Inalcanzable

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Lo suyo no era estar bajo un puente resguardando se de la lluvia.

Arataka sabía muy bien que se enfermaba constantemente, caminar bajo la lluvia era algo que solía evitar mucho de niño y ahora, aunque podía cuidarse adecuadamente para evitar caer enfermo, la sensación de la lluvia cayendo sobre él le parecía molesto y prefería evitar este tipo de situación.

Sin embargo, cazar a un yokai en medio de un día de diluvio era la tarea asignada. No es que se tratara de uno con habilidades especiales adquiridas por el agua que caía tormentosa por la ciudad. Solo se trataba de un espíritu travieso que disfrutaba de estos días, quizás demasiado, al punto de que provocaba destrozos en propiedades ajenas sin querer.

Su maestro aceptó el trabajo al enterarse de que incluso animales callejeros salían heridos por la presencia juguetona del yokai; un acto imperdonable para alguien como Shigeo. Arataka no pudo evitar sentirse ligeramente orgulloso de él.

Cuando llegaron al pequeño pueblo vecino, el día era soleado y tranquilo, no era el clima ideal para encontrar al yokai. Arataka recordó amargamente su sugerencia.

"–Puedo invocar algo de lluvia –mencionó con emoción, sacó su varita y sostuvo el libro con la otra mano.

–No creo que sea seguro intentar un hechizo así –dijo su maestro con nerviosismo, Arataka le sonrió confianzudo como siempre.

–Descuida maestro, parece que este hechizo es de bajo nivel y solo provoca llovizna, confía en mí."

Shigeo había sido amable y aceptó su propuesta, Hoyuelo susurro que era una terrible idea mientras que el, con total ingenuidad, alzó al cielo la varita a la vez que un brillo parecido a truenos eléctricos la envolvían con rapidez después de pronunciar el hechizo.

–Diluvio.

–¿Qué carajos acaba de decir? –preguntó Hoyuelo exasperado.

Pero nadie pudo hacer nada cuando una onda expansiva salió de la varita y un halo de luz se dirigió al cielo.

Naturalmente la onda sacó volando a todos en diferentes direcciones, Shigeo se cubrió lo mejor que pudo con una barrera creada por sus poderes pero aún así retrocedió algunos metros. Hoyuelo salió volando irremediablemente a algún lugar desconocido mientras que Arataka sostuvo con fuerza su varita y el libro, el fuerte impulso lo levantó hasta el techo de un edificio a 20 metros de distancia.

–Maldita sea –susurró una vez que se dio cuenta de su error, se puso de pie y miró a su alrededor, admirando las fuertes ráfagas de viento y lluvia que sorprendieron a todos los habitantes del pueblo–. Si todos los hechizos que voy a invocar van a ser así, prefiero no tener nada.

El teléfono que milagrosamente no se había salido de la bolsa del pantalón comenzó a sonar, el rubio atendió la llamada.

–¿Dónde estás? –fueron las primeras palabras de su maestro, Arataka ya se esperaba esta reacción.

–Estoy arriba de un edificio –respondió indiferente.

–¿Qué edificio?

–Eso no es importante –dijo Arataka, imagino que su maestro protestaría de inmediato así que se le adelantó y continuo–. Esta es la oportunidad perfecta para encontrar al yokai. No debemos desaprovecharla.

–Pero...

–Maestro, le aseguro que estoy bien –dijo Arataka en voz alta, parecía que estaba gritando o quizás lo hacía por la fuerte lluvia. Silencio se escuchó del otro lado por largos segundos.

Seré yo (Mobrei)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora