Tumbada en la cama, con la oscuridad envolviendo la habitación, mi mente no encontraba reposo. La confesión de Jonathan había abierto una grieta profunda, despertando sentimientos y recuerdos que preferiría olvidar. Pero más que eso, estaba la constante batalla interna, la lucha por el control de mi propio ser.
"¿Por qué no simplemente ceder?" La voz de mi otra personalidad, más oscura y cínica, susurraba en mi mente. "Nayara nunca te verá de esa forma. Y Jonathan... él solo trae dolor."
Cerré los ojos con fuerza, tratando de acallar esa voz. Pero los pensamientos seguían, implacables. Nayara. Su nombre era un bálsamo y una herida al mismo tiempo. Su sonrisa, su risa, la manera en que su presencia iluminaba incluso los días más oscuros. La amaba, pero el miedo a perderla me paralizaba. ¿Y si al confesarle mis sentimientos, la alejaba para siempre?
"Es ridículo," susurró la voz. "Ella nunca te amará como tú la amas."
Intenté ignorarla, enfocándome en Jonathan. Su confesión había removido viejas heridas, pero también me había mostrado su vulnerabilidad. Había algo en él que me atraía de una manera malsana, un amor teñido de sufrimiento y placer. Pero también estaba el rencor, la traición que sentí cuando me ocultó la verdad sobre mi hermana.
"Él te hizo daño," insistía la voz. "Y tú sigues deseándolo. ¿No ves lo patético que es eso?"
Me giré en la cama, abrazándome a la almohada. La lucha interna era agotadora. Mis sentimientos por Jonathan eran una mezcla de odio y deseo, una relación compleja llena de cicatrices. Me preguntaba si alguna vez podría perdonarlo completamente, o si nuestro pasado siempre sería una barrera entre nosotros.
Las sombras en la habitación parecían moverse, como si mi propia oscuridad se reflejara en las paredes. La tenue luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando figuras inquietantes que bailaban a mi alrededor. Mi corazón latía con fuerza, cada latido una pregunta sin respuesta.
"¿Qué vas a hacer?" La voz sonaba ahora más suave, casi comprensiva. "¿Puedes realmente amar a Nayara sin destruir lo que tenéis? ¿O vas a seguir aferrada a Jonathan, permitiendo que su dolor te consuma?"
La incertidumbre me envolvía, y la noche se hacía eterna. Sabía que debía tomar una decisión, pero cada elección parecía estar cargada de dolor. Quizás, en algún lugar, había una respuesta, una manera de reconciliar estos sentimientos contradictorios. Pero por ahora, solo había preguntas, susurros en la oscuridad que me mantenían despierta.
Sentí una lágrima deslizarse por mi mejilla, el peso de mis emociones aplastándome. La voz en mi mente se calló, dejándome sola con mis pensamientos. Mientras el amanecer comenzaba a despuntar, sentí una mezcla de esperanza y desesperación. Sabía que debía enfrentar mis sentimientos, que debía ser valiente. Pero en ese momento, todo lo que podía hacer era cerrar los ojos y esperar que el nuevo día trajera consigo la claridad que tanto necesitaba.
"Quizás," pensé antes de sucumbir al sueño, "mañana encuentre la fuerza para luchar por lo que realmente deseo."
El primer rayo de sol entró por la ventana, iluminando suavemente la habitación. Cerré los ojos, dejándome llevar por la luz y la esperanza que traía consigo. Pero en el fondo de mi mente, una sombra persistía, una lucha que no podía ignorar.
"Despierta," susurró una voz familiar, pero esta vez no era mi otra personalidad. Era Nayara, su voz llena de preocupación. "Eclipsia, tenemos que hablar."
Abrí los ojos lentamente, encontrándome con su mirada. Podía ver la determinación en sus ojos, la misma que siempre había admirado. Y supe que este era solo el comienzo de una conversación que cambiaría nuestras vidas para siempre.
El tenerla tan de frente, solo despertaba mis deseos más oscuros, las dos en ropa interior, ella encima de mí, los deseos más impuros se estaban empezando a adueñar de mi mente. El pulso se me empezaba a acelerar, pero tenía que controlar la respiración para que ella no pensara que realmente la deseaba, no solo como una amiga, sino como algo más, una amiga y una amante. Me quedé callada mirando, pensando claramente lo que iba a decir, pues era ahora o nunca.
- Nayara, yo... -me quedé paralizada intentando hablar pero mis labios no podían continuar por el miedo al rechazo.
- Eclipsia yo... -se quedó mi amiga pensativa y mirándome fríamente.
- Yo, te amo -soltamos las dos al unísono mientras sentíamos el tiempo detenerse.
- ¿En serio? -pregunte asombrada mientras no podía evitar el impulso de querer besar a mi amiga. Nuestros labios estaban a punto de juntarse lentamente, de repente se abrió la puerta cortando nuestro momento. Era mi hermano Adam, que entraba junto a Raquel para planear el golpe final, pues las fechas se estaban acercando.
- Lo siento si he interrumpido algo, pero queda poco para el gran final y no podemos fallar, ya habrá tiempo para que vosotros tengáis momento de amores después pero ahora es momento de luchar. -dijo Adam, cortando todo el rollo y aguando la fiesta.
- Maldita sea, ni abrir mi corazón puedo sin que nos fastidien -dije tirándole una almohada a mi hermano y abrochándome el botón de la camisa.
- Cuando estéis listas, os esperamos, en el cuarto secreto, no tardéis mucho. -dijo mi hermano Adam, antes de salir por la puerta junto a Raquel y el resto.
Nayra y yo, éramos las únicas que quedábamos en la habitación, ella me ayudo a ponerme bien el sujetador. nos dimos un beso apasionadamente, para poco después, cerrar mi habitación, e ir tras el resto. El silencio, era ensordecedor, a veces quebrado por el crujir del suelo de madera y el "tic tac" del reloj, el cual, solo deseaba romper, así congelando el tiempo y pudiendo abrir mi corazón ante mi amiga, sin interrupciones. Bajé el candelabro que accionaba el mecanismo que desplazaba la estantería, dejando la entrada al descubierto.El cuarto secreto se revelaba ante nosotras, una mezcla de esperanza y desafío en el aire. Sabíamos que el camino que nos esperaba no sería fácil, pero estábamos listas para enfrentarlo juntas, con el amor y la determinación como nuestras armas más poderosas.
Procedimos a bajar las escaleras, allí, nos reunimos con el resto.
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LAS DOS CARAS DE UNA MISMA CARTA
RandomLAS DOS CARAS DE UNA MISMA CARTA Maryan Parra Jurado, una joven de 26 años con trastorno bipolar y trastorno de personalidad múltiple, tras dar una fiesta de pijamas en su casa despierta en una habitación oscura desconocida, donde una voz comienza a...