Bosco se sentía extraño utilizando aquel moño negro que engalanaba el traje que utilizaría para la boda de su papá con Paz; se sentía un poco tonto con aquel atuendo, sobretodo teniendo en cuenta que siempre había preferido utilizar corbata, pero su abuela había insistido en que los moños eran más elegantes, por lo que Bosco había terminado cediendo.
Lo peor de todo, era que Bosco tendría que hacer el ridiculo por todo lo alto, bailando frente a todos los invitados una canción que su papá planeaba dedicarle a Paz; si había algo que Bosco odiaba, era tener que bailar, simple y sencillamente porque no sabía cómo hacerlo. Bailar no era lo suyo; siempre se sentía demasiado consiente de si mismo como para relajarse y dejarse llevar por la música; pensar demasiado no era precisamente el ideal a la hora de bailar.
Si todo eso, su extraño esmoquin, su moño de abuelito y su nula capacidad para bailar, no eran suficientes, la situación se volvía realmente catastrófica al pensar que, todo el ridiculo que estaba a punto de protagonizar, lo haría enfrente de Pedro Pablo.
Bosco jamás había pensado mucho en la posibilidad de enamorarse de alguien, fuera hombre o mujer, pero definitivamente, por inercia, siempre había supuesto que, en caso de enamorarse, lo haría de alguna chica: había intentado corresponder los sentimientos de Giovanna al principio, antes de que comenzara a comportarse como la loca que era, pero jamás había podido interesarse genuinamente en ella más que como una buena amiga; no le interesaba salir con ella, y cuando lo besaba, Bosco se sentía frío, como si estuviera siendo besado por un trozo de hielo.
Sin embargo, cuando Pedro Pablo lo abrazaba... bueno, no se parecía en nada, nada, a aquel frío que sintió cuando Giovanna lo besó en múltiples ocasiones, todas ellas sin su consentimiento. Desde aquel primer abrazo de consuelo después de su visita a prision para enfrentar al asesino de su madre, Bosco sintió un agradable calor recorriendo su pecho y extendiéndose como la sangre por todo su cuerpo, llenando todo su ser de algo nuevo, de algo bueno, algo capaz de iluminarlo todo a su paso.
Hasta que un día, mientras pintaban uno de los murales en el barrio, y de forma inevitable, Bosco no pudo evitar preguntarse lo increíble que sería si, en lugar de abrazarlo, Pedro Pablo lo besaba en los labios; si con solo un abrazo era capaz de llevarlo hasta el cielo, si lo besaba...
Con el paso del tiempo, Bosco comenzó a cuestionarse si todas las sensaciones que Pedro Pablo le producía con su presencia constante a su lado, con sus sonrisas llenas de ternura y de esperanza, y con sus abrazos firmes, capaces de curarlo todo, eran normales para ser simplemente mejores amigos. Bosco no era tonto, sabía que tenía que ser algo más, algo mucho más intenso que provocaba que se sintiera mucho más optimista, que viera al mundo con otros ojos.
Sin embargo, y a pesar de toda la belleza que implicaba sentirse profundamente enamorado de su mejor amigo, Bosco también había comenzado a sentirse torpe cuando estaba alrededor de Pedro Pablo; de pronto se sentía demasiado ñoño, demasiado raro; tenía miedo de que su mejor amigo lo encontrara tonto o infantil por su gusto por los cómics y las películas de fantasía y ciencia ficción; le aterraba que Pedro Pablo lo dejara de encontrar interesante, o divertido, o guapo, o lo que fuera que los hombres buscaran en otros hombres.
Además, había otro pequeño detalle que lo preocupaba respecto a su recién descubierto amor por su mejor amigo: no tenía idea de si a Pedro Pablo le gustaban, o no, los chicos.
Bosco no sabía si él mismo era gay o bisexual, pero el día en que comenzó a fantasear conscientemente sobre sus ganas de meterle la lengua hasta la garganta a Pedro Pablo entendió que, definitivamente, heterosexual no podía ser. No le causaba conflicto; incluso le aliviaba saber que era capaz de amar a alguien, hombre o mujer: en algún momento se había sentido tan roto, tan falto de valor, que había creído que nunca sería capaz de entregarle su corazón a alguien más.
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Eres para mí|Bospa
FanficPedro Pablo Roble y Bosco Villa de Cortes están enamorados. Todos lo saben, incluso ellos mismos, pero no saben cómo confesarlo.