CAPÍTULO 31. CARAMELO

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Martin no había podido pegar ojo en toda la noche. ¿Qué sorpresa le habría preparado Juanjo? Y encima había dicho que era una cita. Nunca antes había tenido una cita con alguien. Sí que es cierto que había quedado muchas veces con Sergio en Bilbao a solas para hacer planes pero nunca lo habían denominado como "cita". Ponerle etiquetas a las cosas hacía que estas se volvieran realidad y no podía estar más nervioso. El vasco perdió la cuenta de las vueltas que dio en la cama y ya frustrado, decidió levantarse para ver el amanecer. Se miró en el espejo dándose cuenta de que tenía malísima cara y las ojeras muy marcadas. Así no iba a impresionar al más mayor. Chasqueó la lengua y se sentó en la terraza compartida con la pelirroja a hacer fotos con su cámara digital.

Después de un rato, se puso a visualizar las fotos que habían hecho durante su fin de semana en la sierra. Todas eran preciosas y divertidas, la sonrisa de la cara de Martin no pudo borrarse durante la visualización de las 400 fotos que había hecho. Decidió sacar su portátil y pasárselas todas para crear una carpeta compartida de Google Drive, evitando pasar las fotos más comprometidas con Juanjo y que ya le pasaría a él en privado más adelante.

Quedaba escasamente una semana para el cumpleaños de Martin, siempre tenía amor-odio por esa fecha, pues significaba que el verano acababa, y el vasco no podía amar más el verano, el sol, el salitre, el mar y la playa. Aún no se lo había dicho a nadie en Madrid, realmente le traía malos recuerdos porque siempre los cumpleaños los pasaba solo. Sus recuerdos de niño siempre eran soplando las velas en una tarta hecha por su abuela y sus padres, ningún amigo a su alrededor. Nadie se acordaba de la fecha nunca, ni su novio en el aquel entonces parecía tener la fecha marcada en el calendario. Martin esperó durante sus 4 años de relación un mensaje bonito y un regalo, algo que nunca llegó. Sus cumpleaños se basaban en lágrimas escondidas en su habitación al quedarse solo y una sonrisa fingida de agradecimiento a la tarta que todos los años su abuela hacía con tanto mimo.

Martin nunca fue una persona materialista, un paseo, unas palabras bonitas o una simple rosa, le habrían sacado una sonrisa en el día de su cumpleaños. Quizá nunca encontró a la persona adecuada, hasta ahora.

Juanjo no había querido darle ni una sola pista de lo que iban a hacer para así adecuar su outfit a la situación. Lo que el menor no sabía, era que Juanjo sabía que la semana que viene era su cumpleaños y que había estado hablando con su madre de manera compinchada para darle una sorpresa. La madre de Martin había convencido al vasco de que no bajase por su cumpleaños a Bilbao, si no que ella sería la que subiría a Madrid. Al principio al menor le sorprendió la decisión de su madre, pero después la acepto sin hacer muchas preguntas.

Juanjo pasó todo el turno ignorando sus súplicas para que le diera alguna pista de su "cita". El mayor no podía hacer más que negar divertido con los pucheros del más pequeño. Antes de que Martin quisiera darse cuenta, las 15:00h llegaron rápidamente y el turno finalizó. 

- Voy a ir a por el coche, lo tengo aparcado a un par de calles - susurró Juanjo en el oído del menor - cámbiate con tranquilidad y te espero en la puerta de Urgencias. 

Martin asintió y perdió de vista al mayor, que salió deprisa del servicio con agilidad. Martin se empezó a poner nervioso de nuevo. Ahora ya no había dudas, la cita había comenzado y no podía huir. El pulso se le aceleró y la garganta comenzó a secársele. Se vistió con rapidez y se metió al baño para colocar mejor su rebelde flequillo. Aprovechó para beber un poco de agua y refrescar su cara, a ver si así se notaban un poco menos sus prominentes ojeras.

Al dirigirse hacia la puerta de Urgencias, Juanjo ya estaba esperándole con una sonrisa. Se bajó del coche y le tendió una rosa antes de abrirle la puerta de forma caballerosa.

- Martin Urrutia - dijo melosamente mientras le tendía la rosa. 

Martin inhaló el olor de la rosa sorprendido. ¿Cómo podía saber el mayor que era lo que siempre había querido? Sonrió bobamente y se adentró en el coche del maño. 

Condujeron en un cómodo silencio durante aproximadamente 15 minutos. Martin estaba muy nervioso y no podía dejar de morderse las pieles de los dedos mientras movía la pierna sin intenciones de parar. Juanjo no podía dejar de mirarle de reojo enternecido. El vasco en ese estado parecía más pequeño de lo que era y solo te entraban ganas de abrazarlo fuerte. Aprovechó un semáforo en rojo para agarrarle la mano que se estaba mordiendo y apoyarla sobre la pierna que se movía entrelazando sus dedos.

-¿Qué te pasó Martintxu? Soy yo ... - sonrió Juanjo tratando de mostrarle calma.

- No sé que me pasa, nunca antes había tenido una cita y me he puesto nervioso - confiesa avergonzado mientras se rascaba la nuca con la mano libre.

- Eres monísimo - antes de que Martin pudiera darse cuenta, Juanjo había estampado sus labios contra los suyos en un beso robado, rápido y  energético. 

Para cuando Martin salió de la ensoñación, Juanjo había reanudado la marcha para poco tiempo después llegar a su destino.

Frente a él un campo de flores y un majestuoso mirador nublaron su visión.

-¡Tachán! ¿Qué te parece mi sorpresa? - preguntó Juanjo con ilusión.

- Juanjo - las palabras se le cortaron y se tiró encima del mayor que le aceptó el gesto con éxito.

Antes de que diera cuenta las lágrimas no hacían más que brotar por sus mejillas. Juanjo asustado le separo un poco de su cuerpo para mirarle.

-¿Qué pasa maitia?¿Son lágrimas de emoción?- dijo tratando de limpiarle aquellas que caían sobre sus mejillas delicadamente.

-Si y no ... -susurró Juanjo.

-¿Quieres contármelo mientras comemos?

Juanjo sacó del maletero de su coche una manta y varios tuppers con comida que él había preparado. Comieron tranquilamente mientras seguían contándose anécdotas, parecía que nunca se les terminaban los temas de conversación. Cuando finalizaron la comida, ambos se tumbaron sobre la manta y se abrazaron fuerte. 

- Me quieres contar lo de antes - dijo mostrando la máxima empatía posible.

- Jo es que no quiero arruinar el momento - respondió tristemente mostrando un puchero.

- Es que no lo vas a hacer nunca, quiero conocer todas y cada una de tus inseguridades para quitártelas de encima y que por fin veas que eres una persona maravillosa. Te mereces que te quieran bien y si me lo permites yo quiero hacerlo. 

Martin abrió la boca sorprendido, sin saber qué decir. Esta vez fue Martin el que se armó de valor y lo besó con delicadeza y suavidad, intentando demostrarle todo lo agradecido que estaba.

-Te quiero Juanjo y ... no sé como agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.

- Yo también te quiero Martin y quería pedirte una cosa...

Martin frunció el ceño sorprendido y le incitó a que continuase hablando.

- Ahora soy yo el que está nervioso ... - rió sarcásticamente - mira, lo voy a decir sin rodeos, quiero que seas mi novio, bueno, solo si tú quieres, claro - volvió a reír- creo que ya hemos hecho suficientemente el tonto todos estos meses que no nos hemos dicho lo que sentíamos. Te quiero como no he querido nunca a nadie, quiero protegerte y saber que vas a seguir a mi lado mucho tiempo. Hacer mil planes, ir de la mano, besarnos delante de nuestros amigos... no sé ¿tú que piensas?

-Sí, sí, sí y mil veces sí - dijo Martin abalanzándose encima de Juanjo en un nuevo arrebato amoroso.

Pasaron parte de la tarde acostados juntos viendo el campo, entre besos, caricias y confesiones. Después de un rato, Juanjo reanudó la conversación.

- Tengo una última sorpresa para el día de hoy.

- ¿Más? - Martin estaba tan sorprendido, nunca antes nadie había estado tan pendiente de él.

-Pues claro tonto, no te mereces menos.

Juanjo se levantó de la manta para coger un sobre de la guantera del coche y se lo tendió a Martin. Este lo abrió con ansias ante su sorpresa. Eran dos billetes de tren para el fin de semana que viene a Bilbao.

- ¿Pero y esto? 

- ¡Sencillo Martintxu! Vamos a celebrar tu cumpleaños a Bilbao - dijo un Juanjo sonriente ante la sorpresa del vasco.

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