24. Sentir más de la cuenta I.

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Pedro Pablo se encontraba un poco abrumado por el ambiente que lo rodeaba; se encontraba en la sala de uno de sus amigos de la escuela nocturna, quien lo había convencido de ir a su casa para asistir a su fiesta de cumpleaños número veinte. Pedro Pablo al inicio se había resistido un poco, especialmente porque la fiesta coincidía con un mini viaje familiar que Bosco haría junto con su papá y sus hermanos al rancho para poder pasar tiempo en familia y tratar de limar asperezas con don Porfirio: este último había invitado a Pedro Pablo para que los acompañara y el rizado había aceptado después de que todos le dejaran en claro que él ya era parte de la familia, por lo que tenía todo el derecho de ir.

Sin embargo, cuando Bosco supo sobre la fiesta de cumpleaños a la que lo habían invitado, le dijo, con toda la suavidad del mundo, qué tal vez era una buena idea que fuera con su amigo en lugar de con ellos. Pedro Pablo se había sentido muy herido al principio, ¿para qué le había insistido tanto si luego le iba a retirar la invitación? Pero cuando Bosco le recordó que la fiesta era el tipo de cosas que su terapeuta le había recomendado hacer para comenzar a salir del episodio de estrés post traumático que había vivido, Pedro Pablo tuvo que aceptar a regañadientes qué tal vez Bosco tenía razón.

Pedro Pablo había iniciado con sus terapias dos dias después de la discusión que tuvo con su mamá en la mansión de los Villa de Cortes. Bosco estaba muy entusiasmado con la idea y entre los dos habían conseguido un terapeuta que se veía confiable, al menos a los ojos de ambos. Apenas llevaba cuatro sesiones, pero Pedro Pablo tenía que reconocer que había conectado muy bien con la psicóloga; lo hacía sentirse cómodo y en un ambiente de confianza y de seguridad para poder decir lo que sentía libremente.

Y una de las cosas que la psicóloga lo había estado animando a hacer era establecerse pequeños retos personales que lo animaran a salir de la zona de confort en la que se había refugiado desde los sucesos que vivió con Ginebra y Mauro. En palabras de la psicóloga, Pedro Pablo debía animarse a hacer cosas nuevas, salir de la rutina, claramente con actividades que él pudiera disfrutar, nada demasiado radical; tal vez una salida a un museo nuevo, a un restaurante diferente, salir a pasear con alguien que no fuera Bosco o su familia; pequeños pasos que harían que, poco a poco, Pedro Pablo recuperara la seguridad en si mismo, y en los demás, que había perdido.

Y esos consejos, junto con la insistencia de Bosco por ayudarlo, lo habían llevado a la situación en la que se encontraba actualmente: una fiesta de cumpleaños en casa de uno de sus compañeros de la escuela nocturna.

La fiesta estaba resultando bastante más ruidosa y concurrida de lo que Pedro Pablo tenía en mente al llegar: había demasiada gente, la mitad de las personas en la fiesta eran completamente desconocidas para él y otro cuarto de la fiesta era gente que no le caía muy bien que digamos.

El ruido de la música retumbaba con una ensordecedora potencia que hacía que Pedro Pablo apenas y pudiera escuchar sus propios pensamientos; la música que sonaba no era del agrado del rizado, quien prefería canciones con más letra y menos sonidos electrónicos. Las luces tampoco ayudaban; parpadeaban mucho y hacían que Pedro Pablo se sintiera ligeramente mareado por el constante ir y venir de los colores luminosos en la habitación.

Francamente se sentía un poco incómodo, incluso cuando había estado platicando buena parte de la fiesta con algunos de los compañeros de la nocturna con los que si se llevaba muy bien; el problema era que sus compañeros habían empezado a consumir alcohol en un punto muy temprano de la fiesta, por lo que se sentían muy deshinibidos, lo que hacía que la platica tuviera cada vez menos sentido.

Pedro Pablo si que tomaba alcohol, o al menos lo hacía de vez en cuando, si la ocasión lo ameritaba. Y tal vez, si la fiesta fuera solo con gente que él conocía y en la que confiaba, se hubiera animado a tomarse una que otra cerveza, pero no se sentía cómodo bebiendo a lado de tanta gente desconocida: no quería exponerse de más, prefería pecar de desconfiado. Además, tendría que regresar a casa caminando- la casa de su amigo quedaba a algunas cuadras de la suya- por lo que no quería emborracharse y terminar haciendo desfiguros por la calle, como había hecho Salomón un par de veces, escandalizando a su mamá y a su abuelita.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora