𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐

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𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐂𝐀𝐑𝐓𝐀

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Aitana

Desde el momento en que la vi en el estadio, no pude sacarla de mi mente. Sus ojos, llenos de pasión y alegría, me habían cautivado de una manera que no podía explicar. No era sólo su entusiasmo por el fútbol lo que me atraía, sino algo más profundo, algo que resonaba en mí cada vez que pensaba en ella.

Después del partido, la imagen de la chica de la camiseta azul claro seguía apareciendo en mi mente. Durante los entrenamientos, mientras estudiaba estrategias de juego, incluso en los momentos de descanso, ella estaba ahí, en mis pensamientos. Tenía que hacer algo al respecto, pero ¿cómo?

-Ona, necesito tu consejo -le dije una tarde después del entrenamiento, mientras nos relajábamos en el vestuario.

-¿Otra vez la chica de la tribuna? -Ona me miró con una mezcla de curiosidad y diversión.

-Sí, no puedo dejar de pensar en ella. Hay algo en ella, algo especial. Quiero conocerla, pero no sé cómo hacerlo sin que mi fama se interponga -admití, sintiendo una mezcla de frustración y determinación.

-Bueno, podrías escribirle una carta -sugirió Ona, medio en broma, medio en serio.

-¿Una carta? -La idea me sorprendió al principio, pero cuanto más pensaba en ella, más sentido tenía. Podría expresar mis sentimientos y curiosidades sin que mi identidad se convirtiera en una barrera.

Esa noche, en la tranquilidad de mi habitación, me decidí a escribir. Saqué un papel y una pluma, y me senté en mi escritorio. Las palabras fluyeron más fácilmente de lo que esperaba.

Querida chica del estadio,

Puede que esto te sorprenda, pero sentí la necesidad de escribirte. No sé tu nombre, ni quién eres, pero te vi en el último partido y algo en ti me inspiró. Vi en tus ojos una pasión por el fútbol que rara vez encuentro, incluso entre las jugadores.

Me gustaría conocerte, saber más sobre ti y tu amor por este deporte que tanto nos conecta. Espero que no te sientas incómoda con esta carta. Solo quiero que sepas que alguien notó tu entusiasmo y quedó profundamente tocado por él.

Con admiración, una amiga del fútbol.

Leí y releí la carta, asegurándome de que transmitiera lo que realmente sentía. Era sencilla, pero sincera. No quería asustarla ni hacerla sentir incómoda, sólo quería que supiera que alguien había notado su luz.

-¿Qué opinas, Ona? -le pregunté al día siguiente, mostrándole la carta antes del entrenamiento.

-Está perfecta, Aitana. Es sincera y directa. Si yo fuera ella, me sentiría halagada -dijo Ona con una sonrisa.

Con su aprobación, sentí una oleada de confianza. Después del entrenamiento, me dirigí al parque cercano al estadio. Había un buzón donde los aficionados podían dejar mensajes y cartas para las jugadoras, y pensé que ese sería el lugar perfecto para dejar la mía.

«Espero que la reciba», murmuré para mí misma mientras depositaba la carta en el buzón.

Los días siguientes fueron una mezcla de nervios y anticipación. Cada vez que pensaba en la carta, me preguntaba cómo reaccionaría ella. ¿La encontraría intrigante? ¿Respondería? ¿Se sentiría halagada o confundida?

Durante el siguiente partido, no pude evitar buscarla entre la multitud. Mis ojos recorrieron las gradas, buscando esa camiseta azul claro, pero no la encontré. Traté de concentrarme en el juego, pero mi mente seguía volviendo a ella.

Después del partido, mientras nos dirigíamos a los vestuarios, Ona me dio una palmada en la espalda.

-Paciencia, Aitana. Las mejores cosas llegan a su tiempo.

Tenía razón. Tenía que ser paciente. Había dado el primer paso y ahora debía esperar. Mientras tanto, seguía entrenando y jugando con la misma pasión de siempre, pero con una nueva esperanza en mi corazón. La esperanza de que mi carta llegaría a sus manos y que, de alguna manera, nuestras vidas se cruzarían de nuevo.

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▪ La primera carta que será testigo de este amor.

▪ Espero que os esté gustando.

▪ Nos vemos en el siguiente

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𝐓𝐑𝐀𝐙𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐏𝐄𝐋 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora