aún confusa, asumió que estaba en San Mungo. Lentamente, abrí los ojos, parpadeando ante la luz brillante que inundaba la habitación. Intenté enfocar mi vista, esperando ver las familiares paredes blancas de un hospital, pero lo que vi me desconcertó por completo.
Estaba rodeada de equipos que nunca había visto antes, una mezcla de tecnología muggle y artefactos mágicos que parpadeaban y zumbaban. Las paredes eran de un gris metálico, y el aire olía a una mezcla de desinfectante y algo que no pude identificar. Definitivamente, esto no era San Mungo.
Sentí algo en mi rostro y, al llevar mi mano hacia arriba, toqué una máscara de oxígeno. Con cuidado, me la quité, sintiendo un ligero mareo al hacerlo. Intenté sentarme, pero mi cuerpo se sentía débil, como si no lo hubiera usado en mucho tiempo.
Justo cuando estaba a punto de intentar ponerme de pie, la puerta se abrió de golpe. Una mujer con uniforme de enfermera entró apresuradamente.
—¡No, no! No se levante aún —dijo, corriendo hacia mí para detenerme.
—¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? —exigí saber, mi voz ronca por el desuso.
La enfermera no respondió directamente. En su lugar, presionó un botón en la pared. —El doctor vendrá en un momento —fue todo lo que dijo.
Minutos después, que se sintieron como horas, entró una mujer de mediana edad con una bata blanca.
—Bienvenida de vuelta, señorita Riddle —dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—¿Dónde estoy? —repetí, sintiendo crecer mi frustración.
—Está en el Laboratorio Mágico de Londres —respondió con calma.
Mi mente daba vueltas. ¿Laboratorio? ¿Por qué estaría en un laboratorio?
—¿Qué hago aquí? Hace unos minutos estaba... —me detuve, dándome cuenta de que no podía recordar exactamente dónde había estado.
La doctora me miró con una mezcla de compasión y algo más que no pude descifrar. —Ha pasado un mes, señorita Riddle.
—¿Un mes? ¿Un mes desde qué? —pregunté, sintiendo crecer el pánico en mi pecho.
