𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀 𝟑

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𝐋𝐀 𝐓𝐀𝐑𝐃𝐄 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐏𝐋𝐀𝐘𝐀

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Aitana

Había algo especial en ese día, aunque no podía decir exactamente qué. El sol brillaba con una intensidad agradable, sin ser sofocante, y el cielo, de un azul inmaculado, no mostraba ni una nube. Decidimos tomarnos el día libre, alejarnos del bullicio de la ciudad y buscar un poco de paz junto al mar. Violeta había sugerido la idea la noche anterior, y yo, por supuesto, no pude resistirme. La playa siempre había tenido un efecto calmante en mí, y después de semanas de entrenamientos y partidos, sentía que nos lo merecíamos.

Nos dirigimos a una pequeña cala que habíamos descubierto unos meses atrás. Era un lugar escondido, casi secreto, donde la arena era blanca y fina, y el agua cristalina reflejaba el cielo como un espejo. Aparcamos el coche a cierta distancia y caminamos el resto del camino, llevando con nosotras una bolsa con provisiones y una manta.

-¿Crees que estaremos solas? -me preguntó Violeta mientras caminábamos.

Le sonreí, mirando hacia el horizonte donde el mar se encontraba con el cielo.

-Espero que sí. Es uno de esos días en los que parece que el mundo entero se ha olvidado de este lugar.

Cuando llegamos a la cala, sonreí al ver que, efectivamente, estaba desierta. Era nuestra, al menos por un rato. Extendí la manta en la arena, y nos sentamos, dejando que el silencio y el sonido de las olas nos envolviera.

Violeta se quitó las sandalias y metió los pies en la arena, cerrando los ojos mientras sentía la calidez bajo sus pies.

-Esto es justo lo que necesitábamos, Aitana -dijo, abriendo los ojos y mirándome con una sonrisa.

Asentí, sintiendo lo mismo.

-Aquí podemos olvidarnos de todo por un rato, solo estar presentes, tú y yo.

Nos quedamos allí en silencio durante un rato, simplemente disfrutando del momento. Observé cómo el viento jugaba con el cabello de Violeta, y cómo la luz del sol hacía que sus ojos brillaran de una manera especial. A veces, me costaba creer que una persona tan maravillosa estuviera a mi lado. Me incliné hacia ella y besé su hombro, sintiendo su piel cálida bajo mis labios.

-¿En qué piensas? -le pregunté después de un rato, cuando vi que se había quedado mirando el mar con una expresión tranquila.

Violeta suspiró, pero era un suspiro de felicidad, no de tristeza.

-Solo en lo afortunada que me siento -respondió, girándose hacia mí. -Estar aquí contigo, en este lugar tan hermoso... No podría pedir nada más.

-Yo también me siento así -le dije sinceramente, acercándome un poco más a ella. -Estos momentos contigo son los que más atesoro. Todo lo demás puede desaparecer, pero esto... esto es lo que realmente importa.

Pasamos las horas siguientes explorando la cala, caminando descalzas por la orilla, recogiendo conchas que brillaban bajo el sol. Violeta me retó a una pequeña carrera hacia una roca que sobresalía del agua, y aunque normalmente habría ganado, decidí dejar que ella llegara primero. Su risa, cuando se dio cuenta, fue más que suficiente como recompensa.

-Sabes que no me dejaste ganar, ¿verdad? -dijo entre risas mientras se apoyaba en la roca, recuperando el aliento.

-¿Yo? ¿Dejarte ganar? Jamás -respondí con una sonrisa pícara, intentando mantenerme seria, aunque sin éxito. -Eres simplemente más rápida hoy.

𝐓𝐑𝐀𝐙𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐏𝐄𝐋 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora