18. Parecemos tan viejos

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-¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?- preguntó Pedro Pablo mientras acariciaba suavemente su espalda; eran caricias delicadas, que parecían haber sido diseñadas para intentar reparar a cada uno de sus toques todo lo que en ese momento se sentía roto dentro de Bosco.

-Esto ayuda mucho- Bosco se sentía avergonzado; era Pedro Pablo quien estaba en peligro de muerte, amenazado por la mujer más loca y enferma que habían conocido en sus vidas; sin embargo, ahí estaba el rizado, intentando calmarlo a él porque Bosco era siempre el más débil de los dos; por más que intentaba, no podía ser valiente nunca.

-Vamos a estar bien, Bos- dijo el rizado con una determinación en la voz que hizo que Bosco se sintiera extrañado: ¿cómo podía estar tan seguro?

-Eso no lo sabemos, Pedro Pablo; mientras tú y yo estamos aquí hablando, esa loca puede estar planeando como matarte de cien formas diferentes- Bosco se separó del abrazo de Pedro Pablo por primera vez en varias horas; se sentía muy alterado, muy fuera de si; seguía sin entender porque su novio era un objetivo si él había tenido una relación completamente nula con Ginebra; Pedro Pablo jamás había estado involucrado en nada que afectara a Ginebra o a sus planes desquiciados; dudaba incluso que Pedro Pablo y Ginebra hubieran cruzado palabra más de una o dos veces, ¿por qué entonces había escogido a Pedro Pablo?

-Sé que me amas con todo el corazón y soy el centro de tu mundo, pero créeme que Ginebra no piensa igual- comenzó a hablar el rizado, intentando bromear. Bosco le dedicó una mirada en la que intentó reunir toda la exasperación que podía; no entendía como Pedro Pablo era capaz de intentar bromear con él en una situación así- No, Bos, ni me veas así, sabes que es la verdad. Si Ginebra te mandó ese mensaje fue para asustarte, es lo que los terroristas hacen; lo de Giovanna fue el acto de terrorismo y ahora, como tú sabes que fue capaz de hacerle eso a ella, tienes miedo de que también lo haga conmigo- Pedro Pablo hablaba con tal seguridad que Bosco comenzaba a creerle; quería creerle, es más, necesitaba creerle.

-¿De verdad lo piensas o solo lo dices para que deje de comportarme como un cobarde?- al decir eso, Bosco sintió un sape en su cabeza; eso lo sorprendió, no lo había visto venir, mucho menos en ese momento.

-Si vuelves a llamarte cobarde enfrente de mi, te juro que me voy a enojar mucho contigo- dijo el rizado sin ninguna pista de humor en su rostro; de hecho, Bosco pocas veces había visto a su novio tan serio como en ese momento- Es más, si sospecho siquiera que estás pensando en ti mismo como un cobarde, también me enojare- agregó Pedro Pablo en el mismo tono de mortal seriedad.

Bosco comenzó a jugar con los hilos de la almohada en la que estaba recostado.

Él sabía que Pedro Pablo jamás lo diría explícitamente, pero era obvio que todos pensaban que era un cobarde; no había tenido el valor de enfrentarse nunca a los problemas que se le avecinaban.

Cuando su mamá murió, sus hermanos intentaron seguir adelante; Gala y Eder también tenían sus propios problemas, su propio dolor a cuestas, y aún así, se levantaban todas las mañanas e intentaban vivir día a día, superar las pequeñas pruebas de la cotidianidad y disfrutar de la vida en la medida de lo posible.

En cambio él, había decidido sumergirse en la miseria, dejando que el dolor y el coraje que sentía lo fueran consumiendo poco a poco, hasta casi llegar al punto de sentir el odio suficiente como para convertirse en un asesino si no lo hubieran detenido. Para él, el proceso de duelo por la muerte de su madre había sido como un huracán que había arrasado y destruido cualquier sentimiento positivo que pudiera haber dentro de él.

No había sido hasta que Pedro Pablo llegó con sus rizos perfectos, su sonrisa amable y su perfume olor a cítricos que Bosco había descubierto que si bien la muerte de su mamá había destruido mucho a su paso, todo se podía reparar y construir de nuevo si se cimentaba sobre el amor y la confianza.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora