Salvatore

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~•~

El sonido de los pájaros cantando y aleteando ponía de buen humor a Hina, no conocía sus especies, ni los patrones de sus plumas, pero era dulce el chillido de sus pequeños cantos bastaba para imaginarlos.

Los árboles antes de tonos naranjas se despedían de sus hojas, y aunque Hina lo encontraba melancólico, le gustó pisar las hojas caídas.

—Llegaremos en unos cinco días a la costa —murmuró el mayor con cautela, no le gustaba del todo el silencio en su recorrido, probablemente los animales estaban invernando, o preparándose para hacerlo—. Date prisa.

La castaña apuró su paso—. Entonces sí estaremos en la playa…gracias.

—Nos quedaremos ahí unos días, luego tomaremos un barco, se quedan por el otoño y se van en invierno, debemos llegar para tomar alguno —gruñó impaciente.

La de ojos verdes lo miró atónita—. ¡¿Barco?! ¿Cómo los que aparecen en los pergaminos? —tomó su brazo delicadamente—. ¿Siempre van sobre el mar? ¡¿Estaremos en el mar?!

El de cabellos rosados se detuvo y giró, su mano apretó las mejillas de Hina—. No hagas tanto ruido.

La joven respondió con dificultad—. ¿Nos quedaremos en el mar siempre? —la inocencia de la menor era casi ensordecedora, nunca había pisado la arena, ahora era todo lo que pensaba—. No importa…pero quiero que te quedes a mi lado.

Los ojos carmín de Sukuna se clavaron en los suyos, se inclinó y besó sus labios lentamente—. Haremos lo que haga falta para alejarnos de todos. Camina, falta poco para llegar a un poblado, con suerte nadie me reconozca.

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La castaña sostenía un ramo de lavanda que recogió en el camino. Mientras ella paseaba por los alrededores, Sukuna, aburrido, se sentó bajo un árbol a unos metros, debía verla, de lo contrario se ponía de mal humor, más si eso era posible.

La femenina caminó hacía él con lentitud, solo para verlo desesperarse—. Mira, están secas pero su color es bonito.

—Ah, descubriste que te gustan las flores —respondió con una sonrisa burlona—. ¿Te gusta su color, o su olor?

Hina se sentó a su lado, suspirando como lo hace una enamorada—. Las mujeres de la aldea llevaban esta flor para que yo las bendijera. Significan pureza y serenidad…pero algunas madres las llevaban cuando sus hijos pasaban por dificultades, es para calmar las almas en tormento, y para encontrar equilibrio en la mente.

El de tatuajes tomó el ramo de lavandas secas y la miró una vez más—. Todavía no entiendo cómo fuiste capaz de tomar su fanatismo y convertirlo en energía maldita. La clave de la energía maldita es el miedo y odio, los humanos la liberan así, y se hacen maldiciones, pero tú eras recipiente de su energía, los drenaste, como las maldiciones.

—Ellos me dan miedo —sus manos tomaron la libre de Sukuna, y la acariciaron—. No eran malas personas, pero me hicieron daño…y no puedo perdonarlas, las maldije durante años, en silencio.

El mayor sintió algo romperse al escucharla hablar así, la acercó a su pecho y recargó su barbilla en la cabeza de Hina—. Maldecir no siempre es malo, es una forma de recordar, promesas, o sucesos.

La de ojos verdes suspiró bajo su calidez, o la ausencia de ella, no lo notaba, pues Sukuna la irradiaba de toda clase de sensaciones, un par de hojas cayeron en su cabello—. Te maldigo, como mi rey, como mi amado, como mi vida.

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Juju-corto:

Sukuna tomó la cadera de Hina sin ninguna delicadeza, la sentó en su regazo y siguió embistiendo con fuerza y crudeza—. Mirame, no te atrevas a cerrar los ojos —gruñó contra sus labios antes de pasar su lengua por ellos.

La castaña se aferró a sus hombros con dificultad, gimiendo al sentir como la pelvis del mayor chocaban con la suya—. Se siente raro así, más lleno…

Las manos del hombre rasguñaron su delicada piel, sus miradas se encontraron y comenzó a golpear con más rapidez—. Eres una maldita diosa —las palabras salían antes de siquiera pensar en ellas—. Eres la sangre en mis venas, mierda, mira lo que me haces.

Hina rodeó su nuca, y con inexperiencia movió la cadera contra sus empujes, encontrándose a la mitad, cerró los ojos cuando hubo un golpe muy certero que la hizo temblar y palpitar.

Ryomen tomó su cabello con una mano sujetándola bruscamente—. Te dije que me mires, no existe nada, ni nadie más —apretó su agarre al verla poner los ojos en blanco—. Quédate quieta, quédate quieta y no apartes la mirada, mierda —cansado la cargó y la puso contra un árbol grande—. Vas a tomar todo lo que te dé, voy a tomar cada parte de tí….

Hola tonotos, actualicé porque ya casi entro a la uni, pero espero poder al menos terminar los capítulos antes de volver

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Hola tonotos, actualicé porque ya casi entro a la uni, pero espero poder al menos terminar los capítulos antes de volver.
¿Vieron la expansión de dominio de mi gallo? Chingo a su madre Sukuna, más contenido de fanfic
-Honey

𝙏𝙤 𝙨𝙬𝙚𝙚𝙩 [𝙎𝙪𝙠𝙪𝙣𝙖 𝙭 𝙊𝘾]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora