CAPÍTULO 22: R DE REMORDIMIENTO, MI SECRETO DESVELADO

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Desde el borde del balcón, observaba a Eclipsia y Nayara. La tensión en el aire era palpable, y sabía que el momento de contar la verdad había llegado. No sería fácil, pero después de todo lo que habíamos pasado, Eclipsia merecía saberlo.

Eclipsia se giró hacia mí, con una mezcla de curiosidad y dolor en sus ojos. -Jonathan, veo que tú también estás aquí, y ahora me has dejado con curiosidad. ¿Quién era la chica a la que ahogaste, por qué y qué pasó con mi hermana para que diese ese cambio tan drástico de mujer a hombre? -preguntó con una voz calmada, aunque llena de tensión.

Respiré hondo, sintiendo el peso de los años de secretos y decisiones difíciles. Miré a Eclipsia, dispuesto a desnudar mi alma.

-Vale, te explico -empecé, sabiendo que lo que diría cambiaría nuestra relación para siempre. -Nos remontamos doce años atrás. Mis padres estaban asociados al cartel de tu padre, uno como víctima y el otro como su asesino. El objetivo de mi padre era matar a mi madre, pero en su lugar me tuvieron a mí. Eso es algo que ya sabes.

Me detuve un momento, recordando los días oscuros de mi infancia. -Cuando tenía unos ocho años, los hombres de tu padre mataron a mi padre, dejándome solo con mi madre. Ella, antes de ser profesora de stop motion, empezó siendo prostituta para ganarse la vida. Eso me dejaba muchas veces solo en casa.

Eclipsia me miraba con empatía, comprendiendo el dolor de aquellos días. -Un día, decidí salir de casa a dar un paseo y me acerqué a tu padre sin saber quién era. Pensé que era un hombre que necesitaba ayuda, así que cuando él me preguntó si quería ganar dinero, acepté sin saber lo que me pediría. No sabía que me pediría que ahogase a tu hermana porque no aceptaba su identidad.

Mi voz temblaba al recordar ese momento crucial. -Conociendo la situación de una de las amigas de nuestro compañero David, decidí ayudarla y proteger a tu hermana. Kitzia tenía una amiga con una enfermedad terminal llamada Amaya, que vivía sufriendo. Sus padres querían darle descanso y, aprovechando que se parecía mucho a tu hermana, decidí llevarme a tu hermana a la casa de Amaya. Las vestí con ropas diferentes y le puse lentillas a Amaya para que se pareciera más a tu hermana.

Eclipsia se estremeció al escuchar lo que venía. -La ahogué en el río para que no sufriera más y para fingir la muerte de tu hermana, protegiéndola de tu padre y asegurándome de que no pudiera encontrarla. Tu hermana, después de eso, decidió vivir su vida como hombre, tomando el nombre de Adam. Era la única manera de que pudiera sobrevivir y ser libre.

La mirada de Eclipsia se suavizó, y aunque el dolor aún estaba ahí, podía ver que comprendía mis motivos. -Jonathan, entiendo por qué lo hiciste, y aunque es difícil de aceptar, sé que lo hiciste para protegernos. Gracias por contármelo -dijo Eclipsia, con lágrimas en los ojos, pero con una expresión de alivio.

Nos quedamos en silencio por un momento, contemplando el cielo nocturno. Sabía que había dado un paso importante al compartir mi verdad con Eclipsia, y que juntos podríamos enfrentar el oscuro pasado que nos unía.

El viento soplaba suavemente, llevando consigo el murmullo de las hojas. Sentía que, por primera vez en mucho tiempo, había una posibilidad de redención y de un nuevo comienzo. Mientras Eclipsia y Nayara continuaban su conversación, me sentí más decidido que nunca a luchar por un futuro mejor para todos nosotros.

-Jonathan, gracias por estar aquí y por tu sinceridad. Vamos a superar esto juntos -dijo Eclipsia, tomando mi mano y mirándome con determinación.

Sabía que aún quedaba un largo camino por recorrer, pero con Eclipsia y nuestros amigos a mi lado, sentía que podíamos enfrentar cualquier desafío. Y mientras el amanecer empezaba a despuntar en el horizonte, supe que este era solo el comienzo de nuestra lucha por un nuevo amanecer. Fui caminando hacia la cama, en un silencio rotundo y casi ensordecedor, que ocasionalmente era roto por el crujir de las tablas de madera del suelo. Me tumbé en la cama, y quedé mirando hacia el techo sumergido en mis pensamientos, y en como la cobardía me asfixiaba sin poder decirle a Eclipsia que la amaba. La noche era la única testigo de mis pensamientos, y también testigo de mi cobardía.

LAS DOS CARAS DE UNA MISMA CARTA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora